Una idealización del más
imperioso de los sentimientos, de aquello que representa la mayor comunión
entre todos los seres, la gracia, sacrificio y lealtad, a aquello que nos puede
elevar hacia la gloria o hacernos descender al mismísimo infierno, aquello que
por siglos ha sido el tema principal en innumerables obras y expresiones
artísticas, a aquello que el hombre aún después de tantas batallas le cuesta
alcanzar y por lo tanto se convierte en el más sublime ideal. Así es, se trata
del amor, ese sentimiento que a veces, por no decir todo el tiempo, engaña. Le
hemos puesto en un pedestal, le hemos “romantizado”, le hemos divinizado en
dioses como Afrodita, Freyja, Hathor, hasta Eros que con sus flechas hirientes
nos recordaba que el amor también duele. El amor por un dios llevó a un hombre
a sacrificar a su propio hijo, así como Narciso enamorado de su propia imagen
se arrojó a las negras aguas que tintaron su reflejo, el amor que ha hecho
grande a cientos de hombres y mujeres a través de la historia, convertido en
héroes arrobados por el amor a su patria, a su pueblo.
Pese a todas sus facetas el amor casi
siempre se muestra en una sola. Es un sentimiento que hacemos grande porque
infinito es el espacio de nuestra mente. A veces calla, a veces llora, a veces
enloquece pero siempre, siempre parece sonreír. Las múltiples caras del amor se
nos revelan con una distinción, tenemos por un lado el amor más primitivo, el
que justamente da origen a la palabra en latín, amor viene de amm que es el prefijo que nos habla de
la madre, el amor maternal es también el más primitivo y esencial porque la
madre cuida a sus crías con amor incondicional. En varias especies animales las
madres llegan a morir para que sus hijos vivan. Luego de este viene el amor
paternal que sobresale mucho más en la especie humana. La madre alimenta y el
padre protege, este amor de padres a hijos nace en la misma raíz del cerebro
primitivo. Son precisamente ciertas sustancias en el cerebro la que generan este
afecto inusitado de la madre o en algunos casos el padre hacia sus cachorros,
de hecho es tan primitivo e instintivo que las madres llegan a matar a otras criaturas
solo por proteger a sus crías. En el caso del amor paternal, los padres pueden
matar a algunos de sus hijos para garantizar la subsistencia de la camada,
claro está que en vez de “matar” podemos usar la palabra “sacrificio”, porque de
eso se trata el amor de los padres, en un constante sacrificio y justamente el
ser humano sacrifica muchas cosas de sí para poder criar a sus hijos. Pero ahí está el engaño, el amor de una
madre por sus hijos está impelido no más que por su propia naturaleza
primitiva.
El amor que precede al materno es
el amor filial, el afecto de un filio,
un “hijo”, el amor que se profesa hacia los padres. Para la fe cristiana,
musulmana y judía es el más importante, porque es el amor a Dios el que le da
su razón de ser al hombre. El amor filial obedece a la compensación del hijo
hacia su madre o padre por el amor que estos le brindaron e hicieron posible su
existencia, en muchos casos los hijos humanos no corresponden a sus padres como
debieran, motivados por el poco afecto, maltrato o abandono que recibieron de
ellos en su infancia. Como sea el amor
filial responde al amor del padre o la madre, como un amor “compensado”, en el
caso de la madre es más fuerte porque el vínculo se genera desde la gestación
misma. Este amor se sustenta en la lealtad, el cariño, el respeto y la
protección, en algunos casos incluso el sacrificio. Ambas formas de amor,
filial y maternal son las formas más primitivas de afecto.
Luego de estos tenemos ahora el
amor fraternal, el cual en el hombre se idealiza no solo en términos de
hermanos sino también de comunidad, de raza, de pueblo y nación. El amor fraterno ya no se sostiene
esencialmente en el sacrificio sino en el apoyo y la protección, pero este es limitado
porque las condiciones culturales también son limitadas. Por años el
eslogan de muchas campañas de estado fue el amor fraterno, “el amor al prójimo”
como lo llamaría algunos, pero si bien podemos pertenecer a cierta comunidad o
a un estado son muchas las condiciones que limitan ese amor, de hecho cuando se
trata de convocar una unidad dentro de la nación, nos topamos con un choque
ideológico y cultural que termina causando más división que fraternidad. Esta sociedad no necesita hermanos sino
personas unidas a una misma causa (La causa de la felicidad,) la fraternidad
hace la unión y no lo contrario. Nos cuesta ser hermanos aun perteneciendo a la
misma raza humana. Es como si cientos de especies de aves se encontraran
para iniciar su ciclo migratorio, por muchas que vuelen dentro de la bandada pocas
o ninguna van a tomar la misma dirección.
El amor no menos importante y que
hoy por hoy podríamos considerar “sobrevalorado” es aquel que nace en todos
nuestros corazones juveniles, que nos hace soñar y ver el mundo de una manera
tan colorida como si se tratara de una poderosa droga, es aquel que nos lleva
hacia el idealismo más absurdo pero a su vez, emana como una cristalina fuente
de inspiración y no por nada es el principal referente en la ficción bajo casi
todas sus manifestaciones, es el amor al que erróneamente se le llama
“romántico”, al cual es más acertado llamarlo “erótico”, pese a que esta
acepción se enfoca hacia lo sexual, pero ¿Acaso no es lo sexual lo que
predomina dentro del amor “romántico?
El amor de pareja, el mismo que como un invisible lazo atan a dos seres
que profesan su amor, no es el amor más primitivo porque viene de un acto de “apareamiento”,
muy alejado de lo que podríamos considerar verdaderamente amor, porque en principio
no hay sacrificio, ni lealtad, ni cooperación, solo un acto donde se confrontan
dos fuerzas distintas, bajo una causa nada consciente.
El amor erótico se sublima en
toda una suerte de metáforas que son más propias de las otras formas de amor.
La palabra “romance”, la misma que nos evoca “idilio” no es más que una
tergiversación etimológica del mismo puesto que romance o romántico se refiere
específicamente a la lengua que se hablaba en la antigua Roma, nada que ver con
el amor más que su bifronte en palabra. El romanticismo justamente ha surgido
en el siglo XVIII enfocándose más en el sentir humano y desde aquí se comenzó a
asociar lo romántico con lo meramente erótico, aunque estos dos conceptos así
como el agua y el aceite siempre han estado de alguna forma separados, seguramente
por los tabúes de cada época.
El amor erótico está dentro de la
misma fuente que genera toda clase de sustancias que nos muestra el mundo muy
distinto a como lo percibimos cuando no estamos enamorados, cuando somos
jóvenes y aún las flores de la sexualidad no han eclosionado, el amor se puede
cautivar con una simple mirada, una sonrisa, cualquier gesto y belleza que se
nos antoje divinos, apenas estamos descifrando el cantar de la naturaleza, es
el sexo el que lleva este barco pero no lo sabremos hasta llegar a la
adolescencia, cuando nuestra sexualidad despliegue sus pétalos y nos dé un
atisbo del verdadero camino. Todo esto es muy hermoso, muy metafórico, no en
vano los personajes Romeo y Julieta eran adolescentes, porque es en esta edad
donde el ideal erótico llega a su cúspide más alta. Después con el pasar de los
años vamos entendiendo, que toda esta empalagosa sinfonía de halagos,
presentes, episodios románticos, ergo, también de desesperación y sufrimiento,
de horas casi interminables donde la angustia podía poseernos, no era más que
la trama dentro de aquella obra de teatro llamada “sexualidad”. Ese amor romántico, (amor erótico) siempre
fue el actor con alas de Eros y máscara de Morfeo recitando sus diálogos a
través de nuestro sentir, hablando con toda sinceridad e impulso de su corazón
y mintiendo descaradamente con toda lucidez. Fuimos puros pero también
hipócritas, solo estábamos en un terreno desconocido midiendo nuestras fuerzas
con la persona que sería el “amor de nuestras vidas”. Tanto hombre y mujer cayeron
en el engaño y luego vino el erotismo a arrebatar todo lo que el amor había
creado, para dar el verdadero sentido de este, ¡el sexo!, ¡la reproducción!, de
hecho todas aquellas grandes metáforas de la vida como lo son la lealtad, el
sacrificio, la protección, el apoyo etc. todas vinieron a confluir dentro de
este amor erótico que con los años pasó a convertirse en una “amistad” – hija única
de todas las formas de amor – en donde el este sentimiento bajo sus otras
formas se manifestaría en post de crear una descendencia.
Cuando se llega a cierta edad y
se reflexiona tanto sobre esta gran episteme, es inevitable pensar que aquello
que tanto llegamos a idealizar no son más que piezas dentro del juego de la
naturaleza, el mismo que coloca como premio a la vida misma.
Por último viene al amor no menos
importante pero que suele ser el menos valorado por así decirlo, porque la
religión y algunas corriente filosóficas se encargaron de reducirlo como algo
maligno o simplemente amoral, es el amor que parece discurrir en la
post-modernidad hacia la cúspide de la pirámide de la nutrición afectiva, el ego
suspicio, el Selbstliebe, el “amor
así mismo” o como se le conoce en la psicología “autoestima”, que es el afecto
que se tiene a su propio ser y naturaleza, el amor más esencial en todos los
seres vivos, forjador de nuestro temple e identidad, que puede ser tan sano
como enfermizo, -Ya de por sí toda forma de amor puede llevarnos a la locura
misma-, pero este amor en especial que puede transformarse en egolatría, es en
sí, una enfermedad en los tiempos modernos.
El amor propio dentro de la
conducta animal es instintivo y obedece esencialmente al sentido de
supervivencia, el amor propio en el ser humano obedece más a la
autosatisfacción, en muchos casos podemos ver que el “amor al prójimo” podría
bien ser producto de una baja autoestima o por lo contrario, un amor desmedido
hacia sí mismo. Muchas personas que entregan su vida a un constante altruismo
debe en muchos aspectos renunciar a sus propios placeres y defectos, así mismo
una persona que demande una gran afectividad podría refugiarse dentro del
altruismo y la filantropía (Como sucede con muchas personas famosas y
adineradas) solo para complacer su ego y satisfacción.
¿Podría entonces el amor al
prójimo ser producto de una abrumadora necesidad afectiva? En efecto, la “baja
autoestima” bien nos puede llevar hacia un desmedido apego al sacrificio y la
entrega a los demás o bien hacia un sentimiento egoísta que nos conduzca hacia el
altruismo hipócrita que solo busca nuestra autosatisfacción moral, es aquí donde nuevamente vemos como el amor
en su sutil encanto se disfraza nuevamente, el altruismo, la abnegación, el sacrificio,
la filantropía etc. no serían más que el efecto de un profundo vacío emocional cuya
principal motivación reside en el deseo de auto complacer.
Entonces ¿Podremos definir al
amor como algo meramente engañoso? No necesariamente, el amor ha sido como
tantas otras cosas llevado al grado de una virtud, tanto que llegamos a olvidar
que simplemente el amor es parte de la materia y su mecánica, es una extensión
del fenómeno que conocemos como vida, así
como los hombres primitivos consideraban al sol una deidad omnipotente nosotros
ponderamos nuestra conducta animal evolucionada como algo sublime y
profundamente metafísico, tanto que construimos todo un sistema de reglas (que
constantemente se rompen,) al que llamamos moral y pues la “doble moral” no es
la ruptura de la misma sino la verdadera naturaleza de nuestro existir como
seres humanos. Nosotros quebrantamos las normas y leyes constantemente
porque precisamente nosotros como sociedad, como comunidad, cultura, como
estado etc. tenemos que vivir a la sombra de un “monstruo” bicéfalo, una cabeza
que representa nuestra naturaleza instintivamente egoísta y otra cabeza que pugna
con esta a través de las normas y la autoridad.
Y me preguntarán ¿Hay algo de
malo en eso? No, siempre y cuando el potencial de nuestras mentes non nos lleve
a idealizar al extremo cosas que bien pueden ser comprendidas entendiendo la
naturaleza primitiva de nuestro comportamiento.
Para matizar todo esto que representa el amor
como un sutil engaño, incluso a sabiendas que yo mismo he caído en la cuestión
de “idealizar” a través de esta reflexión, el amor obedece siempre al placer,
el placer es la forma de engaño más grande que tiene la vida para su fin, solo
piensen en las tornasoladas y hermosas plumas del pavo real, el placer surgió
para compensar la dificultad que representa el vivir y también de la
existencia, la vida a través del placer busca someternos a su designio incluso llevándonos
a cometer los más grandes horrores (Y todo bajo el designio del Selbstliebe.) El amor hace parte de esta cadena y por lo
tanto siempre nos seguirá pareciendo un engaño o la mayor de todas las virtudes
humanas.
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