miércoles, 26 de abril de 2023

El Factor Cero (Tx0)

 “La vida no tiene sentido, pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido” Albert Camus

Los seres humanos no lo sabemos, quizás por simple ignorancia o porque simplemente no queremos pensarlo: El hecho de que somos habitantes de un gran desierto, un enorme vacío donde nuestras mentes viven del espejismo, una ilusión que se desvanece en el horizonte o en la oscuridad, y donde solo estamos nosotros en medio de dunas, viviendo bajo un espejismo simbiótico, atrapados en la tormenta que se desprende de un desierto sin vida.  

Nuestra mente está diseñada para ignorar la nada, algo similar pasa cuando dormimos o cuando perdemos el conocimiento. Simplemente no lo recordamos. Pasa en silencio. Es un agujero en el tiempo, y de la misma manera se manifiesta dicha nada, ¿Qué había antes de generar nuestro primer recuerdo? ¿Qué habrá después de que nuestra mente pueda generar el último de ellos? La física cuántica nos enseña que pudiendo existir realidades infinitas, solo prevalecerá aquella que es observada.

El escritor y filósofo Albert Camus ya había planteado este razonamiento de forma cruda pero sincera, no falta de elocuencia por tratarse de un razonamiento aparentemente pesimista, pero con un rigor exultante: el absurdo para este gran filósofo es la existencia, pero es el hombre el que da sentido a la difusa cosmogonía que nos muestra sardónicamente el vacío.

No llegar a un punto en nuestras existencias, para considerar el enorme sinsentido de la vida, ese que se recoge ante una inmensidad silenciosa e infinita, nos encierra en el absurdo que es producto de la costumbre, terminamos por ser iguales que los animales, vivimos sin alteridad alguna, sin darle posibilidad a la mente de intuir que somos como Sísifo soportando la crueldad y sinsentido de su castigo, al mismo tiempo esta cualidad que por momentos se escapa de ciertas realidades, es a su vez la que todo lo magnifica, como seres conscientes de que hay cosas finitas e infinitas, queremos siquiera atisbar de que la infinitud existe, como una respuesta a la negación de nuestra propia mortalidad. Nada nos duele más que el infinito, porque no lo podemos palpar, nuestra mente solo debe magnificar lo que es a su vez finito, así nuestras lágrimas lavan el absurdo.

Aun no sabiendo pretendemos saber, queremos intuir que para nuestras efímeras vidas que desesperadamente se reproducen sin cesar, haya una inmortalidad, esta sensación la pudimos apreciar en los más variopintos rituales hechos a lo largo de la historia humana a lo que muerte respecta, siendo quizás el más reconocido, aquel que celebraban los egipcios con el rito de la momificación. Un sistema de creencias surge en la India, en la que se habla de transmigración de almas o reencarnación, el samsara que, si bien es un ciclo cuasi eterno de vida y muerte, tiene la posibilidad de liberación.  Es decir, mientras los egipcios colocan esta angustia de perennidad en rituales que pretenden la inmortalidad de una existencia perecedera, los indios ya intuían lo terrible que resultaba el vivir en un constante ciclo donde el sufrimiento sería su constante. De alguna manera reconocen este absurdo, el estar atrapados en la nada, lo que realmente es infinito.

Sea lo que sea, en el ser humano la angustia palpable por el existir y el no existir es algo que por siglos nos ha obsesionado, y así como las creencias religiosas ligadas a este sentimiento aún permanecen, también persiste nuestra capacidad para eludir al absurdo, o la nada como aquí se ha planteado, solo que esta vez, como en esta era posmoderna tanto valor damos a las cifras, lo reducimos a un cero, al FACTOR CERO, en donde todo se arroja hacia la nada. Es muy fácil de comprender, todo aquello que se multiplique por cero dará el mismo resultado, un cero o si se refiere el vacío, la nada, no importa el grado de complejidad del fenómeno de la vida, no importa qué nivel hayamos alcanzado dentro de nuestras existencias, nuestras vidas por grandes o sufridas que hayan sido todas convergerán de donde vinieron: la nada absoluta, el factor cero. Y es así que tenemos el siguiente resultado, no importa si hemos tenido vidas largas o cortas, todo al final se reduce a la misma dimensión: la nada. Tal vez, como si la vida pudiera intuirlo, apostó hacia el infinito y es por eso que somos producto de una reproducción cuasi interminable, era la única manera de paliar el estado más natural de la naturaleza, la muerte.

Si nos ponemos a meditar acerca de esta realidad, si nos empeñamos en comprender está dinámica tan simple y oscura a la vez, no solo estaremos demostrando llegar a un grado de superioridad en nuestras existencias, contrario a lo que muchos podrían pensar como el pesimismo en su máxima expresión. La comprensión del factor cero, “el abrazo al absurdo” es lo que nos llevará a asimilar nuestra pequeñez humana, nuestra mayor fragilidad, nuestro ridículo sufrimiento, la desgastada lucha. El objeto de comprender que todos estamos sujetos a la cruel e impasible dinámica del factor cero, contrario a lo que muchos optimistas o positivistas podrían pensar, es entender nuestro papel en un universo que posiblemente nunca entenderemos a cabalidad, para muchos esta idea podría causarles una gran angustia, para otros, las mentes más prodigiosas abrirán sin duda alguna todo un abanico de posibilidades, siendo la principal el comprender que nuestra mente, está diseñada 1. para ignorar el absurdo, viendo dentro de múltiples ilusiones y 2. para magnificar todo, cualidad única del cerebro humano que posibilita crear el espejismo dentro del desierto.

La consideración de esta realidad no nos debería llevar a la desesperanza, todo lo contrario, debería aliviar nuestras culpas, nuestras penas, toda carga, todo dolor y sufrimiento, incluso el gozo mismo que no es otra cosa que un espejismo, como lo es todo dentro de nuestros cerebros, desatarnos tanto de lo malo como lo bueno, el desapego que desde hace siglos propuso el budismo: No te apegues a las cosas, no te apegues a nada, pues nada te llevarás, porque no hay destino, puedes ver pasar las cosas, contemplar su perennidad solo comprendiendo que eres el huésped de la nada infinita, te reirás cuando en el fondo de tu corazón comprendas esto, es sin duda alguna un viaje en donde siempre perderás el equipaje porque no hay destino, solo la impemanencia. Definitivamente no es algo que se hará de la noche a la mañana, la comprensión de la nada podría abarcar días, meses, incluso años, de seguro muchos moriremos sin comprenderlo a cabalidad. Si todos lo pudiéramos hacer, talvez consideraríamos mejorar nuestras vidas y las vidas de aquellos que podamos mejorar, por lo contrario, aquellas personas desalmadas, podrían abrazar la nada para justificar su barbarie. Yo sinceramente escribo todo esto con la esperanza de darle luz a quien lo leyera, como muchas veces leí a otros autores y me abrieron los ojos. Pero en la práctica no será nada fácil ni para mí, ni para nadie.

 Existen en el universo y la naturaleza momentos que, por su grado de magnificencia, son así mismos efímeros, tenemos por ejemplo del espectáculo del nacimiento y muerte de una estrella, evento al que se conoce como supernova, una estrella que lanza hacia la nada del espacio un brillo excepcional antes de morir. En la vida tenemos el nacimiento de un bebé, la eclosión de un huevo, la ruptura de la crisálida que ve nacer a la mariposa, la puesta del sol en el ocaso, las auroras boreales etc. son eventos que por ser tan efímeros resultan excepcionalmente bellos, las sensaciones humanas también obedecen a esta mágica proporción, y en ellas vemos la alegría, el éxtasis, el silencio, un orgasmo etc. La existencia es pues también uno de estos tantos momentos efímeros que no logramos apreciar por cuestiones de espacio y percepción. En tiempos cosmogónicos se podría decir que la existencia de la tierra capaz de albergar la vida es de apenas unos segundos, y la existencia de la humanidad pues se contará con tan solo unas centésimas, y así comprobamos que la vida del ser humano a la par de su existencia solo será uno de tantos breves momentos que solo perduran por el alto grado de belleza que pueda contener, como los ya citados ejemplos.

Asimismo, a muchas personas les cuesta percibir esto, que hay momentos realmente únicos y que la belleza puede estar en los lugares menos insospechados, tardarán años para comprender que los grandes momentos se viven en pequeños instantes, de la misma manera darán trato a su existencia, pasarán de largo por el estrecho túnel de la vida sin preguntar nada, sin comprender la inmensidad que contiene la pequeñez del existir, porque existir es algo pequeño, pues es magnificable, todo lo magnificable es intrínsecamente pequeño, no podemos saber el ancho del universo.

Parece que la belleza en algunos eventos tanto de la naturaleza como de nuestras vidas, se da por la intensidad en su instante, si todos los días pudiéramos ver la misma flor en el jardín, nos acostumbraríamos a su encanto, llegaría a pasar por alto para mentes programadas para el hábito y la repetición como las nuestras, pero si esa flor nace en cierta temporada y dura unos días, contemplaremos su verdadera belleza, ¡Que sabias son las plantas! La verdadera belleza es pues, la ausencia de la costumbre, de esta misma manera debemos comprender la brevedad del fenómeno llamado existencia, solo así podremos apreciar su belleza, no hay que acostumbrarse a la vida, hay que morir cada vez que se pueda. Pero no se trata de pensar que la vida es breve y por eso hay que disfrutarla, es entender que la vida no es nada, porque está en medio de nada, la verdad es que esta noción resulta compleja de entender, necesitaremos tiempo para hacerlo.

Para apreciar esta belleza, nuestra mente debe aprender a funcionar como una cámara fotográfica, debe saber plasmar las escenas bellas, los momentos únicos, la función de una cámara es congelar un instante en el tiempo, lo efímero o la existencia, así podemos apreciar la belleza incluso en los lugares donde pareciera no existir.

LA EXISTENCIA: EL SENTIDO DE LA VIDA

La vida es una broma, hecha por la naturaleza de lo material, lo material es lo muerto, por eso es efímera:


En un abrir y cerrar de ojos sale el sol

En un abrir y cerrar de ojos nos enamoramos

En un abrir y cerrar de ojos vemos la luz por primera vez

En un abrir y cerrar de ojos cayó el relámpago y la centella

En un abrir y cerrar de ojos sentí el abrazo de consuelo

Y en un abrir y cerrar de ojos se esfumó

Roma ascendió y cayó en un abrir y cerrar de ojos

En un abrir y cerrar de ojos, miles de personas yacían muertas

Quedé dormido en la suave yerba, ahora despierto

En un abrir y cerrar de ojos el sol se ocultó en el horizonte

 “No le temo a la muerte. Había estado muerto por billones y billones de años antes de nacer, y no sufrí el menor inconveniente por ello”, una frase acuñada por Mark Twain, nos revela la extraordinaria intuición del brillante escritor, acerca de esta realidad para la mayoría resultaría inaceptable. En el fondo nadie quiere morir y por ende nadie piensa en ello. Durante la juventud, desde la niñez misma, nuestra intuición acerca de la muerte es progresivamente menor a medida que se envejece, es por eso que muchos jóvenes pierden la vida por motivos que incluso rayan en lo absurdo. Cando llegamos a la madurez el fenómeno de la muerte nos acecha, comenzamos a pensar en los caminos que nos pueden conducir a la muerte, llegamos algo tarde a cuidarnos, dejamos costumbres o hábitos que podrían llevarnos a un deceso prematuro, pensamos acerca de nuestra propia muerte. Cuando éramos más jóvenes nos cuestionábamos ¿Qué pasaría si perdiéramos a nuestros padres?, ahora ya más maduros pensamos ¿Qué sucederá cuando dejemos de existir?, y aún este pensamiento no deja de abrumarnos porque la muerte seguirá siendo algo desconocido, el producto de una intuición, una noción fallida. Es entonces que las personas con verdadera sabiduría, llegan finalmente a intuir lo que es la muerte: es el principio y el fin, es el todo y la nada, la muerte es la esencia, lo que intuimos de ella es lo que vive.

La noción fallida de la muerte, es la que nos lleva a creer en una religión, de hecho, etimológicamente la palabra religión significa “La acción de atar con intensidad”, si bien esta fuerza se traduce como el vínculo hacia el dios, también podríamos interpretarla como el aferrarse a la vida, (Por eso existe el término de “hacer algo religiosamente”) una atadura que nos lleva en principio, según la mayoría de las religiones existentes, a aferrarnos a la inmortalidad: en el cristianismo se habla de la resurrección, en el hinduismo y el budismo la reencarnación y en el brahmanismo la transmigración. En la antigüedad existía múltiples leyendas que no eran sino una respuesta a la angustia que nos genera la mortalidad, (como el poema sumerio de Gilgamesh), es así que esta noción errónea acerca de la muerte nos hace pensar en el absurdo de la inmortalidad, ¿Qué inmortalidad puede haber cuando siempre se ha estado muerto?

Carl Jung se aventuró a pensar en el más allá de la vida: "Hay partes de la psique que no están limitadas al tiempo y al espacio", todos de alguna manera quieren intuir que existe una vida más allá de la muerte, la inmortalidad, pero ¿No será dicha noción, una simple intuición de la nada?

 “Polvo eres y en polvo te convertirás” (Gen 3:19)

martes, 25 de abril de 2023

LIBERACIÓN DE CAPITALES

 "He visto los cercados medio calcinados, los limites perdidos entre la pradera, y un acaparador mundano vigilando sus lindes con un agrimensor, mientras el cielo acontecía a su alrededor y él no veía a los ángeles ir y venir, sino que buscaba el viejo hoyo de un poste en medio del paraíso" HENRY DAVID TOREAU

Si el gran fracaso social y cultural del capitalismo se ha debido a la acumulación de capitales, - el principal argumento de la teoría marxista para contradecir la economía del libre mercado -, la liberación de los capitales debería ser la solución. Liberar capitales en tiempos de crisis podría ayudar a que la economía no colapse, evitar que todo quede en manos del estado ayudaría mucho al desarrollo de la sociedad. Las grandes crisis humanas siempre han generado exorbitantes fortunas a costa del sacrificio humano, los desastres causados por las guerras debido a su alto coste y el negocio de la especulación financiera, han procurado enormes ganancias a los financieros, como es el caso de Natham Mayer Rothschild, quien ganó una fortuna al generar incertidumbre en el mercado financiero durante la guerra de Napoleón contra los ingleses.

Existen pocas pero ejemplares historias a lo largo de los años que muestran, como una “liberación de capitales”, en el sentido en el que los grandes dueños, los mega-empresarios, terratenientes e incluso los más modestos comerciantes, comparten sus utilidades con sus empleados. En 1914, el empresario estadunidense de los automóviles Henry Ford, anunció que doblaría el salario de sus empleados además de que reduciría las horas laborales de 9 a 8 diarias. Recientemente tenemos el caso del fundador de la financiera Gravity Payment, Dan Price, quien se bajó su sueldo de un millón de dólares a $70.000 para repartirlo entre sus trabajadores y así ninguno de ellos ganará menos que él. Esto es una propuesta interesante que se ha planteado en empresas del famoso Silicón Valley que muchos ven como una especie de “comunismo”, que, por cierto, para nuestra sociedad actual es sinónimo de “amenaza”, siendo esto una tergiversación, una mala interpretación a lo que constituía la primitiva forma de relación entre la fuerza de trabajo y la distribución de la utilidad, producto de una narrativa que busca ante todo la supresión del poder estatal.

Recientemente se conoció el caso de una empresa de pequeños supermercados en Colombia que quebró dejando deudas millonarias, entre las múltiple malas prácticas que llevaron a su liquidación, encontramos una en la que sus ejecutivos, recibían sueldos alrededor de 40 millones de pesos mensuales (Algo más de $8000 dólares en el cambio a la fecha que se escribe este artículo), lo que representa casi 40 veces el salario de un trabajador regular como una cajera, un bodeguero o un guarda de seguridad. Como estos podríamos encontrar tal vez cientos o miles de ejemplos, siendo tan absurda inequidad en el pago de salarios, una de las principales causas de por qué hoy en el mundo y principalmente en Colombia, exista una de las brechas sociales más pronunciadas.

La escuela económica austriaca nos enseña sobre la subjetividad del valor, que significa a grandes rasgos, que el valor de las cosas, (más exactamente los productos de comercio) es subjetivo, lo que quiere decir que dicho valor no está ligado necesariamente al “valor agregado”, (al coste de los recursos como materias primas y fuerza de trabajo), o a un bien inherente a este (Como los títulos de renta), sino al valor que cada persona coloca en él. Esto sin duda alguna es parte del espíritu del libre mercado que nos rige en esta posmodernidad, haciendo parte ineludible de lo que significa la libertad individual, de la que a su vez se desprende el libre mercado.

El valor subjetivo ha sido a lo largo de las últimas décadas, uno de los motores, no solo para generar grandes capitales, sino para dar origen a grandes ideas, aunque en la práctica, realmente son pocas aquellas que representen una verdadera eficiencia, ya que esta desmesurada “subjetividad” que como ya se dijo, es una característica esencial en la libertad individual, también nos ha conducido hacia el “libertinaje” del libre mercado. Dicho libertinaje es una de las causas de las dos consecuencias que por años se le ha criticado al capitalismo, que son, por un lado, la acumulación del capital, y por otro el consumismo, que, como bien lo dice su nombre, es la adquisición y producción de bienes, productos o servicios no esenciales, (aunque si quisiéramos ampliar el término, podríamos decir que es la excesiva “subjetivación” del producto en el comercio.) Podemos entonces ver un mercado donde abundan miles de productos, muchos de estos que apenas obedecen a una necesidad subjetiva, y que si bien, son motores de empleo y capital, generalmente se ligan a un híper producción, generadora del alto coste ambiental y donde muchas veces se sacrifica el recurso humano, ya sea mediante la explotación laboral o su contrario, la automatización. A estas consecuencias debemos agregar que muchos de estos productos, pueden resultar dañinos para la mente y el cuerpo del ser humano.

El libertinaje del libre mercado nos ha llevado también a beneficiarnos de las crisis, donde en muchos casos no existe ni existirá una reparación en el medio, es decir, que la utilidad siempre estará por encima de los recursos que la genera, en el caso de la extracción de recursos naturales, (Como por ejemplo la madera de las selvas ocasiona daños irreparables en sus ecosistemas), la destrucción de hábitats para crear plantaciones o pastizales para ganado etc. El caso más dramático de este “coste/beneficio”, es el que ocasiona las guerras en la que el daño involucrará desde la muerte de miles de civiles (y sus devastadoras secuelas que van desde lo psicológico hasta los social), hasta la destrucción de la infraestructura política y económica de las naciones.

Durante las guerras napoleónicas, el banquero alemán Nathan Mayer Rothschild, aprovechando la crisis económica que estaba generando la confrontación entre Napoleón y el imperio británico, se deshizo deliberadamente de sus bonos para generar incertidumbre en los mercados financieros, así logró que muchos financistas vendieran sus títulos de valor que el astuto banquero terminaría comprando por muy bajos precios. Este tipo de especulación en el mercado financiero también fue en gran parte responsable de la gran depresión económica de los años 30 en Estados Unidos. La especulación que hace parte de este libertinaje codicioso, ha sido a través de la historia humana la práctica más recurrente del libre mercado, siendo a grandes rasgos un efecto pernicioso dentro de la acumulación de capital (Contraria a la liberación de capitales). Actualmente esta práctica sigue siendo una de las principales manobras que desalmados plutócratas siguen ejerciendo para obtener réditos o causar deliberadamente crisis en los países. y que las personas se encuentran en el mercado de la especulación financiera, citando para este referente la actual crisis que ha producido la histórica suba del dólar que como todos sabemos, es la moneda estándar de la economía global.

 DIFERENCIA ENTRE REDISTRIBUCIÓN Y LIBERACIÓN DE CAPITAL

La redistribución de la riqueza, que sería administrada primordialmente por el estado busca la transferencia de riqueza hacia los sectores vulnerables de la sociedad, siendo esto el pilar tanto para el socialismo como para la implantación del modelo comunista, se vale de un conjunto de mecanismos sociales para lograr esta redistribución, siendo el más común aquel que se hace por medio de los impuestos, que cada vez a medida que aumenta el gasto público deben seguir siendo aumentados lo cual no resulta beneficioso, por lo menos en teoría, para el crecimiento económico, generando esto un malestar entre las personas más adineradas. La caridad, por ejemplo, considerado como uno de los mecanismos de la redistribución, y que solemos ver especialmente en la filantropía de los grandes empresarios, siempre estará sujeto a la voluntad de muy pocas personas y nunca será suficiente, además de que esta, casi siempre, se hará motivado por intereses particulares, ya sea para obtener ayudas del gobierno o por simple lobbismo.

El politólogo estadunidense Jacob Hacker acuñó el término “predistribución”, que se diferencia de la distribución en que esta no buscaría la simple distribución de la riqueza para paliar la desigualdad, sino que buscaría una bienestar más integral y duradero, y para ello Hacker, a grandes rasgos propone que el estado procure los mecanismos para que la economía marche favorablemente para el bienestar común, obviamente sin afectar la libertad económica.

Como bien hemos visto en los ejemplos citados, se dependería del estado para la redistribución de la riqueza y la disminución de las brechas sociales, so pena de que, una dependencia total del estado no es saludable para ninguna “democracia”, como tampoco se puede depender de la “simple caridad de los grandes capitalistas, para lograr avances en la disminución de la desigualdad, especialmente cuando contamos con muy pocos filántropos, y en muchos casos estas personas consideran por varias razones mantener las brechas sociales para su propio beneficio. La predistribución demandaría el uso de las dos fuerzas centrales del poder (Estado y sector privado), notablemente opuestas pero que con buena voluntad lograría su objetivo, complementado mecanismos para lograr el bienestar común, y uno de estos mecanismos sin duda alguna sería la liberación de capitales, que es el que se propone en este ensayo.

La liberación de capitales tendría como ventaja la No intervención del estado, y obedecería estrictamente a la buena voluntad de salvaguardar el estado de bienestar de todos los ciudadanos. Vemos por ejemplo como durante la pandemia del 2020, muchas grandes empresas y particulares engrosaron sus fortunas con las necesidades que surgieron de la misma, mientras otras empresas y personas fueron arruinadas económicamente lo que generó casi 30 millones de personas pobres solo en Latinoamérica, según CEPAL.

 La tendencia del capital que no deja de tener un efecto acumulativo, completamente nocivo para el estado de bienestar, y donde cada vez más se recurre al apalancamiento inequitativo de las empresas con los recursos estatales, a la par de que las fortunas siguen acumulándose, dejando a un lado los proyectos productivos generadores del potencial laboral estable, no solo evidencia el fracaso de un sistema capitalista que ha provocado el declive del valor monetario, la reducción de la demanda laboral, y por consiguiente, el aumento de la desigualdad social, sino que está llevando a muchas naciones al abismo de una verdadera crisis social que podría escalar conforme pasen los años si no se tomen acciones contundentes para frenarlo.

La liberación de capitales en tiempos de crisis no solo ayudaría a que la economía se mantenga a flote, sino que nos llevaría hacia un nuevo orden social donde primará por encima el bienestar común, el mutualismo social, el cooperativismo, etc. Siendo esto un punto de convergencia para soslayar cualquier tipo de polarización, de división ideológica y cultural, el “divide et impera” al que nos llevó el “laissez faire” en la economía, debería cambiar a “unitum regnabimus”, es decir que unidos todos ganaremos.

¿Pero bajo qué dinámica lograr efectivamente dicha liberación de capitales en épocas de crisis? Aunque no necesariamente tiene que ser durante las mismas, se puede hacer a manera preventiva como cuando la economía comienza a dar síntomas de desaceleración, los grandes empresarios que estén dispuestos y puedan dar más de sus ingresos, o repartir parte de sus bienes y fortunas, deben aumentar temporal o permanentemente los salarios de sus empleados, en el caso de crisis agravadas como el cierre de las economías a causa de la pandemia del año 2020, muchos empresarios de manera responsable mantuvieron los contratos y evitaron despidos, aún incluso sin que sus empleados estuvieran trabajando. Los grandes empresarios también pueden otorgar becas e incentivos para que los trabajadores e incluso personas que no necesariamente pertenezcan a su planta, puedan costearse una carrera en la educación superior, asimismo, pueden ayudar a que estas personas adquieran vivienda propia. Todo esto dependerá de la conciencia y el espíritu altruista que tengan las personas más adineradas para propender una cultura económica, que vaya más allá de la simple filantropía, entiéndase esta como la costumbre del donativo, que resulta contar aunque no bajo las mismas condiciones, con la misma dinámica del desgastado asistencialismo que ofrece el estado como herramienta paliativa, citando el ejemplo del accionar político que hacen muchas naciones especialmente las latinoamericanas, que es la de dar subsidios a los campesinos para sus cultivos, pero no invertir en la construcción de vías terciarias, tan necesarias para que estos puedan trasladar sus cosechas. Es así que la liberación de capitales se traduce en una dinámica de flujo de fortunas, para que la economía se mantenga a flote. El buen viento y la buena marea dependerá de qué tanto están dispuestos los dueños del capital en liberar sus fortunas durante las crisis.

El Factor Cero (Tx0)

  “La vida no tiene sentido, pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido” Albert Camus Los seres humanos no lo sabe...