jueves, 8 de octubre de 2020

MI MENSAJE A LA JUVENTUD



Jóvenes de ahora, jóvenes de siempre. Esta sociedad ha avanzado mucho en diversos aspectos de la vida pero en el fondo sigue siendo la misma, pareciera que no aprendemos de los errores del pasado. Jóvenes quiero que entiendan mi mensaje, que entiendan que para la sociedad actual ustedes no son más que receptáculos, botellas a las que hay que llenar para luego vaciar. Pues ustedes no son nada de eso, ustedes son vida, son como un árbol que florece y sienta sus raíces.

Desde que son pequeños les han acostumbrado a ver siempre lo malo, a juzgar de manera superficial, hacen de los prejuicios un hábito, todo esto alejado de la crítica que construye. Ver lo malo y criticar son cosas muy distintas. Cuando ustedes solo ven lo malo están viendo lo superficial, cuando miran solo lo superficial solo están observando la oscuridad de la noche.  La crítica en cambio, es la luz que los lleva por el sendero al interior del alma misma, al núcleo del pensamiento en el cuál convergen las diversas visiones de lo existente. Sus padres, amigos, profesores, las personas que ni siquiera conocen están encerradas dentro de este círculo, el circulo de solo mirar lo despreciable, lo malo, lo que fácilmente se puede depreciar, porque juzgar contrario a la crítica es simplemente colocar el juicio sin ningún argumento, sin profundidad, eso es ver lo malo, eso es despreciar.

Cuando estaban en la escuela o colegio sus compañeros los señalaron con apelativos, “etiquetas” como si fueran envases: el gordo, la fea, el tonto, o el “nerd”, no hacían otra cosa más que ver por encima, también sus maestros en parte lo hacían: aquel chico es inquieto, aquel muy perezoso, aquel no es muy listo, aquel es pendenciero, pocas veces lograban ver lo bueno que hay en ustedes, así fueran como los más grandes tesoros, escondidos.


Les digo que estas personas solo juzgan lo superficial porque siguen encerradas en el círculo del prejuicio, de juzgar lo que para ellos no es de su agrado, pero les digo jóvenes, no los “juzguen” por eso, abran los ojos y entiendan que son ustedes la generación que romperá con este círculo, estas personas que miran solo lo superficial, lo bonito, lo feo, lo malo, lo bueno, el claro del día y el oscuro de la noche no están más que equivocadas ¿Por qué no aprenden a mirar las cosas buenas de las que ustedes son poseedores? Precisamente por eso, nadie quiere ver lo buenos que son ustedes, salvo que pudieran sacar provecho de ello. A esto se llama IDENTIDAD, la identidad debe ser entendida como identificar, algo que está muy por encima de observar o ver, en este caso “identificar lo bueno”, cuando ves las cualidades, cuando ves las virtudes, las habilidades, los atributos etc., estás viendo lo bueno, cuando ustedes siguen a un artista de rock o hip hop lo siguen porque se sienten identificados con él, porque ven sus atributos, porque este artista infunde en ustedes sentimientos que les hace sentirse bien, que les empodera, los conlleva a sentirse seguros de sí mismos, de hecho cuando ustedes escuchan su música siente como esta se funde en sus cuerpos, consolidando el sonido y su frecuencia en una sola sintonía, ustedes se siente libres, ese es el poder que tiene el identificarse con alguien el de captar sus atributos, experimentan la libertad y el poder a través de esa “sintonización” con algo más grande, pero tengan cuidado porque esto también puede resultar peligroso.

Dado que casi todo el tiempo la sociedad los mantiene aprisionados, lejos de que logren percibir quiénes son realmente, de identificarse y aún mucho más de identificar a sus semejantes, en el camino por lograr esto que es tan necesario para ser ustedes mismos, para germinarse como seres humanos, a veces ustedes comenten el error de seguir a las personas equivocadas, gente que solo quieren sacar un provecho de ustedes, en ese camino solemos seguir a personas con las que nos identificamos pero estas personas en el fondo pueden ser malvadas y de alguna manera los llevara por la senda equivocada. Por eso jóvenes ustedes deben ser prudentes con los buenos discursos, deben cuidarse de todo aquello que por fuerza quiera imponer su voluntad por mucho que se esté de acuerdo con ella, deben guardarse sobre todo de las apariencias. Recuerden que en principio la sociedad quiere minimizarlos, quiere reducirlos a un sub-producto, no quieren que ustedes sean libres, no quieren que sean ustedes mismos.


En la tierra hay un tipo de interacción cuya principal base es el COMPARTIR, para eso estamos en la tierra, para compartir, porque el universo no es el ser individual, es el conjunto y por mucho que la sociedad de hoy nos intente mostrar lo contrario, la realidad es que estamos en un lugar compartido, un lugar que existe porque es para todos y por el cual todos juntos directa o indirectamente luchamos. Por mucho que una comunidad o un individuo nos parezca estar separados del objeto, la realidad es que todos somos uno, nadie, ningún ser en la tierra está exento de esta regla, “todos para uno y uno para todos” y como tal estamos compartiendo este maravilloso entorno, es lo que hacemos a diario cuando interactuamos con nuestro semejantes, nos unimos a ellos o nos separamos de ellos por cosas que compartimos. En eso consiste la interacción social, en compartir, y no tiene por qué ir más allá de eso. A diario ustedes comparten habitación con su familia o amigos, comparten el mismo medio de transporte, comparten una imagen, algún artículo o frase en internet, comparten tiempo con alguien que les agrada, comparten sus ideas y opiniones y desde luego también comparten sus diferencias cuando están en desacuerdo con alguien o argumentan. Pero es solo eso y nada más. Comparten sus mismos ideales con algún tipo de líder, sea político, religioso, un artista, un filósofo, un divulgador etc. Pero nada más, les hablo jóvenes con estas simples palabras de que las cosas no deben pasar de allí, del simple hecho de compartir, porque cuando ustedes pretenden más que compartir sus opiniones, ustedes se convierten en seguidores y el paso para llegar a ser fanático es muy corto. Ese es el peor error en el que ustedes como jóvenes suelen caer, convertirse en fanáticos.

Los fanáticos solo quieren imponer su razón, quieren transformar el mundo a su manera, quieren ser los poseedores de la verdad y como tal de las conciencias, los fanáticos construirán un mundo para ellos encima de los demás sin importarles nada, el fanatismo los enceguece, y ustedes si son inteligentes no querrán andar ciegos por el mundo. Con esto no estoy diciendo que dejen de admirar a las personas que siguen, con esto no digo que se rehúsen a formar una comunidad en torno a la admiración que suscita dicho sujeto, simplemente no se hagan fanáticos. El compartir ideas no los priva de compartir objeciones pero hacerse seguidores de ideas, de líderes, los puede llevar por el camino equivocado, al hacerse fanáticos dejarán de ser ustedes mismos, al entregarse ciega y apasionadamente a cualquier corriente, cualquier concepto, ideología etc. volverán a cerrar el círculo del prejuicio que es donde se encierra la ignorancia, la sumisión, la pasividad, el atavismo.

Tal vez esto se contradice, comprender por un lado que somos un conjunto y que el fanatismo nos puede dar una identidad dentro de ese conjunto pero no se engañen, porque los fanatismos generalmente terminan solo por beneficiar a una o un grupo de personas mientras les hacen creer que ustedes pertenecen a un todo, ¡Gran error! Porque están empoderando el egoísmo, el individualismo, el pensamiento pasivo, los están convirtiendo en unidades de un absoluto, en pocas ´palabras, en seres individualistas que comparte con otros individualistas, seres mecanizados y repetitivos, la luz brillará solo de afuera nunca de ustedes mismos.

viernes, 22 de mayo de 2020

¿Qué es el amor?


Una idealización del más imperioso de los sentimientos, de aquello que representa la mayor comunión entre todos los seres, la gracia, sacrificio y lealtad, a aquello que nos puede elevar hacia la gloria o hacernos descender al mismísimo infierno, aquello que por siglos ha sido el tema principal en innumerables obras y expresiones artísticas, a aquello que el hombre aún después de tantas batallas le cuesta alcanzar y por lo tanto se convierte en el más sublime ideal. Así es, se trata del amor, ese sentimiento que a veces, por no decir todo el tiempo, engaña. Le hemos puesto en un pedestal, le hemos “romantizado”, le hemos divinizado en dioses como Afrodita, Freyja, Hathor, hasta Eros que con sus flechas hirientes nos recordaba que el amor también duele. El amor por un dios llevó a un hombre a sacrificar a su propio hijo, así como Narciso enamorado de su propia imagen se arrojó a las negras aguas que tintaron su reflejo, el amor que ha hecho grande a cientos de hombres y mujeres a través de la historia, convertido en héroes arrobados por el amor a su patria, a su pueblo.


Pese a todas sus facetas el amor casi siempre se muestra en una sola. Es un sentimiento que hacemos grande porque infinito es el espacio de nuestra mente. A veces calla, a veces llora, a veces enloquece pero siempre, siempre parece sonreír. Las múltiples caras del amor se nos revelan con una distinción, tenemos por un lado el amor más primitivo, el que justamente da origen a la palabra en latín, amor viene de amm que es el prefijo que nos habla de la madre, el amor maternal es también el más primitivo y esencial porque la madre cuida a sus crías con amor incondicional. En varias especies animales las madres llegan a morir para que sus hijos vivan. Luego de este viene el amor paternal que sobresale mucho más en la especie humana. La madre alimenta y el padre protege, este amor de padres a hijos nace en la misma raíz del cerebro primitivo. Son precisamente ciertas sustancias en el cerebro la que generan este afecto inusitado de la madre o en algunos casos el padre hacia sus cachorros, de hecho es tan primitivo e instintivo que las madres llegan a matar a otras criaturas solo por proteger a sus crías. En el caso del amor paternal, los padres pueden matar a algunos de sus hijos para garantizar la subsistencia de la camada, claro está que en vez de “matar” podemos usar la palabra “sacrificio”, porque de eso se trata el amor de los padres, en un constante sacrificio y justamente el ser humano sacrifica muchas cosas de sí para poder criar a sus hijos. Pero ahí está el engaño, el amor de una madre por sus hijos está impelido no más que por su propia naturaleza primitiva.
El amor que precede al materno es el amor filial, el afecto de un filio, un “hijo”, el amor que se profesa hacia los padres. Para la fe cristiana, musulmana y judía es el más importante, porque es el amor a Dios el que le da su razón de ser al hombre. El amor filial obedece a la compensación del hijo hacia su madre o padre por el amor que estos le brindaron e hicieron posible su existencia, en muchos casos los hijos humanos no corresponden a sus padres como debieran, motivados por el poco afecto, maltrato o abandono que recibieron de ellos en su infancia. Como sea el amor filial responde al amor del padre o la madre, como un amor “compensado”, en el caso de la madre es más fuerte porque el vínculo se genera desde la gestación misma. Este amor se sustenta en la lealtad, el cariño, el respeto y la protección, en algunos casos incluso el sacrificio. Ambas formas de amor, filial y maternal son las formas más primitivas de afecto.


Luego de estos tenemos ahora el amor fraternal, el cual en el hombre se idealiza no solo en términos de hermanos sino también de comunidad, de raza, de pueblo y nación. El amor fraterno ya no se sostiene esencialmente en el sacrificio sino en el apoyo y la protección, pero este es limitado porque las condiciones culturales también son limitadas. Por años el eslogan de muchas campañas de estado fue el amor fraterno, “el amor al prójimo” como lo llamaría algunos, pero si bien podemos pertenecer a cierta comunidad o a un estado son muchas las condiciones que limitan ese amor, de hecho cuando se trata de convocar una unidad dentro de la nación, nos topamos con un choque ideológico y cultural que termina causando más división que fraternidad. Esta sociedad no necesita hermanos sino personas unidas a una misma causa (La causa de la felicidad,) la fraternidad hace la unión y no lo contrario. Nos cuesta ser hermanos aun perteneciendo a la misma raza humana. Es como si cientos de especies de aves se encontraran para iniciar su ciclo migratorio, por muchas que vuelen dentro de la bandada pocas o ninguna van a tomar la misma dirección.


El amor no menos importante y que hoy por hoy podríamos considerar “sobrevalorado” es aquel que nace en todos nuestros corazones juveniles, que nos hace soñar y ver el mundo de una manera tan colorida como si se tratara de una poderosa droga, es aquel que nos lleva hacia el idealismo más absurdo pero a su vez, emana como una cristalina fuente de inspiración y no por nada es el principal referente en la ficción bajo casi todas sus manifestaciones, es el amor al que erróneamente se le llama “romántico”, al cual es más acertado llamarlo “erótico”, pese a que esta acepción se enfoca hacia lo sexual, pero ¿Acaso no es lo sexual lo que predomina dentro del amor “romántico?
El amor de pareja, el mismo que como un invisible lazo atan a dos seres que profesan su amor, no es el amor más primitivo porque viene de un acto de “apareamiento”, muy alejado de lo que podríamos considerar verdaderamente amor, porque en principio no hay sacrificio, ni lealtad, ni cooperación, solo un acto donde se confrontan dos fuerzas distintas, bajo una causa nada consciente.


El amor erótico se sublima en toda una suerte de metáforas que son más propias de las otras formas de amor. La palabra “romance”, la misma que nos evoca “idilio” no es más que una tergiversación etimológica del mismo puesto que romance o romántico se refiere específicamente a la lengua que se hablaba en la antigua Roma, nada que ver con el amor más que su bifronte en palabra. El romanticismo justamente ha surgido en el siglo XVIII enfocándose más en el sentir humano y desde aquí se comenzó a asociar lo romántico con lo meramente erótico, aunque estos dos conceptos así como el agua y el aceite siempre han estado de alguna forma separados, seguramente por los tabúes de cada época.
El amor erótico está dentro de la misma fuente que genera toda clase de sustancias que nos muestra el mundo muy distinto a como lo percibimos cuando no estamos enamorados, cuando somos jóvenes y aún las flores de la sexualidad no han eclosionado, el amor se puede cautivar con una simple mirada, una sonrisa, cualquier gesto y belleza que se nos antoje divinos, apenas estamos descifrando el cantar de la naturaleza, es el sexo el que lleva este barco pero no lo sabremos hasta llegar a la adolescencia, cuando nuestra sexualidad despliegue sus pétalos y nos dé un atisbo del verdadero camino. Todo esto es muy hermoso, muy metafórico, no en vano los personajes Romeo y Julieta eran adolescentes, porque es en esta edad donde el ideal erótico llega a su cúspide más alta. Después con el pasar de los años vamos entendiendo, que toda esta empalagosa sinfonía de halagos, presentes, episodios románticos, ergo, también de desesperación y sufrimiento, de horas casi interminables donde la angustia podía poseernos, no era más que la trama dentro de aquella obra de teatro llamada “sexualidad”. Ese amor romántico, (amor erótico) siempre fue el actor con alas de Eros y máscara de Morfeo recitando sus diálogos a través de nuestro sentir, hablando con toda sinceridad e impulso de su corazón y mintiendo descaradamente con toda lucidez. Fuimos puros pero también hipócritas, solo estábamos en un terreno desconocido midiendo nuestras fuerzas con la persona que sería el “amor de nuestras vidas”. Tanto hombre y mujer cayeron en el engaño y luego vino el erotismo a arrebatar todo lo que el amor había creado, para dar el verdadero sentido de este, ¡el sexo!, ¡la reproducción!, de hecho todas aquellas grandes metáforas de la vida como lo son la lealtad, el sacrificio, la protección, el apoyo etc. todas vinieron a confluir dentro de este amor erótico que con los años pasó a convertirse en una “amistad” – hija única de todas las formas de amor – en donde el este sentimiento bajo sus otras formas se manifestaría en post de crear una descendencia.


Cuando se llega a cierta edad y se reflexiona tanto sobre esta gran episteme, es inevitable pensar que aquello que tanto llegamos a idealizar no son más que piezas dentro del juego de la naturaleza, el mismo que coloca como premio a la vida misma.


Por último viene al amor no menos importante pero que suele ser el menos valorado por así decirlo, porque la religión y algunas corriente filosóficas se encargaron de reducirlo como algo maligno o simplemente amoral,  es  el amor que parece discurrir en la post-modernidad hacia la cúspide de la pirámide de la nutrición afectiva, el ego suspicio, el Selbstliebe, el “amor así mismo” o como se le conoce en la psicología “autoestima”, que es el afecto que se tiene a su propio ser y naturaleza, el amor más esencial en todos los seres vivos, forjador de nuestro temple e identidad, que puede ser tan sano como enfermizo, -Ya de por sí toda forma de amor puede llevarnos a la locura misma-, pero este amor en especial que puede transformarse en egolatría, es en sí, una enfermedad en los tiempos modernos.
El amor propio dentro de la conducta animal es instintivo y obedece esencialmente al sentido de supervivencia, el amor propio en el ser humano obedece más a la autosatisfacción, en muchos casos podemos ver que el “amor al prójimo” podría bien ser producto de una baja autoestima o por lo contrario, un amor desmedido hacia sí mismo. Muchas personas que entregan su vida a un constante altruismo debe en muchos aspectos renunciar a sus propios placeres y defectos, así mismo una persona que demande una gran afectividad podría refugiarse dentro del altruismo y la filantropía (Como sucede con muchas personas famosas y adineradas) solo para complacer su ego y satisfacción.
¿Podría entonces el amor al prójimo ser producto de una abrumadora necesidad afectiva? En efecto, la “baja autoestima” bien nos puede llevar hacia un desmedido apego al sacrificio y la entrega a los demás o bien hacia un sentimiento egoísta que nos conduzca hacia el altruismo hipócrita que solo busca nuestra autosatisfacción moral, es aquí donde nuevamente vemos como el amor en su sutil encanto se disfraza nuevamente, el altruismo, la abnegación, el sacrificio, la filantropía etc. no serían más que el efecto de un profundo vacío emocional cuya principal motivación reside en el deseo de auto complacer.


Entonces ¿Podremos definir al amor como algo meramente engañoso? No necesariamente, el amor ha sido como tantas otras cosas llevado al grado de una virtud, tanto que llegamos a olvidar que simplemente el amor es parte de la materia y su mecánica, es una extensión del fenómeno que conocemos como vida, así como los hombres primitivos consideraban al sol una deidad omnipotente nosotros ponderamos nuestra conducta animal evolucionada como algo sublime y profundamente metafísico, tanto que construimos todo un sistema de reglas (que constantemente se rompen,) al que llamamos moral y pues la “doble moral” no es la ruptura de la misma sino la verdadera naturaleza de nuestro existir como seres humanos. Nosotros quebrantamos las normas y leyes constantemente porque precisamente nosotros como sociedad, como comunidad, cultura, como estado etc. tenemos que vivir a la sombra de un “monstruo” bicéfalo, una cabeza que representa nuestra naturaleza instintivamente egoísta y otra cabeza que pugna con esta a través de las normas y la autoridad.
Y me preguntarán ¿Hay algo de malo en eso? No, siempre y cuando el potencial de nuestras mentes non nos lleve a idealizar al extremo cosas que bien pueden ser comprendidas entendiendo la naturaleza primitiva de nuestro comportamiento.
 Para matizar todo esto que representa el amor como un sutil engaño, incluso a sabiendas que yo mismo he caído en la cuestión de “idealizar” a través de esta reflexión, el amor obedece siempre al placer, el placer es la forma de engaño más grande que tiene la vida para su fin, solo piensen en las tornasoladas y hermosas plumas del pavo real, el placer surgió para compensar la dificultad que representa el vivir y también de la existencia, la vida a través del placer busca someternos a su designio incluso llevándonos a cometer los más grandes horrores (Y todo bajo el designio del Selbstliebe.)  El amor hace parte de esta cadena y por lo tanto siempre nos seguirá pareciendo un engaño o la mayor de todas las virtudes humanas.

sábado, 2 de mayo de 2020

La música: El diálogo Apolinio entre el ser y la armonía



Hoy en día la música parece haber perdido un gran valor estético y lírico, y aunque el interés de este escrito no está en discutir las razones de por qué está sucediendo esto, es importante conocer y ahondar en una de las principales razones, que nos servirá de punto de partida para entender el porqué del interés y la importancia de la música en nuestra existencia.



Actualmente podemos encontrar muchísima música ya que los medios tecnológicos no solo han favorecido su divulgación sino también su producción. Si bien aún contamos con trabajos de calidad en muchos géneros y sub-géneros vale la pena diferenciar la música como clasificada y desclasificada. La primera vendría a ser la música tanto de antaño como la nueva que ya tiene cierta clasificación, es decir que de una u otra manera, todos conocemos, distinguimos o compartimos. La segunda vendría a ser la música desclasificada que quiere decir que está por descubrirse, la que la mayoría de gente desconoce ya sea porque no se ignora su autor o simplemente no se ha divulgado por cuestiones de tiempo, espacio, medios etc.
La música clasificada es aquella que el lector puede escuchar y alguien en otra parte del planeta puede decirle a qué autor pertenece y en efecto si usted va a consultar más datos sobre dicha canción no solo va a saber cuándo se compuso sino también a qué género o sub pertenece.
La música desclasificada por lo contrario es aquella que usted bien pasa por alto la mayor parte del tiempo por cualquiera de las múltiples razones que existan, es por eso que esta música se le puede considerar también como “música por desclasificar” porque es prácticamente desconocida y solo llegamos a ella por simple casualidad o por estudio e indagación.


La razón por la que se clasifica la música en estos dos órdenes es para entender como  la música está íntimamente enlazada no con la vida de las personas sino con su existencia. La música hace palpable esa existencia porque entre sus múltiples cualidades encontramos la identidad, y no solo la identidad subjetiva sino la identidad humana como tal.


Como lo mencioné al principio la música de hoy a perdido estética y lirica pero solo en apariencia porque aún se sigue produciendo buena música, lo que sucede es que mucha de esta es desclasificada (Incluso la que solía estar clasificada) y por ende son muy pocas las personas que pueden gozar de ella.
Una de las razones entre tantas que hay de por qué no encontramos a esta buena música “por clasificar” es precisamente por su contraparte, y es aquí donde encontramos la razón de ser de este ensayo.


Existen muchas razones por las que escuchamos música, primordialmente porque se trata de algo subjetivo, pero hay muchas más de por qué no lo hacemos, en primer lugar está el componente geográfico, el lugar donde residimos por obvias razones influye en gran parte en el tipo de música que escuchamos. De aquí podemos trazar un punto de partida en el que se despliegan varias razones para determinarlo, entre ellas está el núcleo familiar, el nivel económico y cultural, el paradigma social, el medio ambiente etc.
Así se determina que la experiencia intrínseca de la música se contrapone a la experiencia real, la primera determinada por subjetividad de cada ser humano y la segunda por su entorno. En este ensayo vamos a tratar la experiencia subjetiva primordialmente y su relación exógena con el medio, la que determina el por qué escuchamos música y no en general sino un tipo específico, que a su vez nos llevará a la respuesta de la cuestión inicial.


Siempre me he considerado un amante de la música, puedo apreciar prácticamente cualquier género, desde pequeño he escuchado música popular hasta música clásica. Hay muchas personas que afirman que el hecho de apreciar múltiples géneros musicales se debe a un desarrollo especial de la inteligencia (Inteligencia musical) de hecho no solo la escucho sino también tengo nociones para producirla. Ese desarrollo intelectual acerca de la música es lo que coloquialmente se conoce como “buen oído”. El “buen gusto” por la música también obedece a este aprecio especial que se tiene a esta forma de arte. Los estudios a lo largo del tiempo han demostrado que escuchar música con una variedad compleja de matices e interpretaciones como la música clásica se relacionan con un mayor nivel intelectual, mientras que géneros más populares y con bases rítmicas y armónicas más simples como el popular “reguetón” se relaciona con coeficiente de intelecto más bajo. Esto apenas es un estudio y se cita sin ánimo de ofender a las personas. Nos damos cuenta entonces que el primer factor que determina nuestra inclinación hacia la música es intelectual.


La complejidad musical puede ser apreciada por una mente inteligente porque la música es abstracción pura, es como apreciar obras de pintores como Humberto Boccioni o de Zao Wou-ki. Boccioni plasma en sus cuadros figuras que se entrelazan hasta fundirse como si estuviera retratando la raíz misma del constructo mental, es decir el justo momento en que se conecta la nada con lo existente, mientras que Zao retrata en sus lienzos de forma puramente abstractiva y magistral los estados emocionales. De esta forma la música también es comprendida, por una abstracción que está mucho mejor adaptada que el campo visual humano y entre más compleja sea la composición musical, más requiere de la abstracción de una mente dotada.
Por otro lado tenemos la lírica que también puede encerrar cierta complejidad aunque por regla general se suele recurrir a una narrativa más bien simple, para hacer la música asequible y agradable. Podemos encontrar así, en muchos géneros musicales que no son tan complejos como la música pop, letras con una profundidad epistemológica. Algunas personas se decantan más por este tipo de abstracción dentro de esto género artístico, de hecho a partir de estas apreciaciones podemos definir a los oyentes tanto melómanos como no melómanos. Están por un lado los oyentes que aprecian mucho la estética musical, estas personas suelen inclinarse más hacia la música de cámara, la música instrumental o la música de sesión como el jazz o el blues, aunque también gustan de género cantados pero siempre les atrae más la música como estructura que como lírica. En su contraparte están los oyentes que aprecian más la lírica, esto es que gustan más del contenido lírico, el mensaje, la literatura misma de la música, estas personas suelen preferir las canciones por encima de la música más abstracta y así mismo gustan de la poesía, las buenas historias y los mensajes profundos. Solemos encontrar también  a los oyentes que aprecian tanto la estructura musical como la lírica.
Hay personas que simplemente escuchan música y aprecian esta debido a varios factores sociales y geográficos principalmente (De los factores emocionales hablaré más adelante.) Factores sociales como la moda, determinan en gran parte la música que escuchan algunas personas, especialmente los jóvenes que se decantan por ritmos más modernos porque son los que más se escuchan en la radio y por lo tanto suelen ser los más “clasificados”.  El factor geográfico influye enormemente ya que las personas aprecian más la música que se produce dentro de su región o su raíz cultural. Todos estos factores, tanto intelectuales como los del medio son determinantes a la hora de que exista música clasificada y desclasificada.



EL FACTOR EMOCIONAL, EL LAZO DEFINITIVO ENTRE MÚSICA Y EXISTENCIA
Música y existencia se entrelazan en un vaivén donde juntos flotan en un espacio brillante, vívido y lleno de armonía, las sensaciones nos arroban, nos dejamos llevar por la música como la cipsela se deja llevar por el viento. La música se funde en nuestra alma tanto que nos hace sentir que vivimos más allá del todo, nos hace trascender y nos llena de sensaciones puras que matizan el acto mismo de la existencia. La música pareciera transportarnos a otro plano, a otra dimensión, es por eso que muchas culturas se valieron de la música para alcanzar estados trascendentales, pero la música también es como un navío donde viajan nuestras emociones, primero se van por su cauce cual si fuera un río hasta llegar al mar donde cielo y tierra confluyen, podemos saltar de él y quedar suspendidos en su agradable tibieza, bien si el océano es manso o bien si está en turbulencia, agitando nuestras sensaciones, haciendo vibrar nuestro sentir en una sola frecuencia, en armonía única.




Hace un tiempo descubrí algo con cierta frustración, escuchando varios géneros musicales noté que siempre había una motivación especial para escuchar música en específico. En efecto tantos años admirando la música en casi todos sus estilos y formas  me di cuenta que en sí no era el amor por la música como una entidad propia con cuerpo y alma lo que me motivaba a escucharla, había una razón muy importante que venía dentro de mi existencia. Vi entonces como se oscurecía de a poco este panorama cuando me daba cuenta que no era en sí la estructura o la complejidad de su mensaje lo que me llamaba sino porque esta se convertía en un vehículo inmediato de mis emociones. Dicha idea se me reveló cuando en ciertas temporadas me inclinaba a escuchar música pop que contuviera cierto aire oscuro, y en otras ocasiones quería escuchar canciones de salsa que se caracteriza por su matiz alegre. Desde muy joven aprecié el género conocido como heavy metal y a veces me aterraba el pensar que duraba mucho tiempo pasando de largo esa música, que incluso a veces me podría causar cierto desprecio. Es así como me di cuenta que una de las razones fundamentales por la que escuchamos música (Si acaso esta no será la principal) tiene que ver con la vivencia y sus dos factores recíprocos, experiencia y emociones, es lo que nos lleva a preferir ciertas canciones o géneros musicales. En efecto porque el hecho de que se aprecie solo una obra tan solemne y “clasificada” como la novena sinfonía de Beethoven no necesariamente nos dice que nos guste la música clásica, de la misma manera que una persona con “buen oído” podrá no gustarle cierto género musical (como el jazz por ejemplo) pero es plenamente consciente que se trata de un excelente género musical. Esto tipo de apreciación ambivalente y subjetiva que bien hace parte de todo este entramado por el gusto musical, tiene como origen los estados emocionales.


Volviendo a mi experiencia personal me he dado cuenta que las emociones responden a la música de una forma casi excepcional y es en la vivencia donde concretamos los géneros o composiciones que determinarán nuestro gusto musical por el resto de nuestras vidas. Esto a su vez explicaría porque existe tanta música “desclasificada”. Como lo dije anteriormente puedo apreciar cualquier tipo de música desde la más simple a la más colorida y compleja, pero será muy poca la música que logre quedarse en mi corazón, es decir, la que logre crear ese puente entre el medio y la existencia, aquel lazo íntimo germen de grandes emotividades, aquel que también constituye parte fundamental de nuestra identidad, de lo que somos tanto personal como culturalmente. Esto es lo que ha oscurecido un poco mi ambiente frente a la música porque siempre había creído que lo que amaba en verdad era la música tanto en su estructura como su composición literal, pero por mucho que encuentre música excepcional, creada con gran maestría y dotada de un mensaje muy poderosos esta música se quedará siempre relegada por la música “clasificada”, la que ya está tan dentro de mí que es muy difícil olvidar, porque representa esa parte de mí que era solo vacío, estas composiciones a lo largo de mis vivencias han logrado llenar para conformar el ser que soy ahora, mi existencia. Por eso es muy importante la música en los primeros años de nuestra vida, más exactamente desde los 7 años hasta finales de la adolescencia porque es en este periodo que se estructuran las bases cognitivas y emocionales que nos ligan a la música. Todo esto de mano de la vivencia, que no es otra cosa que las experiencias a través de las emociones y su inmediato vínculo con las obras artísticas (En especial el género que se trata en este ensayo) Se han marcado de tal forma en nuestras almas que es muy difícil prescindir de ellas, siempre querremos escucharlas, siempre anhelamos repetirlas y evocar las sensaciones que rodearon dichas obras con los parajes de nuestras experiencias, nuestras vivencia, nuestra vida.
Cuando escuchamos a una agrupación nueva, una obra o estilo musical nuevos etc., por muy buenos que sean, por muy complejos y profundos que sean, si no logran imbricar aquel lazo al que yo llamaría un “diálogo Apolonio entre el ser y la música”, podría condenarse a ser música desclasificada, para que esto se logre la música tiene que volverse vivencia, tiene que hacer parte de algún tipo de experiencia que haga trascender y así evocarla para siempre, que forme parte de nosotros, de nuestra nuestro pasado, presente y expectativa.



Todo lo mencionado en esta última parte del ensayo es el componente emocional ligado al gusto musical de cada ser, el que desde un principio he determinado como algo no tan aliciente, que raya dentro de la angustia misma, pero si bien para aquellos que apreciamos desde lo más ínfimo de este maravilloso arte que es la música puede parecer algo negativo, no olvidemos que independientemente del oyente que seamos, la música siempre va a formar parte de nuestras vidas, dándole el sentido y belleza que solo el universo puede proporcionar a la existencia misma.


jueves, 9 de abril de 2020

Guerras ideológicas, el "divide et impera" de las redes sociales


Gracias a la tecnología y la enorme demanda en el uso de las redes sociales hoy en día ha cambiado radicalmente la manera como obtenemos información, pudiendo acceder a ella de una forma más fácil y menos “controlada”, como no ocurría antes cuando los únicos medios eran de radiodifusión o impresos.


Las redes sociales han permitidos no solo recibir esa información sino también la posibilidad de cuestionarla y debatirla, es por eso que hasta el día de hoy, internet ha revolucionado la forma en que la sociedad construye su pensamiento.
Esto en principio parece muy positivo pero también puede resultar bastante contraproducente, teniendo en cuenta que estas redes sociales pueden ser, al mismo tiempo, vulneradas sometiéndose a una vigilancia sin rostro, que es prácticamente imperceptible.



El monopolio que tienen las empresas de internet respecto a las redes sociales ya representa un peligro como ya lo ha advertido el ingeniero informático Jaron Lanier y es que dentro de uno de sus diez argumentos para dejar de usar las redes sociales, resalta el primero que asevera; “Las redes sociales están haciendo perder el libre albedrío”
El filósofo coreano Byung Chul-Han que ha logrado conceptualizar de forma magistral lo que es la sociedad posmoderna,  -la de las redes sociales -  en su libro “La sociedad de la transparencia”, nos habla de cómo el ser humano ha pasado de ser superficial a un individuo transparente donde lo único que le importa es “exhibirse”, citando una brillante analogía de “peces en una pecera” en donde estamos confinados dentro de una “temporalidad transparente” y un sinsentido donde nos llevan a hacer lo mismo cada día mientras somos observados.



Cabe añadir que dentro de toda esta exposición casi sinsentido e irresponsable, que como el mismo Han lo afirma en donde sentimos placer tanto por vigilar como por ser vigilados (Vigilancia recíproca) y donde comenzamos a perder de apoco nuestro “libre albedrío”, las redes sociales nos están convirtiendo en presa fácil de la “cooptación”, la misma que nos lleva al absurdo del fanatismo.



Antes  que nada debemos entender que como nunca antes en la historia, estamos expuestos a un enorme flujo informativo que ya muchos filósofos e informáticos han anunciado, hace parte de la trampa en la que cae el cerebro para bloquear su capacidad de raciocinio. Este exceso de información nos lleva a creer que el saber es lo absoluto, colocándose por encima del razonamiento, las objeciones, la crítica etc.
La práctica conocida como “zombie scrolling” es básicamente un auto bombardeo de información e imágenes que son propiamente de las redes sociales en donde siempre buscamos alguna cosa de interés.



Cuando una persona comienza a deslizar todo el contenido que le ofrece las redes sociales, varias sustancias relacionadas con la adicción, fluyen dentro de su cerebro sin que ella lo note, de manera que las redes sociales tienen primordialmente un efecto similar a una droga psicoactiva. Y cuando el cerebro se expone a miles de imágenes a través de estas plataformas, es posible que a ciertos intervalos de tiempo, el cerebro tenga la imperiosa necesidad de “descargarse” de dicho contenido para evitar un colapso, por eso es que estas prácticas nos convierten en personas mucho más distraídas, incapaces de conectarnos a un solo objeto. De aquí parte la razón de por qué las redes sociales sesgan nuestra capacidad de raciocinio.
El mismo Aldous Huxley ya vaticinaba que un exceso de información – como la que hoy se está viviendo -  Acaecería en la pasividad.



Desde luego, todo esto ha influido enormemente en la forma de que se hace política hoy en día, de hecho el mismo Lanier asevera que las redes sociales “no permiten hacer política”, precisamente por esa pasividad, hemos anulado parcialmente las fuerzas que mueven la política de estado y es aquí donde encontramos uno de los mayores peligros para la sociedad actual. La política solo ha convertido en un asunto de discusión, de debate, se ha enredado dentro del discurso ideológico y ha dejado parcialmente de fungir su verdadera utilidad.




Se puede decir que muchas de las personas que no vivimos este “boom informático” cuando éramos niños, tenemos una ventaja en cuanto a razón frente a los jóvenes que han sido absorbidos por el encanto de las redes sociales, por páginas y aplicativos que ofrecen contenido multimedia. Es poco alentador ver que los niños de ahora se están convirtiendo en consumidores del potente contenido audiovisual que invade las redes y demás plataformas, están a merced de un nuevo control de orden mediático similar al que se vivió con la “omnisciente” televisión hace unas décadas.




Las redes sociales se han convertido  por excelencia en la plataforma ideal para ejercer  proselitismo, sobre todas aquellas personas que tengamos acceso a la misma, pero a diferencia de la antigua “propaganda”  política, existe la posibilidad de conocer más a fondo los intereses de cada individuo, de manera que resulta mucho más fácil cooptarlo. Todo esto se debe al gran avance en procesamiento de los equipos y los algoritmos informáticos.



Los botones de “me gusta” tienen una doble función: una tiene que ver con el “conductismo” y la otra con el envío información personal a la poderosa máquina computacional de las redes sociales. De manera que si reiteradamente damos “like” a determinado contenido, los algoritmos informáticos van a traducir dichos impulsos en información que a su vez enviará de vuelta información relacionada con su previo análisis.
Por ejemplo, cuando damos like a cierto contenido en Twitter (La plataforma política por excelencia,) inmediatamente este a través de su algoritmo nos enviará un conjunto tanto de información como de personas, empresas o instituciones que se relacionen con dicho contenido. Hasta este punto muchos se preguntarán ¿Qué tiene de malo esto si se tratan de cosas de nuestro interés? El problema está primero en la sobrecarga de información antes mencionada y segundo en la imposibilidad a las que quedamos maniatados a dicha información, sin posibilidad de confrontarla, de esta manera vamos perdiendo el libre albedrío porque de apoco vamos siendo cooptados dentro de una corriente (La corriente del algoritmo,) como la hoja de un árbol cayendo sobre el río.



Cuando Twitter o Facebook logra emparejar sus algoritmos dentro de una misma corriente sin darnos cuenta ya estamos encerrados dentro de su burbuja, recibiendo a diario solo la información que nos interesa, la comunidad nos ha encerrado dentro de la unidad, la misma que  Byung Chul-Han relaciona con su sociedad “pornográfica”, a la que solo le interesa el “placer inmediato y cercano”, que nos bombardea con solo las cosas que nos gusta convirtiéndonos en seres iguales y repetitivos.



Si solo se trataran de gustos, afinidades o hobbies tal vez no habría mucho problema, el gran peligro está cuando esa corriente es política.
Gracias a la magia de estos algoritmos, los políticos se han aprovechado para crear unidad y convertirla en algo divisible y manipulable. Una unidad que es tan fácil de quebrantar porque sobre la misma cae una lluvia de información día tras día y porque, como muchos críticos de la redes sociales han apuntado, una sociedad de opinión no hace más que perder su potencial creativo y productivo, un individuo al que se la acostumbra solo a opinar o en su defecto a informar a otros, está al mismo tiempo convirtiéndose en un ser pasivo al que solo le queda reaccionar mediante la interacción con el algoritmo.
Además de esto aquellos que están detrás de la política han sabido muy bien manipular estas debilidades, haciéndose de aliados estratégico en las redes, ya sea en grupos conocidos como como “bodegas” o individuos a los que llaman “influencers”, estas personas no solo se encargan de crear o impulsar tendencias sino que en muchas ocasiones no hacen más que difamar o generar información falsa o sin argumentos. Esto último hace parte de lo que se conoce como “propaganda negra”.



Cuando nos sometemos al inmediato y respectivo bombardeo de información por parte de estas bodegas o influencers, y cuando a su vez y casi sin premeditarlo nos hacemos cómplices de su propaganda al dar el “me gusta” y compartirlo, no solo estamos prolongando la cadena si no que estamos abarrotando la jaula, confinándonos a un encierro pasivo donde solo existe la individualidad disfrazada de “paradigma social”, donde gozamos de la falsa ilusión de que formamos parte de un colectivo solo por compartir ciertas ideas e intereses (Cuando la realidad es que somos el colectivo por lo que “somos” y por lo que hacemos no por lo que pensamos.) Es así como nos hemos negado a la realidad extrínseca del mundo, como hemos fallado a la verdad al no aceptar que son cadenas las que nos atan y es una jaula la que nos encierra, la misma que nos separa de la verdad universal, la que es de todos.
A parte de esto, los temas polémicos nos inmersa en un campo de batalla con enemigos invisibles, que hacen parte de una entidad impalpable, aquella que se identifica dentro de nosotros como imágenes, que no son más que “comparaciones”, las cuales para el filósofo Soren Kierkegaard no son más que “preocupaciones”, las mismas que arrebatan la espontaneidad al sujeto palpable.



Y es así que creamos guerras dentro de este campo de batalla político, ideológico y religioso, es así que nos dividimos como sujetos de toda la objetividad del ser humano. Los políticos y quienes están detrás de ellos saben que llevarnos a una guerra, a una constante divergencia, una incesante auto rebelión en la que cada individuo pugna por sostener su realidad, su forma de pensar, sus creencias ante los demás, es la mejor forma de mantener al sujeto aislado, porque todo esto está disfrazado de actos, el calor del debate es tan cálido y revitalizante como el calor que proporciona el movimiento, el ejercicio, el trabajo. Todo esto está sumergido en una falsa inquietud que se traduce como un verdadero acto, que se disfraza de accionar.
Pero no es más que un sujeto pasivo, alebrestado por las maquinarias políticas que ríen mientras se estrella contra los demás y se da golpes en los barrotes mientras son observados por estas personas, estas asociaciones quienes en verdad son los que llevan a cabo las empresas, los que ejecutan los planes, los que ponen el dedo en el gatillo.



El gran problema de ser conducidos como un hato de ovejas a través de la manipulación mediática de las redes sociales, es que tarde o temprano terminaremos negando la realidad, porque el fanatismo al que nos conducen se encuentra bien mimetizado. Nos hemos convertido en fanáticos porque los investigadores, los influencer, las bodegas etc. nos han inundado con su contenido y lo hacen de una manera tan convincente y aparentemente transparente que es difícil ya no creer en otra cosa, el sesgo nos ha negado la verdad, la verdad como dije, producto de la humanidad entera. Este “libre albedrío” ya no es libre, porque nos han confinado dentro de dos, tres o quizás más corriente, somos conducidos por un solo camino, el que hemos elegido seguir, solo escuchamos la verdad que queremos escuchar (Que nos quieren hacer escuchar.)
 Seguir a tientas a los líderes políticos es dar un paso hacia la nada, la nada del fanatismo que conduce al absolutismo.



El fanatismo niega la realidad y convierte a la verdad en dogmatismo, donde el fuero se transforma en prejuicio y la crítica destruye la identidad, ambos son factores en la construcción de falacias, ambos son raíces de tiempo tiránicos.
El absolutismo ideológico centra todas sus fuerzas en un solo partido o un líder llevando al desastre político. La libertad, los derechos civiles y el bienestar humanos tendrán nuevas cadenas. Las cadenas tejidas de redes negarán la existencia del ser humano.

El Factor Cero (Tx0)

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