Todos sabemos que la humanidad
especialmente la civilización occidental tuvo una o varias épocas dónde el
conocimiento se vio truncado bajo el excesivo poder del absolutismo (Monarquía,
iglesia, dictadura etc.) y su coercitiva manera de imponer mandatos
y dogmas, esto formó parte del oscurantismo en el que se sumió la humanidad
antes del renacimiento y posteriormente la ilustración en un periodo de
estancamiento científico, filosófico y artístico.
Entonces tenemos a una
civilización ansiosa de estudiar y realizar descubrimientos, tenemos
científicos nacientes que se dedican a crear modelos teóricos para explicar el
funcionamiento del universo y todos sabemos a qué nos ha llevado este ímpetu,
este espíritu que impulsa al ser humano a descubrir cosas, a tomar control de
la naturaleza y valerse de ella a través del conocimiento, nos ha llevado
a mejorar nuestras vidas y prolongarlas,
a mantenernos más seguros, nos ha abierto las posibilidades de universos
infinitos, nos han facilitado la vida en muchos aspectos, de eso no hay duda.
Volviendo al oscurantismo, más específicamente al de la edad media, tenemos por un lado un ente oficial, todo poderoso, capaz de controlar reinos, ejércitos, a poblaciones enteras, un ente oficial al que muchos temían y otros tantos no estaban de acuerdo con sus políticas, sus dogmas, esencialmente porque se encontraban bajo su poder, porque no se podía creer o afirmar en nada que se saliera de sus lineamientos, así perecieron muchos, especialmente científicos y pensadores a manos de personas que lo controlaban todo, dicho ente fue la iglesia católica, omnipotente, omnisciente, fundaron universidades y colegios, también hospitales donde se aplicaba la ciencia, donde había conocimiento, pero cualquier cosa que se saliera de su dogma, cualquier concepto, cualquier idea que desafiara sus creencias simplemente se condenaba.
Así iba la iglesia anunciando que la ciencia era una “extensión de la teología”, era la ciencia oficial de la época y el oscurantismo truncó muchas ideas, avances y conocimientos, pero al mismo tiempo se valía de ellos y los estudiaba, lo permitían en cierto grado, no obstante, bajo el miedo, la coerción y la amenaza. Hoy en día no distamos en parecernos a aquella época donde la civilización dio a luz a sus más grandes luminarias, pero en muchos aspectos las cosas siguen iguales, ya no es la iglesia o el monarca, es un circulo de académicos, un comité médico, las agencias estatales, las universidades, muchos de estas instituciones son financiadas por el sector privado, las ONG, los gobiernos, son círculos de poder e influencia, sus intenciones muchas veces terminan por convertirse en algo hermético, pasivo, a veces impenetrable y al igual que en aquella época oscura, cualquier cosa que contradiga sus estudios, cualquier cosa que se oponga a sus postulados, (sus directrices más específicamente) es condenada, afortunadamente no a la muerte como sucedió con Vanini o Servet, pero si al ostracismo, la censura, la ridiculización.
Nadie niega la ciencia,
desconfiar de ciertos modelos no es negar la ciencia, solo dos tipos de
personas podrían negar la ciencia: los religiosos extremistas o los aborígenes
que la desconocen (La ciencia de occidente), pero aun así estos últimos podrían
fácilmente llegar a comprenderla, niegan la ciencia por cultura no por
ignorancia, los fanáticos la niegan por temor, nadie en nuestra civilización ha de negar la ciencia, ese
negacionismo solo existe en las mentes cientificistas que indudablemente buscan
ligar su pretencioso calificativo al “negacionismo del holocausto”, es decir,
quieren rebajar a las personas que según ellos “desconfían de la ciencia” a la
categoría de “defensores de la barbarie”.
Nadie niega la ciencia cuando nosotros mismos somos ciencia, cuando indagamos, cuando estudiamos, cuando hacemos nuestro juicio, pensamos, controvertimos, cuestionamos, buscamos pruebas, lo dije una y otra vez, objetar no es negar, tenemos todo el derecho a la duda, a desconfiar y tal vez resulta que en el camino nos extraviamos por personas que quieren manipular con mentiras, con lo que llamamos pseudo-ciencia, no es nuestra culpa, necesitamos volver a confiar en la ciencia y para eso debemos confiar en los científicos, y para confiar en los científicos tenemos que tener pruebas fácticas de que no están hablando u obrando bajo ningún interés personal, político o comercial, la ciencia debe servir al interés general de todo ser humano, a la construcción de su conocimiento y no a los deseos de uno solo o de un grupo.
Hoy en día para los
cientificistas hay tres clases de herejes como lo fue en la antigüedad con la
santa inquisición, en aquella época eran ateos, brujas y adoradores del diablo,
hoy son: negacionistas, antivacunas y terraplanistas (¿Y dónde quedan los
teístas?) parece que muchos divulgadores científicos e incluso algunos
científicos han logrado demostrar la inexistencia de un dios supremo, pero eso
no ha acabado con la fe de los creyentes ni ha tumbado a las iglesias, aún no
llego a conocer al primer teísta que haya sido censurado en la era moderna por
asegurarle a la gente que el hombre fue creado de una costilla, pero si al
parecer han logrado refutar todas la demostraciones (independiente que sean o
no erróneas) de la teoría de la Tierra plana, los terraplanistas especialmente fueron
condenados al más severo ostracismo, hasta los llegaron a prohibir y darles de
baja a sus blogs. Los antivacunas también, especialmente en el pico más alto de
la actual crisis sanitaria, han sido objeto de censura e incluso persecución.
Los negacionistas que se supone somos aquellos que “negamos la CIENCIA” no
representamos una amenaza mayor porque precisamente se nos muestra como
“Opositores a la ciencia” es decir como “negadores de la verdad”, pero esto es
porque mucha gente no comprende que lo que la gran mayoría de nosotros negamos
no es la ciencia sino las imposiciones de “los círculos académicos y no académicos" los mismos que se
benefician de ella, que la manipulan con tal de llegar a un fin singular.
Estos son los nuevos herejes a los que los cientificistas tratan con burla y
desprecio, afirman que es sumamente dañino que las llamadas “teorías de la
conspiración” lleguen a la mente de las personas, y mi pregunta es ¿Por qué?
¿Por qué es dañino tener una visión alternativa de las cosas? ¿por qué es
dañino el “no creer” en todo lo que dicen los científicos o las agencias? (Esto
último debieron preguntárselo a la doctora Frances Kelsey o al médico Ignaz
Semmelweis o a los científicos que estudiaron la toxicidad del plomo) ¿Por qué
es perjudicial pensar que detrás de un estudio, un descubrimiento etc. no puede
haber un cierto grado de manipulación? ¿Acaso un interés consensado en obtener
algún lucro u otro beneficio, valiéndose de la ciencia no puede ser determinado
como una conspiración?
Pienso que lo que deben hacer
científicos, filósofos, divulgadores etc. no es corroborar estudios sino
fomentar la duda y el pensamiento crítico incluso si se tratase de la ciencia
oficial, porque casos se han visto de artículos científicos fraudulentos,
modelos erróneos, la menor duda que pueda generarnos la ciencia es beneficiosa,
en lo único en lo que concuerdo con estas personas es que no debemos arrojarnos
al fanatismo de una creencia sostenida por datos erróneos como lo sería el
terraplanismo, pero no estoy de acuerdo en que se deba erradicar como si se
tratara de una mala yerba, se ha comprobado que las teorías de conspiración han
existidos desde la antigua Grecia y como tal resulta ser una constante humana
que no hay que despreciar, sino fortalecer y corregirse en el mejor sentido,
pero solo lo lograremos si nos demuestran que la ética y lo valores morales
humanos están por encima del conocimiento mismo.
Digan ustedes, parecen más
preocupados porque no se difundan “teorías de conspiración” que por dar
educación y capacitación a las personas, (esta última entendida como la
preparación de la gente para ejercer un trabajo o realizar algún tipo de
invención o innovación), la ciencia a partir de hoy debe ayudarnos, no a reunir
y llenarnos de información como suelen hacer algunos divulgadores sino a hacer
parte del conocimiento, sin importar las objeciones que también son valiosas,
que se ven constantemente dentro del ámbito académico y científico, convertir a
la ciencia en religión no es el camino, hacer de la ciencia una herramienta
para ayudar al hombre en sus problemas es siempre la mejor elección.