viernes, 23 de abril de 2021

LA SOCIEDAD DEL RUIDO

 Inspirado en “La sociedad de la Transparencia” de Byung Chul-Han

Una sociedad que no quiere escuchar, que bajo el desdén y la vanidad solo quiere oírse a sí misma acallando las voces e imponiendo la suya sobre las demás, solo puede pertenecer a la sociedad del ruido.

En un lugar donde cada vez es más difícil hallar el silencio, encontrar ese espacio donde todo puede acallarse en la quietud, como en un estanque cuyas aguas reposan inermes para poder ver a través de su infinita claridad, es una sociedad de la cual el ruido se ha apoderado.

Una vez un hombre registró con micrófono el sonido de un bosque en su ciudad hace unas décadas, recientemente, volvió al mismo lugar e hizo un nuevo registro y cuando lo escuchó notó que el canto de las aves, el susurro de los arboles mecidos por el manso viento, y el chapotear de los gansos en el agua, todo ese dialogo rebosante de vitalidad se había ahogado por la multitud de vehículos que por los alrededores del bosque hacían rugir sus motores con malacostumbrada furia.

Así sucumbe nuestra sociedad ante el ineluctable avance del porvenir a menudo llamado progreso. “El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable intenta adaptar el mundo a sí mismo. Así pues, el progreso depende del hombre irrazonable.” Escribió Bernard Shaw.

Una sociedad del ruido donde los estereofónicos retumban con su estridente música, donde ya no importa la calidad de las notas ejecutadas sino los decibeles que estas alcancen, es una sociedad que renunció al arte, a su silencio y contemplación, que solo se ha encargado de llenar vacíos y dejó de ser un complemento para el espíritu, una sociedad de contenido ruidoso, que solo busca escandalizar, provocar, dominar e incluso atemorizar y que se envuelve dentro del halo malsano del ruido no es más que el producto de su decadencia, una sociedad que declina hacia el sin sentido, la futilidad y el secuestro de la sencillez que ofrece la vida, esa misma donde rebosa la belleza.

Hoy en día se valora más la energía en el discurso que el discurso, la voz que sobresalta es aquella que es más fuerte, que resuena con más furia cual si fuera una tormenta, hoy en día se valora más aquello que nos demuestre poder, fuerza y sobre todo furia, algo que trae de nuevo el fragor de las viejas batallas, las conquistas de sangre, nos hacen creer que con gritar enérgicamente vamos a proferir el cambio, el descontento se nos volvió un hábito y el ruido su lenguaje donde ya no prima la verdadera y bienintencionada acción, el acto heroico llevado de la razón,  nos han convertido en seres de ruido acostumbrados a quebrantar el silencio pero no a quienes silencian, dejamos de ser seres musicales, arrebatándonos la capacidad de tocar las fibras más íntimas del ser.

El ruido inquietante, que pareciera ser la misma voz del caos, aparece de la nada de manera catastrófica y ensordecedora, cual si fuera una masa estelar atrayendo todo hacia a su oscuridad. El ruido es el ego hecho estridencia, es la imposición del poder que aplasta la musicalidad de lo existente, rebasa el silencio que el alma demanda, aturde con estrépito la voz que anhela ser escuchada, los cantos del jilguero que cortejan el amanecer es sofocado por el grotesco ruido que cuál nube negra se levanta de la ciudad y lo obscurece todo, han muerto las voces y como tal las palabras de quienes demandaban ser escuchados, ha muerto el llanto, muerta la paz, muerto el regocijo también el canto del trovador, la leyenda del manso curaca que narraba inmerso en las flamígeras llamas de la fogata reventando la leña, fue asesinada por la razón que trajo violentamente las palabras ensordecedoras de la fe impuesta.

Ahora todo es ruido, se ha apoderado incluso de la imagen, de la escritura, del color, y sobre todo del pensamiento, es como una mancha de brea que en al agua se va expandiendo, lo va ennegreciendo todo a su paso, todo lo contamino bajo su estrafalario cuerpo y la gente se ha acostumbrado a este como un elemento más del paisaje, lo han permeado, han aceptado vivir en el silencio del opresor, han aprendido a vivir entre las sombras del ruido e incluso han aprendido a amarlo, la diaria esquizofrenia que produce artificialmente esta locura acústica los ha convertido en seres sordos pero también en seres que temen, seres capaces de alzar sus voces pero no de defenderse, seres sin música incapaces de admirar la belleza de la armonía y las notas perfectas que se entrelazan para alcanzar lo sublime, seres en cualquier sentido incapaces de armonizarse.

Valora el silencio como un depósito que le harás a la eternidad cuando tus ojos se cierren, escucha el murmullo de la vida que trata de hablarte con su diminuta voz en medio de la nada, ama la música cuando sus notas te recuerden la belleza del universo, escucha siempre no pretendas ser escuchado todo el tiempo, respeta la serenidad tuya pero sobre todo la de los demás, no permitas que las fibras de tu ser vibren con el ruido, el universo es un gran vacío, misterioso y profundo que trata de comunicarse en silencio con tu alma.

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