En diálogo mayéutico con un profesor de literatura, estuvimos hablando acerca de uno de los males que consideramos, aqueja a la sociedad moderna especialmente a la latinoamericana, este es el “resentimiento”, que es considerado como una sensación de malestar producto de una herida a nuestra psique, esencialmente nuestro ego. Este resentimiento que lleva al rencor, incluso al odio mismo, concluimos, es un factor emocional, producto de la zozobra y la impotencia.
El ser humano atribulado que habita un mundo moderno donde le es cada vez
más difícil encajar, debido esencialmente a un conflicto identitario y la
disolución de muchas instituciones y principios que procuraban la unión
comunitaria más primigenia, es más propenso a desarrollar una inestabilidad
emocional, siendo una de sus consecuencias, el rencor.
Cuando una persona se siente impotente ante una realidad la cuál es muy
difícil de interpretar, de asimilar, de acoger y sobre todo de confrontar, la
persona entra en un estado de resentimiento crónico, (Como una reacción o
estrategia de afrontamiento.) Las tribulaciones sociales como la pobreza, el
rechazo, la discriminación, el abandono estatal, la falta de identidad, etc.
sumadas a los conflictos que puedan desarrollar las personas en su interior,
llevan a un estado crónico en el que el resentimiento, producto de la
impotencia, llenan de tensión a las personas, desencadenando en estas
comportamientos y actos de violencia, como un mecanismo de reacción, poco
controlable a esta sensación de impotencia. Los traumas especialmente los de la
niñez, también juegan un papel importante en la propensión a dicho estado. El
rencor es algo que llevamos todos en mayor y menor grado, en una sociedad frenética,
estéril y completamente indiferente en donde solemos estar aislados bajo muchas
condiciones, el resentimiento nos lleva a cometer actos violentos,
especialmente agresiones hacia nuestros semejantes, hemos escuchado casos de
personas que han sido asesinadas solo porque miraron mal a otro, un completo
absurdo. Algunas veces estos actos son fortuitos dado a su naturaleza para
controlar ciertos tipos de violencia, pero en otros casos más graves, la
violencia suele manifestarse de manera recurrente, incluso de forma silenciosa,
solapada, y esto lo vemos en la violencia psicológica, presente tanto en la
familia como en instituciones y ámbitos empresariales. Este estado de
indefensión psíquica en la que nos encontramos las personas de esta época,
podría ser en parte causal de la delincuencia.
Pero ¿Qué tiene que ver esto con las teorías de conspiración? A lo largo
del tiempo me he encontrado con las opiniones y estudios de expertos que hablan
de este tema sin arrojar un resultado tan contundente como el que mostraré a lo
largo de este escrito. Los estudios se han enfocado en analizar los diversos
tipos de personas que suelen creer más en teorías de conspiración. Los
académicos se han empeñado en criticar tanto a las teorías como a quienes las
creen o las divulgan y los científicos con el rigor propio de su carrera,
utilizan los datos y el ataque visceral hacia todo aquello que no encaje dentro
de la ciencia oficialista.
En mi experiencia personal, suelo poner bastante atención a estas teorías
que desde luego, resultan muy intrigantes, principalmente porque suelen ser
pasadas por alto de los medios oficiales, sin duda alguna muchas se han creado
para atraer o desviar la atención del público según sea su intención, por lo
que muchas teorías, aparte de rayar en lo ridículo no tienen una validez
sustentable más que por aquello que es conocido como apofenia, que es la forma
de percibir conexiones en determinados eventos. Un ejemplo notable de apofenia
es la famosa teoría de conspiración conocida como el “Club de los 27”, donde se
ha citado la fecha de muerte de personalidades especialmente del arte, y un
determinado patrón como la edad en la que han muerto y las circunstancias de su
deceso, dando por sentado que no es una simple coincidencia que todos hayan
muerto a la edad de 27 años y por la misma causa. En este caso los defensores
de esta teoría han tomado estas coincidencias, totalmente explicables desde la
estadística, como un patrón que es el que sustenta dicha teoría, y desde luego,
culpan a una “mano negra” e ocasionar estas muertes.
En muchas ocasiones, he defendido las teorías de conspiración, pero como
una forma de dudar de la información que recibimos, como una manera de
comprender y ver el mundo distinto, como un bien que es necesario en un mundo
donde se controla la información que llega a nosotros, desde luego, que se
invita a leer o escuchar dichas teorías, pero siempre y cuando entendiendo que
solo se tratan de eso, de teorías como abundan en la ciencia misma, que de
ninguna manera son datos sentados, pero que deberían alertarnos ante muchas
cosas y sobre todo nos debería invitar a dudar, a que investiguemos por nuestra
cuenta y aprendamos a escuchar las dos partes, puesto que la verdad no es única
y la información generalmente la divulga quien tiene o quiere el poder,
entendiendo esto último como una interdependencia, siendo muy conscientes del
impacto de la información (Especialmente cuando internet nos ha inundado de la
misma) No comparto ni apoyo teorías que solo
tenga la intención de ofender o dañar, que no tenga un mínimo de argumentos o
bases teóricas, que se use solo para distraer o desinformar, que solo pretendan
cambiar nuestra percepción u opinión en beneficio de algo o alguien, que tengan
un tratamiento como irrefutable, que sus divulgadores intenten convencer de que
son verdad y no inviten a la duda. Otra cosa positiva que tienen las
teorías conspirativas es que llaman a la unión, a la comunidad y como tal, a la
defensa.
El miedo hace que reaccionemos de muchas formas en función de su intensidad
o tiempo: un miedo extremo nos hará huir o hará que busquemos refugio. Un miedo
como el que experimentamos cuando alguien amenaza con hacernos daño, podría
simplemente paralizarnos. El miedo que sentimos al ver una película de terror
nos puede hacer gritar, incluso reír. El temor que provoca un evento futuro que
desconocemos nos internará en un estado de angustia, de incertidumbre, pero,
sobre todo, de impotencia. El miedo nace
principalmente bajo un estado de impotencia, cuando nos vemos amenazados, es
porque nuestros cerebros han medido de alguna manera el peligro al que no
exponemos, y dependiendo de nuestro grado de respuesta para enfrentarlo
sentiremos impotencia en mayor o menor grado.
El temor que nos produce una situación de zozobra, como por ejemplo los
días previos a un examen, el dictamen médico, la búsqueda de un desaparecido,
etc. es un temor regulado, que por lo
general no tiene intensidad, no obstante, por ser prolongado y recurrente, nos
inmersa en una angustia crónica (Un estado de zozobra), situación que nos puede
llevar al estrés, llevándonos incluso a escalar condiciones mentales más graves
como la depresión.
Hay muchas situaciones propias de nuestra era que nos lleva a permanecer en
dicho estado, aunque es curioso ver que, a lo largo de muchas épocas, el hombre
pareciera vivir estados similares, so pena de que las circunstancias no son las
mismas. Vivir en una familia disfuncional, ser víctima de matoneo (También
conocido como “bullyng”), el mal ambiente laboral, o vivir en una ciudad que
contempla hostilidad hacia ciertas minorías, son escenarios donde la impotencia
hace su aparición de la mano del miedo, pero quizás uno de los ambientes más
propicios para experimentar constantemente la zozobra, es aquel que nos proporciona el
gobierno dentro de un estado, y es en este en el que nos vamos a enfocar para entender
muchas cosas, entre ellas, el por qué y para qué creer en teorías de
conspiración.
EL PATERNALISMO ESTATAL, UNA ABERRACIÓN DENTRO DE LA POLÍTICA MODERNA
El paternalismo en política (Palabra que viene de patria/padre) es un
efecto en el que, tanto los gobernantes y partidos políticos como las
instituciones, tienden a controlar a sus ciudadanos, adoptando la misma
dinámica del “padre que cuida pero que también castiga”. Más allá del todo, el paternalismo resulta ser una aberración política,
ya que desvía la verdadera función que funge el estado en el individuo, que es
cumplir y hacer cumplir el contrato social, es decir, que el estado se obliga en
función para garantizar los pilares que construyen la sociedad, el paternalismo
solo se encarga de crear una dependencia entre el gobierno y el individuo,
mientras que el espectro político controlado por los partidos, juegan al “hijo
predilecto” es decir, que quieren determinar y así discriminar quiénes son los
“hijos buenos” y quiénes “las ovejas negras”, una actitud evidentemente
moralista, basada en muchos aspectos de la propia religión, (Hacer que el
Estado sea igual o superior a Dios).
Así pues, deificar a una institución como lo es el gobierno y reificar una
idea abstracta como lo es Dios, no puede ser más que un extravío, una
aberración que en ambos ámbitos es inaceptable. Cuando el estado se vuelve
paternalista, recurre al estricto control ciudadano, a la segregación política,
a la dependencia del asistencialismo entre otras cosas, para finalmente, hacer
un llamado a la unidad nacional, no lejos de alcanzar aquello que se conoce
como patriotismo o nacionalismo.
El estado paternalista no solo utilizará estos mecanismos normativos para
hacer posible la supeditación ciudadana, sino que también recurrirá a ciertas
trampas, como, por ejemplo, el generar tensiones ideológicas innecesarias,
crear conflictos o problemáticas que ellos más tarde solucionarán, generar
zozobra con medidas cuestionables. También
la fuerte institucionalidad establecida como “imperios” (Ej. El imperio de la
ley) se encargará de general el temor y como tal la impotencia en el ciudadano,
conocedor de antemano que el estado lo rebasa, y que cualquier defensa ante el
mismo por lo general será improductiva.
Esto no es más que el reflejo del paternalismo en la política, una
aberración propia de imperios antiguos, de monarquías que incluso prevalecen hasta
al día de hoy, y falsas repúblicas que solapan esta tendencia bajo el
patriotismo o la exaltación chovinista (Más conocida como nacionalismo).
Este paternalismo va de la mano con otra de las desviaciones propias de la
política, conocido como el espectro, dividir y agrupar a las personas en
términos ideológicos, considerando que la ideología necesita de la ignorancia
como lo ha manifestado el filósofo Slavoj Žižek, mantener a la sociedad
dispersa y desoída garantiza la solvencia de las grandes esferas del poder,
garantizando de antemano la no rebelión. La mayoría de las personas, mucha
apolíticas, otras simplemente ignorantes, teniendo en cuenta esto no como término
peyorativo, sino que por diversas razones desconocen el accionar política de
sus gobernantes (Como por ejemplo la brecha del aislamiento social, la
marginalidad, el analfabetismo etc.) se
aleccionan dentro de la coyuntura, teniendo, por un lado, a los que están a
favor del gobierno de turno, y en contraposición a aquellos que perdieron el
hito de gobernabilidad. Dejamos a un lado a los apolíticos que vendría a ser el
lado neutral de este espectro. Los “perdedores” por así decirlo, siempre
vivirán en un estado de indefensión, de impotencia donde pueden ser (O sentirse)
atacados por sus opositores, esto tiene un componente claramente histórico,
cuando nos remitimos a aquellos sucesos dentro de la historia universal que
dejaron ganadores y perdedores, especialmente productos de fuertes contiendas y
nefastas guerras.
Aunque la guerra sigue existiendo con todos sus estragos y tragedias, el
panorama actual ha cambiado de forma sublime, dejando a los ganadores con el
poder mientras que los perdedores, deben resignarse ante el accionar del
gobierno: lo que los ganadores ven como un acto meramente político, (Como las
reformas,) los perdedores lo verán como un ataque a su integridad social, a sus
principios, a su ideología, incluso a la moral y la ética. Es aquí donde vamos a entender por qué creemos en teorías de
conspiración, cuando como grupo, nos sentimos marginados de un gobierno
paternalista que claramente nos engaña y avasalla, la impotencia se apodera de
nuestras vidas, la zozobra producto de esta indefensión nos lleva a buscar
reductos, queremos ante todo ser devoradores de la verdad, nos
comprometemos con ella, la buscamos y la defendemos, queremos abrirle los ojos
a los demás y bajo este accionar desesperado, caeremos en la información
sesgada, en los discursos, la propaganda fácil, las teorías conspirativas. Esto es se puede comprobar de una manera
sencilla, simplemente hay que colocarse del lado de los perdedores, cuando los
perdedores logran por fin la victoria que tanto les fue esquiva, casi pasarán
por alto, todas aquellas verdades que dentro de su miedo e impotencia buscaban,
llegando incluso a desoír, las verdades que de a poco los nuevos perdedores
(Los que siempre estuvieron en el pináculo) irán revelando en contra de sus
gobernantes.
Para llegar a esta conclusión me he basado específicamente en los recientes
movimientos sociales que tienden a ser considerados de izquierda. En el caso de
Colombia, país gobernado desde hace décadas por el bipartidismo tradicional, en
que ambos movimientos, tanto el liberal como el conservador, confluyen hacia la
misma tendencia paternalista y en donde el grueso del estado se vuelca hacia
las élites del poder económico y judicial, que por primera vez tengamos un
movimiento de izquierda en el poder, ha suscitado por un lado, el afloramiento
de toda clase de especulaciones y narrativas falsas por parte de los
perdedores, mientras que los ganadores, los movimientos de izquierda tienden a
ser más aprehensivos con el gobierno de turno. Lo mismo sucede actualmente en
Argentina, en donde surge un movimiento que recurre a la apofenia típica de las
teorías conspirativas para hacer una oposición propagandista, con la esperanza
de que los ciudadanos se vuelquen de nuevo a los partidos de derecha. Huelga
aclarar que no siempre es así, en muchos casos la oposición hablará con evidencias
fácticas, más en algunos casos, se valdrán de omisiones y datos falsos para
construir su narrativa. (Cosa que también sucedió, pero en menor grado cuando
la izquierda fue el movimiento perdedor)
El problema de esto no es en sí que las personas se decanten por creer en
teorías de conspiración, sino que esta tendencia, se convierta en un indicador
de los vicios propios de la política, (especialmente el paternalismo), porque
esto no hace sino mostrarnos la realidad frente a la división que causan en
nosotros los partidos, que no son otra cosa más que los fortines ideológicos de
los grandes intereses capitales. Una
división evidentemente arbitraria, que no busca consensos, y que se empeñan en
mantener falsas narrativas; cuando la gente pierde las garantías y desconfía de
sus gobernantes, en el pensamiento se generan vacíos que podrán ser llenados
con cualquier cosa (teorías conspirativas sin validez, por ejemplo). En esto también
entra el conflicto de la identidad, ya que el estado al ser patria, hará que
las personas busquen una identidad social y política, si los gobernantes se la
niegan, la gente sentirá el desarraigo, la exclusión, conllevando todo esto a
la marginalidad.
En resumen, creemos en
teorías conspirativas cuando vivimos entre la incertidumbre y la impotencia, en
el estado casi neurótico de la zozobra, producto del miedo y la sensación de
desarraigo que nos impone el vivir en comunidad, sea esta una familia, un área
de trabajo, una nación. Dentro de la psicología ¿Se pueden considerar las
teorías conspirativas, como una estrategia de afrontamiento? En efecto, pero
también, en el ámbito epistemológico, dichas teorías hacen parte de la
construcción de la verdad que tanto anhelamos aquellos que vemos vacíos entre
la misma.
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