miércoles, 18 de diciembre de 2024

ENSAYO CONTRA LA OBEDIENCIA

 

Un enorme letrero con unas simples letras negras sobre un fondo blanco, es visto por el personaje principal de la película de 1988 “Están vivos” de John Carpenter, en donde se puede leer la palabra “OBEY” y delante del mismo, a un ser de rostro horripilante perorando un discurso. Lo interesante del asunto es que solo el protagonista puede verlo, gracias a unas gafas especiales que encontró en un callejón. Para todos los demás, para aquellos que no tienen dichas lentes, este ser es tan solo un político en campaña que “quiere y promete” un mejor país para sus votantes, cuando en realidad, su mensaje dice otra cosa: “OBEDECE”.



La palabra obediencia (que en latín según la academia significa “saber escuchar”), ha sido tergiversada a lo largo de la historia confundiendo el término con el “cumplir de manera forzada”, esto especialmente dentro de instituciones altamente jerarquizadas como las eclesiásticas, militares, incluso dentro del mismo núcleo familiar.

En el caso de la religión judeocristiana, la biblia cita constantemente que el acto de obedecer a Dios, es una forma de demostrar AMOR hacia este, pero al mismo tiempo, bajo múltiples relatos se demuestra que la desobediencia a Dios es castigada a veces con CRUELDAD. Cuando la iglesia católica toma el antiguo poder del imperio romano para someter a muchos de los reinos en la edad media, ésta obediencia pasó a convertirse en un acto coercitivo y de sumisión. A su vez, los reinados de muchos déspotas, algunos que incluso fungieron ser representantes de las divinidades en la tierra (Como en el antiguo Egipto) exigían a sus súbditos lealtad, que más allá de la simple fidelidad, ésta se centraba principalmente en obedecer sin ningún tipo de cuestionamiento.

La esclavitud tan normalizada en los tiempos antiguos de la humanidad, exigía esa obediencia a las personas sometidas, las cuales carecían de muchos de los derechos que gozarían para entonces ciudadanos del común. El concepto de AMO Y ESCLAVO hizo que perdurara la obediencia como la forma en que, hasta nuestra era posmoderna, concebimos el cumplimiento hacia una orden mayor (leyes estatales, compromisos y deberes tanto institucionales como morales etc.) El “saber escuchar” es comprender que si se incumple la ley, que si incurrimos en la desobediencia moral o civil, que si no atendemos la solicitud de nuestros superiores, esto constituirá una falta y como consecuencia será castigada. De manera que el “saber escuchar” del cual viene el latín oboedientia, está evidentemente sujeto al libre albedrío de cada persona, no obstante, bajo las leyes mismas, se concibe el atributo de obedecer coercitivamente al mandato.

¿Pero qué sucede cuando el mandato judicial constituye una injusticia? cuando las órdenes de un superior pueden desencadenar en la muerte de inocentes, cuando algunas leyes constituyen la violación de un derecho humano, cuando las órdenes de gerencia pueden desatar pérdidas a la empresa. En este caso si atendemos a la etimología del “saber escuchar”, comprendería una situación de desobediencia atender la razón y la proporción (En libre albedrío) bajo determinadas decisiones o mandatos que resultan contraproducentes. Esta situación nos lleva a pensar que la obediencia siempre es y ha sido lo mismo, la acción de cumplir de manera coercitiva, sin derecho a una apelación, o como se diría antiguamente, a “rajatabla”. Esto sin duda alguna nos lleva a pensar en qué casos la obediencia puede resultar lesiva para el ser humano.

 


TABULA RASA vs RAJATABLA

El objetivo de este ensayo, es cuestionarnos si realmente está bien obedecer, que consecuencias trae una conducta obediente y sumisa para la sociedad y por qué deberíamos considerar la obediencia como un concepto alienante o no para la educación.

El concepto de Tabula rasa (O Tabla rasa) se aplica en la pedagogía, para comprender que los niños dentro del proceso de educación y aprendizaje son como una pizarra en blanco, en los que la educación misma escribe sus enseñanzas y conceptos. Sabemos que, dentro de la enseñanza impartimos a los niños conocimientos que son necesarios para su camino dentro del aprendizaje y la formación profesional, y que la educación es su complemento porque en esta se enseñan valores, es decir, se moldea la conducta del niño, de ahí que se considere como una tabula rasa, en la que nuestro papel activo como maestros y tutores, los niños se forman como individuos aptos para la sociedad y autosuficientes para alcanzar sus propias metas y bienestar. Entre las múltiples ideas, conceptos y valores que se inculcan a los niños en el proceso educativo, encontramos a la obediencia, es decir, enseñamos a los niños a ser obedientes a sus padres y a sus profesores, siendo esto un arraigo tanto a las tradiciones moralistas (Ligadas a las religiones), como al mismo entorno educativo.

Cuando por muchos años se ha criticado el modelo tradicional de muchos países (especialmente latinoamericanos) por pretender ser estrictos y empeñarse en crear ciudadanos que al final van a trabajar para las empresas, es inevitable pensar que uno de los principales valores de dicho modelo es la OBEDIENCIA, ligada intrínsecamente a la DISCIPLINA, esta que si bien es una cualidad propia del individuo y de gran relevancia para lograr metas, la disciplina impartida en escuelas y colegios tiene que ver más con la obediencia frente a un paradigma de jerarquías. Cuando dentro de las actividades curriculares encontrábamos la enseñanza de la historia patria, ligada directamente a los eventos considerados más importantes para Latinoamérica (el descubrimiento del continente americano, la conquista y posteriormente la independencia etc.), se incentivaba a su vez la veneración hacia los símbolos patrios. Esto sin duda alguna estaba orientado hacia el PATRIOTISMO y como dicha concepción, es en la mayoría de casos tergiversada bajo sesgos ideológicos confundiéndose con NACIONALISMO, (La misma tendencia política que conlleva en muchos casos hacia las dictaduras) es decir, patriotismo y nacionalismo que si bien son dos cosas distintas, ambas buscan la forma de generar UNIDAD dentro de una identidad fragmentada (que a menudo se desconoce o menosprecia), basándose únicamente en símbolos o eventos considerados como liberadores, empero que bajo el más riguroso escrutinio descubriremos que detrás de su historia, no hay más que un horror justificado.

Para ejemplificar esta idea, tomemos la situación de muchas personas en redes sociales que se autoproclaman “patriotas”, generalmente encontramos a estos individuos o colectivos dentro del espectro de derecha, incluso algunos en el lado más radical y podemos ver que estas personas suelen estar en contra del socialismo y por lo general, apoyan más la doctrina del libre mercado y la no intervención del estado, pero tal vez la característica más común de estas personas es, su conducta beligerante e incondicional apoyo al uso de la fuerza por parte de las instituciones militares y policiales.  El presidente de Estados Unidos Donald Trump, a menudo se le ve como un patriota, por mostrar un gran afecto para su país y por sus ideas encaminadas a recuperar la “grandeza de Estados Unidos” (De ahí el slogan MAGA o “Make America Great Again”) prometiendo mantener la hegemonía internacional del dólar, políticas proteccionistas más fuertes, leyes anti migratorias más rigurosas etc. Iniciativas que tarde o temprano terminarán chocando tanto con el órgano legislativo de ese país, como con muchos de sus habitantes y que podría constituirse una tendencia nacionalista radical por parte de sus electores, algo que podría acaecer en cierto autoritarismo.

Incentivar el patriotismo en la escuela vendría a ser una forma de ADOCTRINAMIENTO, de la misma manera que muchas instituciones inculcan la religión a sus estudiantes, algo que sin duda muchos contradecirán porque consideran que el respeto y amor por la patria es una parte fundamental en la formación de ciudadanos libres y conscientes. Sin embargo, en nuestros países donde la desigualdad predomina y los poderes fácticos pretenden mantener exclusivamente las riendas de la institucionalidad, dicho patriotismo solo busca tener a una población conformista que apoyen su forma de gobernar sin cuestionar sus decisiones. Para comprender lo errado que está el adoctrinamiento del patriotismo, es necesario entender lo conceptos de identidad y sentido de pertenencia. Generalmente cuando las personas de otra región o país vienen a vivir a una ciudad que se podría decir “no les pertenece”, puede suceder dos cosas: que estas personas adopten la “normalidad” de una ciudadanía dentro de la misma (adaptación) o tomen actitudes hostiles hacia la ciudad y sus habitantes, esto dependerá del “sentido de pertenencia” que se forme en cada quien, y esto nada tiene que ver con patriotismo, nacionalismo etc. tiene que ver más con el BIENESTAR que puede ofrecer el estado (considerando a su vez que dentro de este bienestar se encuentre la educación). Generalmente cuando los migrantes llegan a un lugar que les ofrece el bienestar, podrán desarrollar un mayor sentido de pertenencia, aunque desde luego se debe entender este bienestar como un proceso integral donde además de buenas condiciones de vida se les acepte y respete. Es así que el “amor y respeto” hacia la patria, es inherente al bienestar que esta le ofrezca. Un estado incapaz de generar mejores condiciones de vida para sus ciudadanos no puede convocar a una identidad ni mucho menos generar un sentido de pertenencia.  A su vez, exigir o inculcar la veneración a la historia y los símbolos patrios en un país cuyo gobierno no ofrece bienestar a sus ciudadanos, es algo que se aleja del patriotismo yendo más hacia el nacionalismo según los conceptos que definen a cada uno.

La identidad es otra cosa que choca con el patriotismo, porque evidentemente el culto a la historia y los símbolos patrios, excluye de muchas formas a los diversos grupos étnicos que componen a una nación. El concepto de identidad, (o por lo menos “el ideal de identidad”) está alejado del concepto de patria, porque si bien esta define nuestra condición de ciudadanos pertenecientes a un país que le acoge y le protege, la identidad de las personas se encuentra dentro de las capacidades de las mismas para realizar actos que beneficien de manera integral a su comunidad. Aunque esto pareciera ser premisa del utilitarismo, lo cierto es que discriminar entre buenas y malas acciones es esencial para construir identidad, ya que dentro de toda sociedad hay elementos COGNOSCIBLES E IDENTIFICABLES. Los elementos identificables suelen estar atados a PREJUICIOS, mientras que los cognoscibles suelen pasar desapercibidos. En base a lo que expondría en su trabajo la Dra. Hanna Arendt acerca de que el mal es banal en contraposición del bien que representa la verdadera radicalidad, el bien suele pasarse por alto, y esto es fácil de comprender porque el ser humano está más adaptado para discriminar lo negativo. De esta manera la identidad se constituye en torno a lo mejor que podemos dar de nosotros mismos, de aquello que posee “profundidad” y es germen de toda idea revolucionaria. La identidad así pues debe basarse en la comprensión de un estado plural, con diferencias que deben comprenderse y valorarse, jamás discriminarse, y solo cuando comprendemos lo que es o debería ser la identidad (Nada que ver con las metáforas patrias) llegaremos a esa comprensión, a esa “profundidad y radicalidad” de la que hablaba Arendt.

Volviendo a la idea de “rajatabla vs tabla rasa”, considero que exigir obediencia a los niños y jóvenes es un recurso pedagógico anticuado e innecesario. Toda doctrina que se imparte en una institución educativa, en un destacamento, en un templo etc. busca en principio legitimar y normalizar la obediencia, lo que no es más que otra forma que alienar. En su reemplazo debería inculcárseles a los niños empatía, consideración, respeto, enseñarles a que la vida se construye dentro de un entorno comunitario y ambiental, hacerles comprender que, a pesar de las diferencias, como sociedad siempre buscamos el mismo fin y que la consideración y el trabajo son medios preponderantes para alcanzarlo, que no es otra cosa que el bienestar, la felicidad.

Frente a este punto, muchos pensadores, especialmente aquellos que defienden el libertarismo, afirman que es más importante considerar a la LIBERTAD como meta final de un sistema y no la FELICIDAD (o bienestar), como propone el socialismo, puesto que ven a esta como un fin meramente subjetivo. Hay que comprender que la libertad ya la ganamos, o estamos en curso de hacerlo, la felicidad aún sigue siendo una meta lejana, especialmente cuando el ser humano es encapsulado dentro de un sistema, incluso aquel que parece ser el más libre. Hay muchas personas que con uñas y dientes defienden el capitalismo, perro lo que en el fondo hacen es defender a la libertad que permite este sistema (no es el capitalismo quien permite esta libertad, es más bien lo contrario) y no se equivocan al hacerlo, la libertad nos ha permitido cosas inimaginables, cosas que ni en la era antigua, ni en la moderna bajo regímenes autoritarios podríamos siquiera imaginar, no obstantes la libertad por sí sola no basta, la felicidad es un fin que contiene más profundidad epistemológica y abarca todos los ámbitos de la condición humana. Se supone que la libertad nos debe llevar a este fin y siempre resulta más fácil defenderla por considerarse algo que se ganó bajo luchas onerosas que costaron sangre y lágrimas a la humanidad, pero la felicidad, aunque en efecto, es un bien subjetivo, la misma nos lleva a pensar en todo lo que necesitamos para poder alcanzarla.

Está claro que con las reflexiones que se han hecho en este ensayo, tanto la libertad y la felicidad, son dos fines muy distantes a lo que propone la obediencia, debemos ver más allá de esta porque bajo la misma siempre estaremos cautivos, el ser humano es prueba indiscutible de ello, quebrar constantemente las leyes del universo bajo su única forma de resistencia, lo ha llevado hasta la cúspide donde se encuentra hoy.

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