viernes, 3 de marzo de 2023

¿POR QUÉ CREEMOS EN TEORÍAS DE CONSPIRACIÓN? Pt 2

En diálogo mayéutico con un profesor de literatura, estuvimos hablando acerca de uno de los males que consideramos, aqueja a la sociedad moderna especialmente a la latinoamericana, este es el “resentimiento”, que es considerado como una sensación de malestar producto de una herida a nuestra psique, esencialmente nuestro ego. Este resentimiento que lleva al rencor, incluso al odio mismo, concluimos, es un factor emocional, producto de la zozobra y la impotencia.

El ser humano atribulado que habita un mundo moderno donde le es cada vez más difícil encajar, debido esencialmente a un conflicto identitario y la disolución de muchas instituciones y principios que procuraban la unión comunitaria más primigenia, es más propenso a desarrollar una inestabilidad emocional, siendo una de sus consecuencias, el rencor.

Cuando una persona se siente impotente ante una realidad la cuál es muy difícil de interpretar, de asimilar, de acoger y sobre todo de confrontar, la persona entra en un estado de resentimiento crónico, (Como una reacción o estrategia de afrontamiento.) Las tribulaciones sociales como la pobreza, el rechazo, la discriminación, el abandono estatal, la falta de identidad, etc. sumadas a los conflictos que puedan desarrollar las personas en su interior, llevan a un estado crónico en el que el resentimiento, producto de la impotencia, llenan de tensión a las personas, desencadenando en estas comportamientos y actos de violencia, como un mecanismo de reacción, poco controlable a esta sensación de impotencia. Los traumas especialmente los de la niñez, también juegan un papel importante en la propensión a dicho estado. El rencor es algo que llevamos todos en mayor y menor grado, en una sociedad frenética, estéril y completamente indiferente en donde solemos estar aislados bajo muchas condiciones, el resentimiento nos lleva a cometer actos violentos, especialmente agresiones hacia nuestros semejantes, hemos escuchado casos de personas que han sido asesinadas solo porque miraron mal a otro, un completo absurdo. Algunas veces estos actos son fortuitos dado a su naturaleza para controlar ciertos tipos de violencia, pero en otros casos más graves, la violencia suele manifestarse de manera recurrente, incluso de forma silenciosa, solapada, y esto lo vemos en la violencia psicológica, presente tanto en la familia como en instituciones y ámbitos empresariales. Este estado de indefensión psíquica en la que nos encontramos las personas de esta época, podría ser en parte causal de la delincuencia.

Pero ¿Qué tiene que ver esto con las teorías de conspiración? A lo largo del tiempo me he encontrado con las opiniones y estudios de expertos que hablan de este tema sin arrojar un resultado tan contundente como el que mostraré a lo largo de este escrito. Los estudios se han enfocado en analizar los diversos tipos de personas que suelen creer más en teorías de conspiración. Los académicos se han empeñado en criticar tanto a las teorías como a quienes las creen o las divulgan y los científicos con el rigor propio de su carrera, utilizan los datos y el ataque visceral hacia todo aquello que no encaje dentro de la ciencia oficialista.

En mi experiencia personal, suelo poner bastante atención a estas teorías que desde luego, resultan muy intrigantes, principalmente porque suelen ser pasadas por alto de los medios oficiales, sin duda alguna muchas se han creado para atraer o desviar la atención del público según sea su intención, por lo que muchas teorías, aparte de rayar en lo ridículo no tienen una validez sustentable más que por aquello que es conocido como apofenia, que es la forma de percibir conexiones en determinados eventos. Un ejemplo notable de apofenia es la famosa teoría de conspiración conocida como el “Club de los 27”, donde se ha citado la fecha de muerte de personalidades especialmente del arte, y un determinado patrón como la edad en la que han muerto y las circunstancias de su deceso, dando por sentado que no es una simple coincidencia que todos hayan muerto a la edad de 27 años y por la misma causa. En este caso los defensores de esta teoría han tomado estas coincidencias, totalmente explicables desde la estadística, como un patrón que es el que sustenta dicha teoría, y desde luego, culpan a una “mano negra” e ocasionar estas muertes.

En muchas ocasiones, he defendido las teorías de conspiración, pero como una forma de dudar de la información que recibimos, como una manera de comprender y ver el mundo distinto, como un bien que es necesario en un mundo donde se controla la información que llega a nosotros, desde luego, que se invita a leer o escuchar dichas teorías, pero siempre y cuando entendiendo que solo se tratan de eso, de teorías como abundan en la ciencia misma, que de ninguna manera son datos sentados, pero que deberían alertarnos ante muchas cosas y sobre todo nos debería invitar a dudar, a que investiguemos por nuestra cuenta y aprendamos a escuchar las dos partes, puesto que la verdad no es única y la información generalmente la divulga quien tiene o quiere el poder, entendiendo esto último como una interdependencia, siendo muy conscientes del impacto de la información (Especialmente cuando internet nos ha inundado de la misma) No comparto ni apoyo teorías que solo tenga la intención de ofender o dañar, que no tenga un mínimo de argumentos o bases teóricas, que se use solo para distraer o desinformar, que solo pretendan cambiar nuestra percepción u opinión en beneficio de algo o alguien, que tengan un tratamiento como irrefutable, que sus divulgadores intenten convencer de que son verdad y no inviten a la duda. Otra cosa positiva que tienen las teorías conspirativas es que llaman a la unión, a la comunidad y como tal, a la defensa.

El miedo hace que reaccionemos de muchas formas en función de su intensidad o tiempo: un miedo extremo nos hará huir o hará que busquemos refugio. Un miedo como el que experimentamos cuando alguien amenaza con hacernos daño, podría simplemente paralizarnos. El miedo que sentimos al ver una película de terror nos puede hacer gritar, incluso reír. El temor que provoca un evento futuro que desconocemos nos internará en un estado de angustia, de incertidumbre, pero, sobre todo, de impotencia. El miedo nace principalmente bajo un estado de impotencia, cuando nos vemos amenazados, es porque nuestros cerebros han medido de alguna manera el peligro al que no exponemos, y dependiendo de nuestro grado de respuesta para enfrentarlo sentiremos impotencia en mayor o menor grado.

El temor que nos produce una situación de zozobra, como por ejemplo los días previos a un examen, el dictamen médico, la búsqueda de un desaparecido, etc.  es un temor regulado, que por lo general no tiene intensidad, no obstante, por ser prolongado y recurrente, nos inmersa en una angustia crónica (Un estado de zozobra), situación que nos puede llevar al estrés, llevándonos incluso a escalar condiciones mentales más graves como la depresión.

Hay muchas situaciones propias de nuestra era que nos lleva a permanecer en dicho estado, aunque es curioso ver que, a lo largo de muchas épocas, el hombre pareciera vivir estados similares, so pena de que las circunstancias no son las mismas. Vivir en una familia disfuncional, ser víctima de matoneo (También conocido como “bullyng”), el mal ambiente laboral, o vivir en una ciudad que contempla hostilidad hacia ciertas minorías, son escenarios donde la impotencia hace su aparición de la mano del miedo, pero quizás uno de los ambientes más propicios para experimentar constantemente la  zozobra, es aquel que nos proporciona el gobierno dentro de un estado, y es en este en el que nos vamos a enfocar para entender muchas cosas, entre ellas, el por qué y para qué creer en teorías de conspiración.

EL PATERNALISMO ESTATAL, UNA ABERRACIÓN DENTRO DE LA POLÍTICA MODERNA

El paternalismo en política (Palabra que viene de patria/padre) es un efecto en el que, tanto los gobernantes y partidos políticos como las instituciones, tienden a controlar a sus ciudadanos, adoptando la misma dinámica del “padre que cuida pero que también castiga”. Más allá del todo, el paternalismo resulta ser una aberración política, ya que desvía la verdadera función que funge el estado en el individuo, que es cumplir y hacer cumplir el contrato social, es decir, que el estado se obliga en función para garantizar los pilares que construyen la sociedad, el paternalismo solo se encarga de crear una dependencia entre el gobierno y el individuo, mientras que el espectro político controlado por los partidos, juegan al “hijo predilecto” es decir, que quieren determinar y así discriminar quiénes son los “hijos buenos” y quiénes “las ovejas negras”, una actitud evidentemente moralista, basada en muchos aspectos de la propia religión, (Hacer que el Estado sea igual o superior a Dios).

Así pues, deificar a una institución como lo es el gobierno y reificar una idea abstracta como lo es Dios, no puede ser más que un extravío, una aberración que en ambos ámbitos es inaceptable. Cuando el estado se vuelve paternalista, recurre al estricto control ciudadano, a la segregación política, a la dependencia del asistencialismo entre otras cosas, para finalmente, hacer un llamado a la unidad nacional, no lejos de alcanzar aquello que se conoce como patriotismo o nacionalismo.

El estado paternalista no solo utilizará estos mecanismos normativos para hacer posible la supeditación ciudadana, sino que también recurrirá a ciertas trampas, como, por ejemplo, el generar tensiones ideológicas innecesarias, crear conflictos o problemáticas que ellos más tarde solucionarán, generar zozobra con medidas cuestionables.  También la fuerte institucionalidad establecida como “imperios” (Ej. El imperio de la ley) se encargará de general el temor y como tal la impotencia en el ciudadano, conocedor de antemano que el estado lo rebasa, y que cualquier defensa ante el mismo por lo general será improductiva.  Esto no es más que el reflejo del paternalismo en la política, una aberración propia de imperios antiguos, de monarquías que incluso prevalecen hasta al día de hoy, y falsas repúblicas que solapan esta tendencia bajo el patriotismo o la exaltación chovinista (Más conocida como nacionalismo).

Este paternalismo va de la mano con otra de las desviaciones propias de la política, conocido como el espectro, dividir y agrupar a las personas en términos ideológicos, considerando que la ideología necesita de la ignorancia como lo ha manifestado el filósofo Slavoj Žižek, mantener a la sociedad dispersa y desoída garantiza la solvencia de las grandes esferas del poder, garantizando de antemano la no rebelión. La mayoría de las personas, mucha apolíticas, otras simplemente ignorantes, teniendo en cuenta esto no como término peyorativo, sino que por diversas razones desconocen el accionar política de sus gobernantes (Como por ejemplo la brecha del aislamiento social, la marginalidad, el analfabetismo etc.)  se aleccionan dentro de la coyuntura, teniendo, por un lado, a los que están a favor del gobierno de turno, y en contraposición a aquellos que perdieron el hito de gobernabilidad. Dejamos a un lado a los apolíticos que vendría a ser el lado neutral de este espectro. Los “perdedores” por así decirlo, siempre vivirán en un estado de indefensión, de impotencia donde pueden ser (O sentirse) atacados por sus opositores, esto tiene un componente claramente histórico, cuando nos remitimos a aquellos sucesos dentro de la historia universal que dejaron ganadores y perdedores, especialmente productos de fuertes contiendas y nefastas guerras.

Aunque la guerra sigue existiendo con todos sus estragos y tragedias, el panorama actual ha cambiado de forma sublime, dejando a los ganadores con el poder mientras que los perdedores, deben resignarse ante el accionar del gobierno: lo que los ganadores ven como un acto meramente político, (Como las reformas,) los perdedores lo verán como un ataque a su integridad social, a sus principios, a su ideología, incluso a la moral y la ética. Es aquí donde vamos a entender por qué creemos en teorías de conspiración, cuando como grupo, nos sentimos marginados de un gobierno paternalista que claramente nos engaña y avasalla, la impotencia se apodera de nuestras vidas, la zozobra producto de esta indefensión nos lleva a buscar reductos, queremos ante todo ser devoradores de la verdad, nos comprometemos con ella, la buscamos y la defendemos, queremos abrirle los ojos a los demás y bajo este accionar desesperado, caeremos en la información sesgada, en los discursos, la propaganda fácil, las teorías conspirativas. Esto es se puede comprobar de una manera sencilla, simplemente hay que colocarse del lado de los perdedores, cuando los perdedores logran por fin la victoria que tanto les fue esquiva, casi pasarán por alto, todas aquellas verdades que dentro de su miedo e impotencia buscaban, llegando incluso a desoír, las verdades que de a poco los nuevos perdedores (Los que siempre estuvieron en el pináculo) irán revelando en contra de sus gobernantes.

 

Para llegar a esta conclusión me he basado específicamente en los recientes movimientos sociales que tienden a ser considerados de izquierda. En el caso de Colombia, país gobernado desde hace décadas por el bipartidismo tradicional, en que ambos movimientos, tanto el liberal como el conservador, confluyen hacia la misma tendencia paternalista y en donde el grueso del estado se vuelca hacia las élites del poder económico y judicial, que por primera vez tengamos un movimiento de izquierda en el poder, ha suscitado por un lado, el afloramiento de toda clase de especulaciones y narrativas falsas por parte de los perdedores, mientras que los ganadores, los movimientos de izquierda tienden a ser más aprehensivos con el gobierno de turno. Lo mismo sucede actualmente en Argentina, en donde surge un movimiento que recurre a la apofenia típica de las teorías conspirativas para hacer una oposición propagandista, con la esperanza de que los ciudadanos se vuelquen de nuevo a los partidos de derecha. Huelga aclarar que no siempre es así, en muchos casos la oposición hablará con evidencias fácticas, más en algunos casos, se valdrán de omisiones y datos falsos para construir su narrativa. (Cosa que también sucedió, pero en menor grado cuando la izquierda fue el movimiento perdedor)

El problema de esto no es en sí que las personas se decanten por creer en teorías de conspiración, sino que esta tendencia, se convierta en un indicador de los vicios propios de la política, (especialmente el paternalismo), porque esto no hace sino mostrarnos la realidad frente a la división que causan en nosotros los partidos, que no son otra cosa más que los fortines ideológicos de los grandes intereses capitales.  Una división evidentemente arbitraria, que no busca consensos, y que se empeñan en mantener falsas narrativas; cuando la gente pierde las garantías y desconfía de sus gobernantes, en el pensamiento se generan vacíos que podrán ser llenados con cualquier cosa (teorías conspirativas sin validez, por ejemplo). En esto también entra el conflicto de la identidad, ya que el estado al ser patria, hará que las personas busquen una identidad social y política, si los gobernantes se la niegan, la gente sentirá el desarraigo, la exclusión, conllevando todo esto a la marginalidad.

En resumen, creemos en teorías conspirativas cuando vivimos entre la incertidumbre y la impotencia, en el estado casi neurótico de la zozobra, producto del miedo y la sensación de desarraigo que nos impone el vivir en comunidad, sea esta una familia, un área de trabajo, una nación. Dentro de la psicología ¿Se pueden considerar las teorías conspirativas, como una estrategia de afrontamiento? En efecto, pero también, en el ámbito epistemológico, dichas teorías hacen parte de la construcción de la verdad que tanto anhelamos aquellos que vemos vacíos entre la misma.

 

 

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