sábado, 2 de mayo de 2020

La música: El diálogo Apolinio entre el ser y la armonía



Hoy en día la música parece haber perdido un gran valor estético y lírico, y aunque el interés de este escrito no está en discutir las razones de por qué está sucediendo esto, es importante conocer y ahondar en una de las principales razones, que nos servirá de punto de partida para entender el porqué del interés y la importancia de la música en nuestra existencia.



Actualmente podemos encontrar muchísima música ya que los medios tecnológicos no solo han favorecido su divulgación sino también su producción. Si bien aún contamos con trabajos de calidad en muchos géneros y sub-géneros vale la pena diferenciar la música como clasificada y desclasificada. La primera vendría a ser la música tanto de antaño como la nueva que ya tiene cierta clasificación, es decir que de una u otra manera, todos conocemos, distinguimos o compartimos. La segunda vendría a ser la música desclasificada que quiere decir que está por descubrirse, la que la mayoría de gente desconoce ya sea porque no se ignora su autor o simplemente no se ha divulgado por cuestiones de tiempo, espacio, medios etc.
La música clasificada es aquella que el lector puede escuchar y alguien en otra parte del planeta puede decirle a qué autor pertenece y en efecto si usted va a consultar más datos sobre dicha canción no solo va a saber cuándo se compuso sino también a qué género o sub pertenece.
La música desclasificada por lo contrario es aquella que usted bien pasa por alto la mayor parte del tiempo por cualquiera de las múltiples razones que existan, es por eso que esta música se le puede considerar también como “música por desclasificar” porque es prácticamente desconocida y solo llegamos a ella por simple casualidad o por estudio e indagación.


La razón por la que se clasifica la música en estos dos órdenes es para entender como  la música está íntimamente enlazada no con la vida de las personas sino con su existencia. La música hace palpable esa existencia porque entre sus múltiples cualidades encontramos la identidad, y no solo la identidad subjetiva sino la identidad humana como tal.


Como lo mencioné al principio la música de hoy a perdido estética y lirica pero solo en apariencia porque aún se sigue produciendo buena música, lo que sucede es que mucha de esta es desclasificada (Incluso la que solía estar clasificada) y por ende son muy pocas las personas que pueden gozar de ella.
Una de las razones entre tantas que hay de por qué no encontramos a esta buena música “por clasificar” es precisamente por su contraparte, y es aquí donde encontramos la razón de ser de este ensayo.


Existen muchas razones por las que escuchamos música, primordialmente porque se trata de algo subjetivo, pero hay muchas más de por qué no lo hacemos, en primer lugar está el componente geográfico, el lugar donde residimos por obvias razones influye en gran parte en el tipo de música que escuchamos. De aquí podemos trazar un punto de partida en el que se despliegan varias razones para determinarlo, entre ellas está el núcleo familiar, el nivel económico y cultural, el paradigma social, el medio ambiente etc.
Así se determina que la experiencia intrínseca de la música se contrapone a la experiencia real, la primera determinada por subjetividad de cada ser humano y la segunda por su entorno. En este ensayo vamos a tratar la experiencia subjetiva primordialmente y su relación exógena con el medio, la que determina el por qué escuchamos música y no en general sino un tipo específico, que a su vez nos llevará a la respuesta de la cuestión inicial.


Siempre me he considerado un amante de la música, puedo apreciar prácticamente cualquier género, desde pequeño he escuchado música popular hasta música clásica. Hay muchas personas que afirman que el hecho de apreciar múltiples géneros musicales se debe a un desarrollo especial de la inteligencia (Inteligencia musical) de hecho no solo la escucho sino también tengo nociones para producirla. Ese desarrollo intelectual acerca de la música es lo que coloquialmente se conoce como “buen oído”. El “buen gusto” por la música también obedece a este aprecio especial que se tiene a esta forma de arte. Los estudios a lo largo del tiempo han demostrado que escuchar música con una variedad compleja de matices e interpretaciones como la música clásica se relacionan con un mayor nivel intelectual, mientras que géneros más populares y con bases rítmicas y armónicas más simples como el popular “reguetón” se relaciona con coeficiente de intelecto más bajo. Esto apenas es un estudio y se cita sin ánimo de ofender a las personas. Nos damos cuenta entonces que el primer factor que determina nuestra inclinación hacia la música es intelectual.


La complejidad musical puede ser apreciada por una mente inteligente porque la música es abstracción pura, es como apreciar obras de pintores como Humberto Boccioni o de Zao Wou-ki. Boccioni plasma en sus cuadros figuras que se entrelazan hasta fundirse como si estuviera retratando la raíz misma del constructo mental, es decir el justo momento en que se conecta la nada con lo existente, mientras que Zao retrata en sus lienzos de forma puramente abstractiva y magistral los estados emocionales. De esta forma la música también es comprendida, por una abstracción que está mucho mejor adaptada que el campo visual humano y entre más compleja sea la composición musical, más requiere de la abstracción de una mente dotada.
Por otro lado tenemos la lírica que también puede encerrar cierta complejidad aunque por regla general se suele recurrir a una narrativa más bien simple, para hacer la música asequible y agradable. Podemos encontrar así, en muchos géneros musicales que no son tan complejos como la música pop, letras con una profundidad epistemológica. Algunas personas se decantan más por este tipo de abstracción dentro de esto género artístico, de hecho a partir de estas apreciaciones podemos definir a los oyentes tanto melómanos como no melómanos. Están por un lado los oyentes que aprecian mucho la estética musical, estas personas suelen inclinarse más hacia la música de cámara, la música instrumental o la música de sesión como el jazz o el blues, aunque también gustan de género cantados pero siempre les atrae más la música como estructura que como lírica. En su contraparte están los oyentes que aprecian más la lírica, esto es que gustan más del contenido lírico, el mensaje, la literatura misma de la música, estas personas suelen preferir las canciones por encima de la música más abstracta y así mismo gustan de la poesía, las buenas historias y los mensajes profundos. Solemos encontrar también  a los oyentes que aprecian tanto la estructura musical como la lírica.
Hay personas que simplemente escuchan música y aprecian esta debido a varios factores sociales y geográficos principalmente (De los factores emocionales hablaré más adelante.) Factores sociales como la moda, determinan en gran parte la música que escuchan algunas personas, especialmente los jóvenes que se decantan por ritmos más modernos porque son los que más se escuchan en la radio y por lo tanto suelen ser los más “clasificados”.  El factor geográfico influye enormemente ya que las personas aprecian más la música que se produce dentro de su región o su raíz cultural. Todos estos factores, tanto intelectuales como los del medio son determinantes a la hora de que exista música clasificada y desclasificada.



EL FACTOR EMOCIONAL, EL LAZO DEFINITIVO ENTRE MÚSICA Y EXISTENCIA
Música y existencia se entrelazan en un vaivén donde juntos flotan en un espacio brillante, vívido y lleno de armonía, las sensaciones nos arroban, nos dejamos llevar por la música como la cipsela se deja llevar por el viento. La música se funde en nuestra alma tanto que nos hace sentir que vivimos más allá del todo, nos hace trascender y nos llena de sensaciones puras que matizan el acto mismo de la existencia. La música pareciera transportarnos a otro plano, a otra dimensión, es por eso que muchas culturas se valieron de la música para alcanzar estados trascendentales, pero la música también es como un navío donde viajan nuestras emociones, primero se van por su cauce cual si fuera un río hasta llegar al mar donde cielo y tierra confluyen, podemos saltar de él y quedar suspendidos en su agradable tibieza, bien si el océano es manso o bien si está en turbulencia, agitando nuestras sensaciones, haciendo vibrar nuestro sentir en una sola frecuencia, en armonía única.




Hace un tiempo descubrí algo con cierta frustración, escuchando varios géneros musicales noté que siempre había una motivación especial para escuchar música en específico. En efecto tantos años admirando la música en casi todos sus estilos y formas  me di cuenta que en sí no era el amor por la música como una entidad propia con cuerpo y alma lo que me motivaba a escucharla, había una razón muy importante que venía dentro de mi existencia. Vi entonces como se oscurecía de a poco este panorama cuando me daba cuenta que no era en sí la estructura o la complejidad de su mensaje lo que me llamaba sino porque esta se convertía en un vehículo inmediato de mis emociones. Dicha idea se me reveló cuando en ciertas temporadas me inclinaba a escuchar música pop que contuviera cierto aire oscuro, y en otras ocasiones quería escuchar canciones de salsa que se caracteriza por su matiz alegre. Desde muy joven aprecié el género conocido como heavy metal y a veces me aterraba el pensar que duraba mucho tiempo pasando de largo esa música, que incluso a veces me podría causar cierto desprecio. Es así como me di cuenta que una de las razones fundamentales por la que escuchamos música (Si acaso esta no será la principal) tiene que ver con la vivencia y sus dos factores recíprocos, experiencia y emociones, es lo que nos lleva a preferir ciertas canciones o géneros musicales. En efecto porque el hecho de que se aprecie solo una obra tan solemne y “clasificada” como la novena sinfonía de Beethoven no necesariamente nos dice que nos guste la música clásica, de la misma manera que una persona con “buen oído” podrá no gustarle cierto género musical (como el jazz por ejemplo) pero es plenamente consciente que se trata de un excelente género musical. Esto tipo de apreciación ambivalente y subjetiva que bien hace parte de todo este entramado por el gusto musical, tiene como origen los estados emocionales.


Volviendo a mi experiencia personal me he dado cuenta que las emociones responden a la música de una forma casi excepcional y es en la vivencia donde concretamos los géneros o composiciones que determinarán nuestro gusto musical por el resto de nuestras vidas. Esto a su vez explicaría porque existe tanta música “desclasificada”. Como lo dije anteriormente puedo apreciar cualquier tipo de música desde la más simple a la más colorida y compleja, pero será muy poca la música que logre quedarse en mi corazón, es decir, la que logre crear ese puente entre el medio y la existencia, aquel lazo íntimo germen de grandes emotividades, aquel que también constituye parte fundamental de nuestra identidad, de lo que somos tanto personal como culturalmente. Esto es lo que ha oscurecido un poco mi ambiente frente a la música porque siempre había creído que lo que amaba en verdad era la música tanto en su estructura como su composición literal, pero por mucho que encuentre música excepcional, creada con gran maestría y dotada de un mensaje muy poderosos esta música se quedará siempre relegada por la música “clasificada”, la que ya está tan dentro de mí que es muy difícil olvidar, porque representa esa parte de mí que era solo vacío, estas composiciones a lo largo de mis vivencias han logrado llenar para conformar el ser que soy ahora, mi existencia. Por eso es muy importante la música en los primeros años de nuestra vida, más exactamente desde los 7 años hasta finales de la adolescencia porque es en este periodo que se estructuran las bases cognitivas y emocionales que nos ligan a la música. Todo esto de mano de la vivencia, que no es otra cosa que las experiencias a través de las emociones y su inmediato vínculo con las obras artísticas (En especial el género que se trata en este ensayo) Se han marcado de tal forma en nuestras almas que es muy difícil prescindir de ellas, siempre querremos escucharlas, siempre anhelamos repetirlas y evocar las sensaciones que rodearon dichas obras con los parajes de nuestras experiencias, nuestras vivencia, nuestra vida.
Cuando escuchamos a una agrupación nueva, una obra o estilo musical nuevos etc., por muy buenos que sean, por muy complejos y profundos que sean, si no logran imbricar aquel lazo al que yo llamaría un “diálogo Apolonio entre el ser y la música”, podría condenarse a ser música desclasificada, para que esto se logre la música tiene que volverse vivencia, tiene que hacer parte de algún tipo de experiencia que haga trascender y así evocarla para siempre, que forme parte de nosotros, de nuestra nuestro pasado, presente y expectativa.



Todo lo mencionado en esta última parte del ensayo es el componente emocional ligado al gusto musical de cada ser, el que desde un principio he determinado como algo no tan aliciente, que raya dentro de la angustia misma, pero si bien para aquellos que apreciamos desde lo más ínfimo de este maravilloso arte que es la música puede parecer algo negativo, no olvidemos que independientemente del oyente que seamos, la música siempre va a formar parte de nuestras vidas, dándole el sentido y belleza que solo el universo puede proporcionar a la existencia misma.


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