Hoy en día la música parece haber
perdido un gran valor estético y lírico, y aunque el interés de este escrito no
está en discutir las razones de por qué está sucediendo esto, es importante
conocer y ahondar en una de las principales razones, que nos servirá de punto
de partida para entender el porqué del interés y la importancia de la música en
nuestra existencia.
Actualmente podemos encontrar
muchísima música ya que los medios tecnológicos no solo han favorecido su
divulgación sino también su producción. Si bien aún contamos con trabajos de
calidad en muchos géneros y sub-géneros vale la pena diferenciar la música como
clasificada y desclasificada. La
primera vendría a ser la música tanto de antaño como la nueva que ya tiene
cierta clasificación, es decir que de una u otra manera, todos conocemos,
distinguimos o compartimos. La segunda vendría a ser la música desclasificada
que quiere decir que está por descubrirse, la que la mayoría de gente desconoce
ya sea porque no se ignora su autor o simplemente no se ha divulgado por
cuestiones de tiempo, espacio, medios etc.
La música clasificada es aquella
que el lector puede escuchar y alguien en otra parte del planeta puede decirle a
qué autor pertenece y en efecto si usted va a consultar más datos sobre dicha
canción no solo va a saber cuándo se compuso sino también a qué género o sub
pertenece.
La música desclasificada por lo
contrario es aquella que usted bien pasa por alto la mayor parte del tiempo por
cualquiera de las múltiples razones que existan, es por eso que esta música se
le puede considerar también como “música por desclasificar” porque es
prácticamente desconocida y solo llegamos a ella por simple casualidad o por
estudio e indagación.
La razón por la que se clasifica
la música en estos dos órdenes es para entender como la música está íntimamente enlazada no con la
vida de las personas sino con su existencia. La música hace palpable esa
existencia porque entre sus múltiples cualidades encontramos la identidad, y no
solo la identidad subjetiva sino la identidad humana como tal.
Como lo mencioné al principio la
música de hoy a perdido estética y lirica pero solo en apariencia porque aún se
sigue produciendo buena música, lo que sucede es que mucha de esta es
desclasificada (Incluso la que solía estar clasificada) y por ende son muy
pocas las personas que pueden gozar de ella.
Una de las razones entre tantas
que hay de por qué no encontramos a esta buena música “por clasificar” es
precisamente por su contraparte, y es aquí donde encontramos la razón de ser de
este ensayo.
Existen muchas razones por las
que escuchamos música, primordialmente porque se trata de algo subjetivo, pero
hay muchas más de por qué no lo hacemos, en primer lugar está el componente
geográfico, el lugar donde residimos por obvias razones influye en gran parte
en el tipo de música que escuchamos. De aquí podemos trazar un punto de partida
en el que se despliegan varias razones para determinarlo, entre ellas está el
núcleo familiar, el nivel económico y cultural, el paradigma social, el medio
ambiente etc.
Así se determina que la
experiencia intrínseca de la música se contrapone a la experiencia real, la
primera determinada por subjetividad de cada ser humano y la segunda por su
entorno. En este ensayo vamos a tratar la experiencia subjetiva primordialmente
y su relación exógena con el medio, la que determina el por qué escuchamos
música y no en general sino un tipo específico, que a su vez nos llevará a la
respuesta de la cuestión inicial.
Siempre me he considerado un
amante de la música, puedo apreciar prácticamente cualquier género, desde
pequeño he escuchado música popular hasta música clásica. Hay muchas personas
que afirman que el hecho de apreciar múltiples géneros musicales se debe a un
desarrollo especial de la inteligencia (Inteligencia musical) de hecho no solo
la escucho sino también tengo nociones para producirla. Ese desarrollo
intelectual acerca de la música es lo que coloquialmente se conoce como “buen
oído”. El “buen gusto” por la música también obedece a este aprecio especial que
se tiene a esta forma de arte. Los estudios a lo largo del tiempo han
demostrado que escuchar música con una variedad compleja de matices e
interpretaciones como la música clásica se relacionan con un mayor nivel
intelectual, mientras que géneros más populares y con bases rítmicas y
armónicas más simples como el popular “reguetón” se relaciona con coeficiente
de intelecto más bajo. Esto apenas es un estudio y se cita sin ánimo de ofender
a las personas. Nos damos cuenta entonces que el primer factor que determina
nuestra inclinación hacia la música es intelectual.
La complejidad musical puede ser
apreciada por una mente inteligente porque la música es abstracción pura, es
como apreciar obras de pintores como Humberto Boccioni o de Zao Wou-ki. Boccioni
plasma en sus cuadros figuras que se entrelazan hasta fundirse como si
estuviera retratando la raíz misma del constructo mental, es decir el justo
momento en que se conecta la nada con lo existente, mientras que Zao retrata en
sus lienzos de forma puramente abstractiva y magistral los estados emocionales.
De esta forma la música también es comprendida, por una abstracción que está
mucho mejor adaptada que el campo visual humano y entre más compleja sea la
composición musical, más requiere de la abstracción de una mente dotada.
Por otro lado tenemos la lírica
que también puede encerrar cierta complejidad aunque por regla general se suele
recurrir a una narrativa más bien simple, para hacer la música asequible y
agradable. Podemos encontrar así, en muchos géneros musicales que no son tan
complejos como la música pop, letras con una profundidad epistemológica.
Algunas personas se decantan más por este tipo de abstracción dentro de esto
género artístico, de hecho a partir de estas apreciaciones podemos definir a
los oyentes tanto melómanos como no melómanos. Están por un lado los oyentes
que aprecian mucho la estética musical, estas personas suelen inclinarse más hacia
la música de cámara, la música instrumental o la música de sesión como el jazz
o el blues, aunque también gustan de
género cantados pero siempre les atrae más la música como estructura que como
lírica. En su contraparte están los oyentes que aprecian más la lírica, esto es
que gustan más del contenido lírico, el mensaje, la literatura misma de la
música, estas personas suelen preferir las canciones por encima de la música
más abstracta y así mismo gustan de la poesía, las buenas historias y los
mensajes profundos. Solemos encontrar también
a los oyentes que aprecian tanto la estructura musical como la lírica.
Hay personas que simplemente
escuchan música y aprecian esta debido a varios factores sociales y geográficos
principalmente (De los factores emocionales hablaré más adelante.) Factores
sociales como la moda, determinan en gran parte la música que escuchan algunas
personas, especialmente los jóvenes que se decantan por ritmos más modernos
porque son los que más se escuchan en la radio y por lo tanto suelen ser los
más “clasificados”. El factor geográfico
influye enormemente ya que las personas aprecian más la música que se produce
dentro de su región o su raíz cultural. Todos estos factores, tanto
intelectuales como los del medio son determinantes a la hora de que exista
música clasificada y desclasificada.
EL FACTOR EMOCIONAL, EL LAZO DEFINITIVO ENTRE MÚSICA Y EXISTENCIA
Música y existencia se entrelazan
en un vaivén donde juntos flotan en un espacio brillante, vívido y lleno de armonía,
las sensaciones nos arroban, nos dejamos llevar por la música como la cipsela se
deja llevar por el viento. La música se funde en nuestra alma tanto que nos
hace sentir que vivimos más allá del todo, nos hace trascender y nos llena de
sensaciones puras que matizan el acto mismo de la existencia. La música
pareciera transportarnos a otro plano, a otra dimensión, es por eso que muchas
culturas se valieron de la música para alcanzar estados trascendentales, pero la
música también es como un navío donde viajan nuestras emociones, primero se van
por su cauce cual si fuera un río hasta llegar al mar donde cielo y tierra
confluyen, podemos saltar de él y quedar suspendidos en su agradable tibieza,
bien si el océano es manso o bien si está en turbulencia, agitando nuestras
sensaciones, haciendo vibrar nuestro sentir en una sola frecuencia, en armonía
única.
Hace un tiempo descubrí algo con
cierta frustración, escuchando varios géneros musicales noté que siempre había
una motivación especial para escuchar música en específico. En efecto tantos
años admirando la música en casi todos sus estilos y formas me di cuenta que en sí no era el amor por la
música como una entidad propia con cuerpo y alma lo que me motivaba a
escucharla, había una razón muy importante que venía dentro de mi existencia.
Vi entonces como se oscurecía de a poco este panorama cuando me daba cuenta que
no era en sí la estructura o la complejidad de su mensaje lo que me llamaba
sino porque esta se convertía en un vehículo inmediato de mis emociones. Dicha
idea se me reveló cuando en ciertas temporadas me inclinaba a escuchar música
pop que contuviera cierto aire oscuro, y en otras ocasiones quería escuchar
canciones de salsa que se caracteriza por su matiz alegre. Desde muy joven
aprecié el género conocido como heavy
metal y a veces me aterraba el pensar que duraba mucho tiempo pasando de
largo esa música, que incluso a veces me podría causar cierto desprecio. Es así
como me di cuenta que una de las razones fundamentales por la que escuchamos
música (Si acaso esta no será la principal) tiene que ver con la vivencia y sus
dos factores recíprocos, experiencia y emociones, es lo que nos lleva a
preferir ciertas canciones o géneros musicales. En efecto porque el hecho de
que se aprecie solo una obra tan solemne y “clasificada” como la novena
sinfonía de Beethoven no necesariamente nos dice que nos guste la música
clásica, de la misma manera que una persona con “buen oído” podrá no gustarle
cierto género musical (como el jazz por ejemplo) pero es plenamente consciente
que se trata de un excelente género musical. Esto tipo de apreciación
ambivalente y subjetiva que bien hace parte de todo este entramado por el gusto
musical, tiene como origen los estados emocionales.
Volviendo a mi experiencia
personal me he dado cuenta que las emociones responden a la música de una forma
casi excepcional y es en la vivencia donde concretamos los géneros o composiciones
que determinarán nuestro gusto musical por el resto de nuestras vidas. Esto a
su vez explicaría porque existe tanta música “desclasificada”. Como lo dije
anteriormente puedo apreciar cualquier tipo de música desde la más simple a la
más colorida y compleja, pero será muy poca la música que logre quedarse en mi
corazón, es decir, la que logre crear ese puente entre el medio y la existencia,
aquel lazo íntimo germen de grandes emotividades, aquel que también constituye
parte fundamental de nuestra identidad, de lo que somos tanto personal como
culturalmente. Esto es lo que ha oscurecido un poco mi ambiente frente a la
música porque siempre había creído que lo que amaba en verdad era la música
tanto en su estructura como su composición literal, pero por mucho que
encuentre música excepcional, creada con gran maestría y dotada de un mensaje
muy poderosos esta música se quedará siempre relegada por la música “clasificada”,
la que ya está tan dentro de mí que es muy difícil olvidar, porque representa
esa parte de mí que era solo vacío, estas composiciones a lo largo de mis
vivencias han logrado llenar para conformar el ser que soy ahora, mi existencia.
Por eso es muy importante la música en los primeros años de nuestra vida, más exactamente
desde los 7 años hasta finales de la adolescencia porque es en este periodo que
se estructuran las bases cognitivas y emocionales que nos ligan a la música.
Todo esto de mano de la vivencia, que no es otra cosa que las experiencias a
través de las emociones y su inmediato vínculo con las obras artísticas (En
especial el género que se trata en este ensayo) Se han marcado de tal forma en
nuestras almas que es muy difícil prescindir de ellas, siempre querremos
escucharlas, siempre anhelamos repetirlas y evocar las sensaciones que rodearon
dichas obras con los parajes de nuestras experiencias, nuestras vivencia,
nuestra vida.
Cuando escuchamos a una
agrupación nueva, una obra o estilo musical nuevos etc., por muy buenos que
sean, por muy complejos y profundos que sean, si no logran imbricar aquel lazo
al que yo llamaría un “diálogo Apolonio entre el ser y la música”, podría
condenarse a ser música desclasificada, para que esto se logre la música tiene
que volverse vivencia, tiene que hacer parte de algún tipo de experiencia que
haga trascender y así evocarla para siempre, que forme parte de nosotros, de
nuestra nuestro pasado, presente y expectativa.
Todo lo mencionado en esta última
parte del ensayo es el componente emocional ligado al gusto musical de cada ser,
el que desde un principio he determinado como algo no tan aliciente, que raya
dentro de la angustia misma, pero si bien para aquellos que apreciamos desde lo
más ínfimo de este maravilloso arte que es la música puede parecer algo
negativo, no olvidemos que independientemente del oyente que seamos, la música
siempre va a formar parte de nuestras vidas, dándole el sentido y belleza que
solo el universo puede proporcionar a la existencia misma.
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