viernes, 22 de mayo de 2020

¿Qué es el amor?


Una idealización del más imperioso de los sentimientos, de aquello que representa la mayor comunión entre todos los seres, la gracia, sacrificio y lealtad, a aquello que nos puede elevar hacia la gloria o hacernos descender al mismísimo infierno, aquello que por siglos ha sido el tema principal en innumerables obras y expresiones artísticas, a aquello que el hombre aún después de tantas batallas le cuesta alcanzar y por lo tanto se convierte en el más sublime ideal. Así es, se trata del amor, ese sentimiento que a veces, por no decir todo el tiempo, engaña. Le hemos puesto en un pedestal, le hemos “romantizado”, le hemos divinizado en dioses como Afrodita, Freyja, Hathor, hasta Eros que con sus flechas hirientes nos recordaba que el amor también duele. El amor por un dios llevó a un hombre a sacrificar a su propio hijo, así como Narciso enamorado de su propia imagen se arrojó a las negras aguas que tintaron su reflejo, el amor que ha hecho grande a cientos de hombres y mujeres a través de la historia, convertido en héroes arrobados por el amor a su patria, a su pueblo.


Pese a todas sus facetas el amor casi siempre se muestra en una sola. Es un sentimiento que hacemos grande porque infinito es el espacio de nuestra mente. A veces calla, a veces llora, a veces enloquece pero siempre, siempre parece sonreír. Las múltiples caras del amor se nos revelan con una distinción, tenemos por un lado el amor más primitivo, el que justamente da origen a la palabra en latín, amor viene de amm que es el prefijo que nos habla de la madre, el amor maternal es también el más primitivo y esencial porque la madre cuida a sus crías con amor incondicional. En varias especies animales las madres llegan a morir para que sus hijos vivan. Luego de este viene el amor paternal que sobresale mucho más en la especie humana. La madre alimenta y el padre protege, este amor de padres a hijos nace en la misma raíz del cerebro primitivo. Son precisamente ciertas sustancias en el cerebro la que generan este afecto inusitado de la madre o en algunos casos el padre hacia sus cachorros, de hecho es tan primitivo e instintivo que las madres llegan a matar a otras criaturas solo por proteger a sus crías. En el caso del amor paternal, los padres pueden matar a algunos de sus hijos para garantizar la subsistencia de la camada, claro está que en vez de “matar” podemos usar la palabra “sacrificio”, porque de eso se trata el amor de los padres, en un constante sacrificio y justamente el ser humano sacrifica muchas cosas de sí para poder criar a sus hijos. Pero ahí está el engaño, el amor de una madre por sus hijos está impelido no más que por su propia naturaleza primitiva.
El amor que precede al materno es el amor filial, el afecto de un filio, un “hijo”, el amor que se profesa hacia los padres. Para la fe cristiana, musulmana y judía es el más importante, porque es el amor a Dios el que le da su razón de ser al hombre. El amor filial obedece a la compensación del hijo hacia su madre o padre por el amor que estos le brindaron e hicieron posible su existencia, en muchos casos los hijos humanos no corresponden a sus padres como debieran, motivados por el poco afecto, maltrato o abandono que recibieron de ellos en su infancia. Como sea el amor filial responde al amor del padre o la madre, como un amor “compensado”, en el caso de la madre es más fuerte porque el vínculo se genera desde la gestación misma. Este amor se sustenta en la lealtad, el cariño, el respeto y la protección, en algunos casos incluso el sacrificio. Ambas formas de amor, filial y maternal son las formas más primitivas de afecto.


Luego de estos tenemos ahora el amor fraternal, el cual en el hombre se idealiza no solo en términos de hermanos sino también de comunidad, de raza, de pueblo y nación. El amor fraterno ya no se sostiene esencialmente en el sacrificio sino en el apoyo y la protección, pero este es limitado porque las condiciones culturales también son limitadas. Por años el eslogan de muchas campañas de estado fue el amor fraterno, “el amor al prójimo” como lo llamaría algunos, pero si bien podemos pertenecer a cierta comunidad o a un estado son muchas las condiciones que limitan ese amor, de hecho cuando se trata de convocar una unidad dentro de la nación, nos topamos con un choque ideológico y cultural que termina causando más división que fraternidad. Esta sociedad no necesita hermanos sino personas unidas a una misma causa (La causa de la felicidad,) la fraternidad hace la unión y no lo contrario. Nos cuesta ser hermanos aun perteneciendo a la misma raza humana. Es como si cientos de especies de aves se encontraran para iniciar su ciclo migratorio, por muchas que vuelen dentro de la bandada pocas o ninguna van a tomar la misma dirección.


El amor no menos importante y que hoy por hoy podríamos considerar “sobrevalorado” es aquel que nace en todos nuestros corazones juveniles, que nos hace soñar y ver el mundo de una manera tan colorida como si se tratara de una poderosa droga, es aquel que nos lleva hacia el idealismo más absurdo pero a su vez, emana como una cristalina fuente de inspiración y no por nada es el principal referente en la ficción bajo casi todas sus manifestaciones, es el amor al que erróneamente se le llama “romántico”, al cual es más acertado llamarlo “erótico”, pese a que esta acepción se enfoca hacia lo sexual, pero ¿Acaso no es lo sexual lo que predomina dentro del amor “romántico?
El amor de pareja, el mismo que como un invisible lazo atan a dos seres que profesan su amor, no es el amor más primitivo porque viene de un acto de “apareamiento”, muy alejado de lo que podríamos considerar verdaderamente amor, porque en principio no hay sacrificio, ni lealtad, ni cooperación, solo un acto donde se confrontan dos fuerzas distintas, bajo una causa nada consciente.


El amor erótico se sublima en toda una suerte de metáforas que son más propias de las otras formas de amor. La palabra “romance”, la misma que nos evoca “idilio” no es más que una tergiversación etimológica del mismo puesto que romance o romántico se refiere específicamente a la lengua que se hablaba en la antigua Roma, nada que ver con el amor más que su bifronte en palabra. El romanticismo justamente ha surgido en el siglo XVIII enfocándose más en el sentir humano y desde aquí se comenzó a asociar lo romántico con lo meramente erótico, aunque estos dos conceptos así como el agua y el aceite siempre han estado de alguna forma separados, seguramente por los tabúes de cada época.
El amor erótico está dentro de la misma fuente que genera toda clase de sustancias que nos muestra el mundo muy distinto a como lo percibimos cuando no estamos enamorados, cuando somos jóvenes y aún las flores de la sexualidad no han eclosionado, el amor se puede cautivar con una simple mirada, una sonrisa, cualquier gesto y belleza que se nos antoje divinos, apenas estamos descifrando el cantar de la naturaleza, es el sexo el que lleva este barco pero no lo sabremos hasta llegar a la adolescencia, cuando nuestra sexualidad despliegue sus pétalos y nos dé un atisbo del verdadero camino. Todo esto es muy hermoso, muy metafórico, no en vano los personajes Romeo y Julieta eran adolescentes, porque es en esta edad donde el ideal erótico llega a su cúspide más alta. Después con el pasar de los años vamos entendiendo, que toda esta empalagosa sinfonía de halagos, presentes, episodios románticos, ergo, también de desesperación y sufrimiento, de horas casi interminables donde la angustia podía poseernos, no era más que la trama dentro de aquella obra de teatro llamada “sexualidad”. Ese amor romántico, (amor erótico) siempre fue el actor con alas de Eros y máscara de Morfeo recitando sus diálogos a través de nuestro sentir, hablando con toda sinceridad e impulso de su corazón y mintiendo descaradamente con toda lucidez. Fuimos puros pero también hipócritas, solo estábamos en un terreno desconocido midiendo nuestras fuerzas con la persona que sería el “amor de nuestras vidas”. Tanto hombre y mujer cayeron en el engaño y luego vino el erotismo a arrebatar todo lo que el amor había creado, para dar el verdadero sentido de este, ¡el sexo!, ¡la reproducción!, de hecho todas aquellas grandes metáforas de la vida como lo son la lealtad, el sacrificio, la protección, el apoyo etc. todas vinieron a confluir dentro de este amor erótico que con los años pasó a convertirse en una “amistad” – hija única de todas las formas de amor – en donde el este sentimiento bajo sus otras formas se manifestaría en post de crear una descendencia.


Cuando se llega a cierta edad y se reflexiona tanto sobre esta gran episteme, es inevitable pensar que aquello que tanto llegamos a idealizar no son más que piezas dentro del juego de la naturaleza, el mismo que coloca como premio a la vida misma.


Por último viene al amor no menos importante pero que suele ser el menos valorado por así decirlo, porque la religión y algunas corriente filosóficas se encargaron de reducirlo como algo maligno o simplemente amoral,  es  el amor que parece discurrir en la post-modernidad hacia la cúspide de la pirámide de la nutrición afectiva, el ego suspicio, el Selbstliebe, el “amor así mismo” o como se le conoce en la psicología “autoestima”, que es el afecto que se tiene a su propio ser y naturaleza, el amor más esencial en todos los seres vivos, forjador de nuestro temple e identidad, que puede ser tan sano como enfermizo, -Ya de por sí toda forma de amor puede llevarnos a la locura misma-, pero este amor en especial que puede transformarse en egolatría, es en sí, una enfermedad en los tiempos modernos.
El amor propio dentro de la conducta animal es instintivo y obedece esencialmente al sentido de supervivencia, el amor propio en el ser humano obedece más a la autosatisfacción, en muchos casos podemos ver que el “amor al prójimo” podría bien ser producto de una baja autoestima o por lo contrario, un amor desmedido hacia sí mismo. Muchas personas que entregan su vida a un constante altruismo debe en muchos aspectos renunciar a sus propios placeres y defectos, así mismo una persona que demande una gran afectividad podría refugiarse dentro del altruismo y la filantropía (Como sucede con muchas personas famosas y adineradas) solo para complacer su ego y satisfacción.
¿Podría entonces el amor al prójimo ser producto de una abrumadora necesidad afectiva? En efecto, la “baja autoestima” bien nos puede llevar hacia un desmedido apego al sacrificio y la entrega a los demás o bien hacia un sentimiento egoísta que nos conduzca hacia el altruismo hipócrita que solo busca nuestra autosatisfacción moral, es aquí donde nuevamente vemos como el amor en su sutil encanto se disfraza nuevamente, el altruismo, la abnegación, el sacrificio, la filantropía etc. no serían más que el efecto de un profundo vacío emocional cuya principal motivación reside en el deseo de auto complacer.


Entonces ¿Podremos definir al amor como algo meramente engañoso? No necesariamente, el amor ha sido como tantas otras cosas llevado al grado de una virtud, tanto que llegamos a olvidar que simplemente el amor es parte de la materia y su mecánica, es una extensión del fenómeno que conocemos como vida, así como los hombres primitivos consideraban al sol una deidad omnipotente nosotros ponderamos nuestra conducta animal evolucionada como algo sublime y profundamente metafísico, tanto que construimos todo un sistema de reglas (que constantemente se rompen,) al que llamamos moral y pues la “doble moral” no es la ruptura de la misma sino la verdadera naturaleza de nuestro existir como seres humanos. Nosotros quebrantamos las normas y leyes constantemente porque precisamente nosotros como sociedad, como comunidad, cultura, como estado etc. tenemos que vivir a la sombra de un “monstruo” bicéfalo, una cabeza que representa nuestra naturaleza instintivamente egoísta y otra cabeza que pugna con esta a través de las normas y la autoridad.
Y me preguntarán ¿Hay algo de malo en eso? No, siempre y cuando el potencial de nuestras mentes non nos lleve a idealizar al extremo cosas que bien pueden ser comprendidas entendiendo la naturaleza primitiva de nuestro comportamiento.
 Para matizar todo esto que representa el amor como un sutil engaño, incluso a sabiendas que yo mismo he caído en la cuestión de “idealizar” a través de esta reflexión, el amor obedece siempre al placer, el placer es la forma de engaño más grande que tiene la vida para su fin, solo piensen en las tornasoladas y hermosas plumas del pavo real, el placer surgió para compensar la dificultad que representa el vivir y también de la existencia, la vida a través del placer busca someternos a su designio incluso llevándonos a cometer los más grandes horrores (Y todo bajo el designio del Selbstliebe.)  El amor hace parte de esta cadena y por lo tanto siempre nos seguirá pareciendo un engaño o la mayor de todas las virtudes humanas.

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