viernes, 4 de octubre de 2019

VOLVER AL HOMBRE A TRAVÉS DEL NIÑO


Yo te he mirado con desprecio, te he acusado, te he juzgado y al final te he condenado. Me he burlado de ti en tus narices, he hecho lo posible para poner la gente en contra tuya. Te he ignorado, te he dado la espalda, trato de mirar hacia otro lado porque no haces más que causarme repugnancia. He desatado mi odio hacia ti, tu rostro para mi es la de un monstruo que no merece compasión.

Esa es la mirada que tengo de ti hombre, es la imagen que se queda en mi retina, no puedo ver más allá de ti, ni de tus actos, ni de sus consecuencias, yo siento tu hedor, me repugnan tus ropas harapientas, me aterroriza tu cuerpo demacrado, tu deformidad, las llagas que cubren todo tu cuerpo me hacen huir despavorido. Sea el mendigo más despreciable hasta el más poderoso de los reyes, no puedo ver más allá de este hombre hirsuto y displicente.

Pero en medio de estos prejuicios, en medio de estas olas que yo agito con mi repudio o mi indiferencia, también deseo ver al humano, deseo ver por mucho que me cueste a esa persona que tanto se parece a mí, a ese ser que lejos de todo es mi hermano, con el mismo que comparto la humana sangre, ¡Ahí está el hombre! Desdibujado por su desdicha, por su malevolencia y arrogancia, solo tuve que ver un poco más allá de él, solo tuve que mirar hacia su pasado, porque la única manera de entender las cosas es comprendiendo su origen.

Entonces he tenido una maravillosa visión, he podido ver al ser que hay dentro de lo innombrable, la flor es hermosa por su conjunto pero en la semilla hay una gracia metafísica, y es ahí cuando veo al niño, lo puedo ver en cada persona, sin importar quien, porque es fácil imaginarlo, ver al hombre transformado en el infante que alguna vez fue, con toda su inocencia y ternura, aquel niño que solo anhelaba jugar, aquel niño sonriente al cual el mal aún no había tocado, ese niño que fui alguna vez, que fuimos todos y que hemos olvidado, ya no está el hombre sino el niño, haciendo sus cosas de hombre, incluso las más burdas y despreciables, solo así puedo entenderlo, solo puedo así aceptarlo, incluso podría abrazarlo. Ahí está ese niñito llevando en sus costales la pesada carga del adulto, llevando sus tribulaciones, sus penas, solitario, ajeno a la mirada de los demás, nadie se apresura a ayudarlo, nadie se indigna, a nadie le importa. Pero veo al niño y me olvido del hombre, de su pecado.

Ahora mírame tú, ¿Qué ves? ¿Ves al niño o al hombre?, si ves al hombre no ves nada, pero si ves al niño lo contemplas todo, es como ver a todo el universo en una noche estrellada, es como poder ver a todos los valles de la  tierra desde una montaña. Esto es lo que soy, es lo que somos, el niño que llevamos dentro, al que renunciamos desde hace poco o mucho, el mismo que extinguió la sociedad desde siempre, el que debería perdurar de la misma manera, así podríamos ser más indulgentes, mas amorosos y nobles, de esta forma volveremos al hombre a través del niño.



viernes, 30 de agosto de 2019

ESA ENFERMEDAD LLAMADA VIDA





La vida es una enfermedad cuya cura es la muerte, es una enfermedad crónica que padecemos desde nuestro nacimiento hasta el fin, cargamos con esta dolencia a lo largo de este pasar por el mundo, para la cual tenemos toda clase de paliativos dentro de un tratamiento al que llamamos "felicidad".
- Buscamos la dosis diaria -
Porque sentimos en el estómago la punzada del hambre, nos hiere el sol con su luz resplandeciente, la gravedad atenaza nuestras vértebras, el aire frío parece abrasar nuestros pulmones.
Afuera  el "gran desierto" nos muestra que para este la vida no vale nada, no somos el fin mayor, no somos el más alto grado en la evolución de la materia, fuimos simplemente un accidente, una rama que quebró el viento llevándosela consigo, una partícula de polvo como cualquier otra viajando a través del infinito.
El universo  afuera es terriblemente hostil, nadie soportaría ni un segundo flotando en su inquietante vacío, es así que la tierra logró convertirse en un escudo para la vida,  igual que una costra seca en el tejido del tiempo, ocultándose de las mareas de  energía que chocan, el caos de millones de explosiones termonucleares, el frío del vacío absoluto, la nada.
Esta es la primera evidencia de que la vida es como una enfermedad,  una infección, algo que se coló dentro del gigantesco cuerpo de la  amorfa materia, el caos absoluto, cuando menos lo pensábamos aparecieron sus síntomas, cuando menos lo esperábamos yacíamos vivos, cuando el diagnóstico dictamina que tenemos la enfermedad comenzaron las preguntas ¿Cómo llegó allí?... ¿está para quedarse o simplemente hacernos desaparecer?
Nos parecerá de repente un milagro, una rareza, un fenómeno trascendente dentro de eso que llamamos evolución, pero no es más que una enfermedad llena de dolor, dolor que se manifiesta desde el principio en el momento de nacer, está en las lágrimas de la madre que da luz a su hijo,  reflejado en el llanto del infante herido por la intensa luz del día, el cortante frío y el oxígeno que parece quemar sus pulmones, dolor que llevamos mientras crecemos es ente mundo de crueles leyes y graves imposiciones, dolor que se manifiesta con los años cuando envejecemos, dolor que nos persigue hasta la muerte porque por mucho que lo ignoremos o no lo queramos aceptar la vida es nuestra enfermedad.
- Buscamos la inyección diaria -
Porque nos duele la soledad, nos hiere la angustia de los años que pasan, nos duele el temor hacia lo incierto, hacia el futuro, nos hieren los recuerdos, lo que hicimos y lo que no pudimos hacer, nos destroza la ansiedad a cada momento, cada segundo que vivimos, el deseo nos colma de dolor, la espera alarga la noche tan gélida, tan oscura y solitaria, nos duele existir, nos duele ser y no ser...el peso, la levedad, todo.
A todos nos atenaza la angustia del diario vivir, nos carcome la propia existencia, todos desde que comienza el día, necesitamos esa dosis, esa inyección,  la píldora de muchos colores, la aguja que entra por la piel de nuestros sentidos y el líquido irriga el tejido del alma, aquellas drogas que están por todos lados y que vemos a través de coloridas pantallas, narcóticos llegados en notas musicales, anfetaminas que inundan nuestro paladar deleitado de dulzura aceitosa, con nuestro sexo que nos satura de catárticas sensaciones, va sobre ruedas a toda velocidad o por lo contrario va muy lento hacia el camino donde nos espera el remedio mayor, ese que llamamos felicidad y creemos como lo más sublime. No son más que parte del tratamiento, con esta enfermedad lo único que nos queda es tratar de eludir el dolor que nos produce. A eso llamamos "Sentido de la vida" a la terapia prescrita por el médico que procuramos ser.
Tal vez nosotros no teníamos que existir, eso tiene sentido si nos damos cuenta que el universo nos consumirá en una fracción de segundo sin que nos demos cuenta, fulminados en el espacio en un corpúsculo del tiempo, disuelto en trillones de átomos que se unirán en una danza de fuego, será como el humo negro ascendiendo a la noche más oscura, fuimos como la enfermedad, el producto de un lamentable accidente o la más grande maravilla evolutiva del cosmos, ninguna de las dos si consideramos que pronto todo dejaría de existir, toda esta magnificencia borrada de la historia plasmada en la memoria de lo que ya no existe, será como arrojar cristal a un volcán, así el disco dorado se escape a toda esta inevitable hecatombe nadie estará allí para escucharlo.
Como seres vivos padecemos el dolor del vivir y el trauma del existir, agonizamos en un mar de pensamientos, flotamos en un océano de soledad, así mismo dentro de este vasto universo navegamos como el más solitario de los navíos, nuestras soledades se conjugan, así tan solos como la muerte misma, así mismo flotamos en esta inmensidad como un cadáver viviente, sin ningún rumbo y so pena de creer estar vivos.
Y dentro de este frenesí de vida, esta alegría, esta satisfacción que siempre nos procuramos, olvidamos todo el tiempo como si dentro de nuestro cerebro anestesiado no hubiera un espacio para ello. Cómo el dolor y el sufrimiento de otros nos sustenta, nos olvidamos el depredador que somos, los voraces carnívoros que a diario dentellamos con crueldad la piel de la presa, nuestro trofeo es la felicidad, la cabeza de un cervatillo con la mirada perdida sobre los anaqueles, del cual vestimos su piel y comemos su carne, pero olvidamos su corazón, es la dinámica de esta enfermedad, que nosotros nos convertimos en un mal dentro de la misma, es como el parásito habitando dentro del parásito.
Incluso aquellas personas que se dicen felices, aquellas que con gran resiliencia parecen no ver más allá del dolor, no pueden pasar desapercibidas, ajenas a tan mísera existencia a la que nos relega esta enfermedad que nos destruye de a poco, así pues estamos dentro de una burbuja del infinito, construyendo esta sociedad la cual no tiene reparo, aquella misma que por un lado renace y por otro muere, aquella que por un lado agoniza y en su contra trata de sortear este desastroso sufrimiento ¿Quién es capaz de vivir ajeno a tanto dolor y sufrimiento? ¿Quién en la tierra puede ser tan insensible o tan tercamente comprensivo?
Y la cura a esta enfermedad indolente, podría ser que pudiéramos dentro de nuestra existencia encajar todas aquellas cosas que nos hacen felices, pues no sería más que el triunfo de un tratamiento paliativo sobre el propio dolor, no sería más que el éxito de lograr las dosis instantáneas para sobreponerse al dolor que supone existir y que es más doloroso en los seres humanos solo por tener conciencia de brutalidad semejante, o también podría curarnos la mansedumbre,  el afrontar todo este dolor con  gran estoicismo o ser masoquistas y disfrutar del sangriento espectáculo, del alma herida, los sentimientos que se derraman.
Entiendo a los adictos porque ellos más que nadie perciben esta realidad purulenta, entiendo porque son vidas perdidas, ¡La vida ya estaba perdida desde que surgió! Entiendo porque quieren escapar de sí mismos todo el tiempo.
Porque la vida es dolor,  es el sufrimiento materializado y el goce no es más que la cáscara que envuelve esta amarga fruta, los cuerpos que habitan acá no están para el placer, están hechos para el dolor de este padecimiento, esta enfermedad, este germen que se reproduce  sin control, que debe engañarnos a cada momento para procurar su mefítica hegemonía, su desesperado éxodo hacia la infinitud.
El dolor viene de mirar más allá de los límites, el ancho espacio del sufrimiento es la senda por donde se camina.



jueves, 23 de mayo de 2019

EL ABANICO DE ALICIA: LA TENDENCIA A CREAR ENEMIGOS INVISIBLES


En la obra del escritor Lewis Carroll, “las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, la joven personaje al verse reducida de tamaño, situación que le impide tomar una llave para abrir cierta puerta, se come una tarta haciéndola crecer desmedidamente, esto paradójicamente ahora le impide ingresar por aquella puerta,  en su frustración Alicia llora y es cuando gracias a un abanico que usa para airearse, vuelve a ser pequeña lo que por poco le hace ahogar en sus propias lágrimas.



La obra fantástica de Lewis Carroll ha sido todo un referente a lo largo de la historia literaria, particularmente del cine y la televisión y sus personajes ya de por sí son icónicos, incluso Alicia se ha usado en la ciencia médica para referenciar a un síndrome que distorsiona la visión, especialmente la de los niños haciendoles percibir los objetos más grandes (Macropsia) o pequeños (Micropsia.)
En esta ocasión vamos a utilizar la referencia de la singular mitología creada por Carroll para explicar cómo solemos agrandar ciertos eventos o manifestaciones, llámese realidad, como una cualidad especifica de nuestros cerebros.
Producto de la cognición en base al sentimiento, dependiendo con la intensidad en el que se produzca principalmente el segundo, la tendencia del cerebro es magnificar las cosas, en casos donde nos encontremos ad portas de un choque o una crisis física o emocional, el cerebro dispone de mecanismos para anular el impacto, lo que implica el suceso de lo contrario: una disminución en la percepción del problema. La magnificación de algunos eventos considerados como problemáticos puede esbozarse gracias al siguiente texto del poeta Pablo Neruda:

“No hay espacio más ancho que el dolor, no hay universo como aquel que sangra.”

En efecto, muchos de nuestros sentimientos pueden verse magnificados según la susceptibilidad de cada quien, por ejemplo, algunas personas se van a sentir más motivadas con un día soleado mientras que otras no. Los sentimientos tienen que ver mucho con la experiencia que hemos tenido, hay objetos o eventos simples que para nosotros pueden tener un gran valor o significado, hay sucesos que en segundo plano son insignificantes pero si nos suceden a nosotros podemos experimentarlo como todo una tragedia. En eso consiste la magnificación de los eventos, en su contraparte podemos ver las cosas más reducidas como por ejemplo que para una persona que esté sola, no sea tan importante el evento de San Valentín como para una que tenga pareja.



Esa es una de las cualidades de la mente humana, el hecho de que pueda magnificar o minimizar su realidad, las personas más sensibles e imaginativas suelen hacer esto con más o mayor frecuencia que aquellas que poseen una cognición no tan alta. Esta es la razón de porqué muchos de los grandes personajes de la historia han sido personas melancólicas o depresivas.

“El dolor y el sufrimiento son siempre inevitables para una gran inteligencia y un corazón profundo. Los hombres realmente grandes, creo, tienen una gran tristeza en la tierra.” Fiodor Dostoievski

La tendencia de usar el abanico de Alicia en los temas políticos es de lo que trata este ejercicio abstractivo, aunque puede aplicarse a otros campos. Las personas como Alicia quieren abrir la puerta y para eso requieren de una llave a la que no pueden acceder, deben “crecer “entonces para poder conseguirla, crecer de muchas formas, aquel crecimiento puede ser confundido con una malformación en su cognición, pero lo importante es crecer, llenarse de argumentos, a veces de argumentos falsos o simplemente inexistentes dejando no más las razones propias, los prejuicios, es como ver crecer la nube de una tormenta. Cuando estas personas que generalmente vemos por las redes sociales están allí dando sus argumentos en contra de algún movimiento, algún estatuto, alguna opinión, alguna persona en especial etc.,  están como Alicia, ostentando su gran tamaño, pero cuando ven que por más que hayan tomado en sus manos la llave no podrán acceder a la puerta, vienen las lágrimas, traducidas en el conflicto que hay en su mente respecto a su contrario, su némesis dentro de esta pugna ideológica. Entonces al suceso más simple, el movimiento más insospechado, cualquier cosa que haga su enemigo, esta persona que usó el abanico sufriendo una especie de dismegalopsia argumental, va a magnificarlo y lo va a plantear como una amenaza para todo el orbe, como si de la caja de Pandora se tratara. Uno de los ejemplos más clásicos de esto tiene que ver con los inmigrantes, cuando un país comienza a sufrir dicho fenómeno no tarda en aparecer estas personas con su “macropsia mental” para verlo como una amenaza, muchas veces obviando que gran parte de los problemas internos del país lo causan sus propios ciudadanos. En el caso de los políticos vemos como ellos magnifican el problema de las drogas ilegales para dirigir toda una onerosa contienda en contra de dicha problemática que si se analiza, no es tan grave como el consumo del alcohol ya legalizado.



Las razones de por qué muchas personas sean tan ágiles para crear estos “enemigos invisibles”, cuya raíz es la magnificación, se producen por varios motivos: por un lado pueden estar los intereses de dicha persona que es consciente de la importancia de influir acerca de ciertos temas o problemáticas, por otro lado tenemos lo que en psicología se conoce como disonancia cognitiva, producto de un conflicto ideológico interno. Sea cual fueren sus motivos, las personas que “agitan el abanico”, para luego hondear “las banderas de la discordia” suelen estar dentro de su propia burbuja o en nuestro caso, dentro de sus “pantallas”, batallando como soldados de las redes sociales.



La invitación mediante este escrito al público en general es, a que evitemos ahogarnos en un océano de lágrimas con problemas que no están ahí o que realmente no son tan graves como pretendemos interpretarlos o hacerles creer a la gente. Nuestro crecimiento personal y comunitario no debe ser tomado a la ligera, es un proceso que debemos estar observando detenidamente y que puede tomar años de nuestras vidas. A sí como nuestro cerebro está hecho para magnificar o peyorar las cosas, también es susceptible a creer a tientas en lo “insignificantemente grande” y lo “infinitamente pequeño”. También es importante entender que para lograr una “revolución social”, es decir un gran cambio en el caudal de nuestra sociedad, esto no dependerá solo de una mente o un pequeño colectivo, es una transformación que requiere de todos nosotros, sin excepción alguna. No lograr este consenso es como intentar abrir aquella puerta estrecha donde la grandeza humana no puede caber.



miércoles, 6 de febrero de 2019

EL PODER DE LAS PALABRAS - LA ESTUPIDEZ HUMANA NO EXISTE

Hasta hace poco no sabía la diferencia que hay entre entender y comprender, de hecho básicamente estos dos conceptos son lo mismo pero cuando miramos la etimología de cada uno de ellos nos damos cuenta que difieren en su grado. El entender es apenas un acercamiento a lo que tratamos de comprender, la comprensión viene a ser el objeto de ese entendimiento. El entendimiento puede llevarnos a interpretar una frase abstracta como esta de un poema de Jesús Lizano “A mí me gustan las personas curvas”, de la cual podemos sacar muchas interpretaciones pero solo la comprensión, (El objeto del entendimiento) nos llevará al objeto de la frase, la razón de su existir, su verdadera interpretación.



Nosotros como seres humanos nos podemos definir utilizando muchas referencias, si una persona no entiende o no comprende podemos calificar su inteligencia, la podemos tildar de “estúpida”, pero así como existen muchas maneras de identificarnos como seres humanos, también existen formas de “descalificarnos”. Por ejemplo solemos referirnos a una persona de poca inteligencia como “bruta”, “tonta” a una persona que hace “tonterías”, “idiota” a alguien que es desmedidamente ignorante etc. etc. Lo cierto es que esto, no son más que frases peyorativas, que existen de tiempos inmemoriales para insultar la inteligencia de cada uno de nosotros. NO existen personas brutas, estúpidas, idiotas o imbéciles, todos los seres humanos gozamos de inteligencia, existen otros elementos que pueden confundirnos y llevarnos equívocamente a emplearnos en dichos términos, situaciones o características dentro de la inteligencia de cada quien que generan un conflicto en el pensamiento, es decir cualquier cosa que pueda coartar el juicio lógico, una interpretación correcta, cualquier cosa que nos lleve a ejecutar un acto equivocado, en otras palabras la comprensión que tanto necesitamos.


Hasta hace unas décadas, pensábamos que la inteligencia humana era una sola, Charles Spearman postuló un factor bifactorial donde el predominante sería el conocido como “factor G”. La psicometría (ciencia que se encarga de medir la inteligencia) daría origen a los test de evaluación  siendo el principal aquel que determina el llamado IQ o coeficiente intelectual, el cual a lo largo de los años ha sido en muchos aspectos objeto de debates. Hoy en día con el surgimiento de la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner y la inteligencia emocional de Daniel Goleman se intenta ampliar el concepto que tenemos de la inteligencia, que como ya se mencionó antes se consideraba prácticamente única.  Hasta entonces e incluso aún muchas personas pensarán que “inteligencia solo hay una” pero lo cierto es que toda esta grandiosa estructura que compone el pensar está compuesta por muchos factores, eso lo podemos deducir si juntamos las dos teorías que han tomado gran auge en la psicología las últimas décadas.


Tanto los seres humanos como la gran mayoría de las especies animales poseemos la capacidad innata de aprender, el desarrollo de nuestras capacidades a través del aprendizaje, la abstracción y la experiencia es lo que conlleva a nuestra inteligencia, todos desarrollamos múltiples inteligencias a lo largo de nuestras vidas y el hecho de que no exista una proporcionalidad entre ellas es lo que nosotros percibimos como estupidez, ignorancia, retraso mental etc. Todos los descalificativos que imaginemos para ofender a una persona o burlarnos de ella.


Aunque ya se hayan definido modelos y existan algunos parámetros para medir la estupidez, (incluso para predecirla) podemos decir que la estupidez es la consecuencia de no tener la inteligencia necesaria para resolver cierto problemas o desenvolvernos en determinadas circunstancias. Aunque estos estudios como el del psicólogo Klaus Fiedler acerca de la “miopía metacognitiva” son bastante interesantes y bien fundamentados sería bueno como un ejercicio de respeto y comprensión recordar que todos los calificativos que derivan de la estupidez no hacen más que crear sesgos en nuestras relaciones, y como en esta caso estamos tratando de comprender el inmenso poder que tienen las palabras, la gran fortaleza que supone nuestro lenguaje, existe una noble intención de explicar porque no existe gente bruta, tonta, idiota, estúpida, bestia etc. Todos hemos desarrollado alguna de nuestras tantas inteligencia de una manera superior, todos tenemos la capacidad de desarrollarlas y en muchos casos ni siquiera sabemos que esto es una realidad, desconocemos nuestras capacidades, nuestros talentos simplemente porque no estamos por encima de un estándar cualitativo o por que no tengamos un P.D.H, así mismo incluso las personas más inteligentes nunca están exentas a cometer errores, a pasar de ser genios a “estúpidos” de momento. Esto se debe a la extraordinaria complejidad de nuestro cerebro humano y sus caídas estructurales. No porque nuestro cerebro posea más de un cuatrillón de conexiones sinápticas  esto signifique que sea perfecto.


Es fácil comprender el poema de Jesús Lizano, las personas curvas de las que el habla se refiere a la liberta del ser humano, la que tanto anhelamos alcanzar, solo si aprendemos a valorar el poder de nuestras palabras y la nobleza de nuestras acciones podremos acercarnos a esta percepción de la existencia.

El Factor Cero (Tx0)

  “La vida no tiene sentido, pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido” Albert Camus Los seres humanos no lo sabe...