sábado, 2 de mayo de 2020

La música: El diálogo Apolinio entre el ser y la armonía



Hoy en día la música parece haber perdido un gran valor estético y lírico, y aunque el interés de este escrito no está en discutir las razones de por qué está sucediendo esto, es importante conocer y ahondar en una de las principales razones, que nos servirá de punto de partida para entender el porqué del interés y la importancia de la música en nuestra existencia.



Actualmente podemos encontrar muchísima música ya que los medios tecnológicos no solo han favorecido su divulgación sino también su producción. Si bien aún contamos con trabajos de calidad en muchos géneros y sub-géneros vale la pena diferenciar la música como clasificada y desclasificada. La primera vendría a ser la música tanto de antaño como la nueva que ya tiene cierta clasificación, es decir que de una u otra manera, todos conocemos, distinguimos o compartimos. La segunda vendría a ser la música desclasificada que quiere decir que está por descubrirse, la que la mayoría de gente desconoce ya sea porque no se ignora su autor o simplemente no se ha divulgado por cuestiones de tiempo, espacio, medios etc.
La música clasificada es aquella que el lector puede escuchar y alguien en otra parte del planeta puede decirle a qué autor pertenece y en efecto si usted va a consultar más datos sobre dicha canción no solo va a saber cuándo se compuso sino también a qué género o sub pertenece.
La música desclasificada por lo contrario es aquella que usted bien pasa por alto la mayor parte del tiempo por cualquiera de las múltiples razones que existan, es por eso que esta música se le puede considerar también como “música por desclasificar” porque es prácticamente desconocida y solo llegamos a ella por simple casualidad o por estudio e indagación.


La razón por la que se clasifica la música en estos dos órdenes es para entender como  la música está íntimamente enlazada no con la vida de las personas sino con su existencia. La música hace palpable esa existencia porque entre sus múltiples cualidades encontramos la identidad, y no solo la identidad subjetiva sino la identidad humana como tal.


Como lo mencioné al principio la música de hoy a perdido estética y lirica pero solo en apariencia porque aún se sigue produciendo buena música, lo que sucede es que mucha de esta es desclasificada (Incluso la que solía estar clasificada) y por ende son muy pocas las personas que pueden gozar de ella.
Una de las razones entre tantas que hay de por qué no encontramos a esta buena música “por clasificar” es precisamente por su contraparte, y es aquí donde encontramos la razón de ser de este ensayo.


Existen muchas razones por las que escuchamos música, primordialmente porque se trata de algo subjetivo, pero hay muchas más de por qué no lo hacemos, en primer lugar está el componente geográfico, el lugar donde residimos por obvias razones influye en gran parte en el tipo de música que escuchamos. De aquí podemos trazar un punto de partida en el que se despliegan varias razones para determinarlo, entre ellas está el núcleo familiar, el nivel económico y cultural, el paradigma social, el medio ambiente etc.
Así se determina que la experiencia intrínseca de la música se contrapone a la experiencia real, la primera determinada por subjetividad de cada ser humano y la segunda por su entorno. En este ensayo vamos a tratar la experiencia subjetiva primordialmente y su relación exógena con el medio, la que determina el por qué escuchamos música y no en general sino un tipo específico, que a su vez nos llevará a la respuesta de la cuestión inicial.


Siempre me he considerado un amante de la música, puedo apreciar prácticamente cualquier género, desde pequeño he escuchado música popular hasta música clásica. Hay muchas personas que afirman que el hecho de apreciar múltiples géneros musicales se debe a un desarrollo especial de la inteligencia (Inteligencia musical) de hecho no solo la escucho sino también tengo nociones para producirla. Ese desarrollo intelectual acerca de la música es lo que coloquialmente se conoce como “buen oído”. El “buen gusto” por la música también obedece a este aprecio especial que se tiene a esta forma de arte. Los estudios a lo largo del tiempo han demostrado que escuchar música con una variedad compleja de matices e interpretaciones como la música clásica se relacionan con un mayor nivel intelectual, mientras que géneros más populares y con bases rítmicas y armónicas más simples como el popular “reguetón” se relaciona con coeficiente de intelecto más bajo. Esto apenas es un estudio y se cita sin ánimo de ofender a las personas. Nos damos cuenta entonces que el primer factor que determina nuestra inclinación hacia la música es intelectual.


La complejidad musical puede ser apreciada por una mente inteligente porque la música es abstracción pura, es como apreciar obras de pintores como Humberto Boccioni o de Zao Wou-ki. Boccioni plasma en sus cuadros figuras que se entrelazan hasta fundirse como si estuviera retratando la raíz misma del constructo mental, es decir el justo momento en que se conecta la nada con lo existente, mientras que Zao retrata en sus lienzos de forma puramente abstractiva y magistral los estados emocionales. De esta forma la música también es comprendida, por una abstracción que está mucho mejor adaptada que el campo visual humano y entre más compleja sea la composición musical, más requiere de la abstracción de una mente dotada.
Por otro lado tenemos la lírica que también puede encerrar cierta complejidad aunque por regla general se suele recurrir a una narrativa más bien simple, para hacer la música asequible y agradable. Podemos encontrar así, en muchos géneros musicales que no son tan complejos como la música pop, letras con una profundidad epistemológica. Algunas personas se decantan más por este tipo de abstracción dentro de esto género artístico, de hecho a partir de estas apreciaciones podemos definir a los oyentes tanto melómanos como no melómanos. Están por un lado los oyentes que aprecian mucho la estética musical, estas personas suelen inclinarse más hacia la música de cámara, la música instrumental o la música de sesión como el jazz o el blues, aunque también gustan de género cantados pero siempre les atrae más la música como estructura que como lírica. En su contraparte están los oyentes que aprecian más la lírica, esto es que gustan más del contenido lírico, el mensaje, la literatura misma de la música, estas personas suelen preferir las canciones por encima de la música más abstracta y así mismo gustan de la poesía, las buenas historias y los mensajes profundos. Solemos encontrar también  a los oyentes que aprecian tanto la estructura musical como la lírica.
Hay personas que simplemente escuchan música y aprecian esta debido a varios factores sociales y geográficos principalmente (De los factores emocionales hablaré más adelante.) Factores sociales como la moda, determinan en gran parte la música que escuchan algunas personas, especialmente los jóvenes que se decantan por ritmos más modernos porque son los que más se escuchan en la radio y por lo tanto suelen ser los más “clasificados”.  El factor geográfico influye enormemente ya que las personas aprecian más la música que se produce dentro de su región o su raíz cultural. Todos estos factores, tanto intelectuales como los del medio son determinantes a la hora de que exista música clasificada y desclasificada.



EL FACTOR EMOCIONAL, EL LAZO DEFINITIVO ENTRE MÚSICA Y EXISTENCIA
Música y existencia se entrelazan en un vaivén donde juntos flotan en un espacio brillante, vívido y lleno de armonía, las sensaciones nos arroban, nos dejamos llevar por la música como la cipsela se deja llevar por el viento. La música se funde en nuestra alma tanto que nos hace sentir que vivimos más allá del todo, nos hace trascender y nos llena de sensaciones puras que matizan el acto mismo de la existencia. La música pareciera transportarnos a otro plano, a otra dimensión, es por eso que muchas culturas se valieron de la música para alcanzar estados trascendentales, pero la música también es como un navío donde viajan nuestras emociones, primero se van por su cauce cual si fuera un río hasta llegar al mar donde cielo y tierra confluyen, podemos saltar de él y quedar suspendidos en su agradable tibieza, bien si el océano es manso o bien si está en turbulencia, agitando nuestras sensaciones, haciendo vibrar nuestro sentir en una sola frecuencia, en armonía única.




Hace un tiempo descubrí algo con cierta frustración, escuchando varios géneros musicales noté que siempre había una motivación especial para escuchar música en específico. En efecto tantos años admirando la música en casi todos sus estilos y formas  me di cuenta que en sí no era el amor por la música como una entidad propia con cuerpo y alma lo que me motivaba a escucharla, había una razón muy importante que venía dentro de mi existencia. Vi entonces como se oscurecía de a poco este panorama cuando me daba cuenta que no era en sí la estructura o la complejidad de su mensaje lo que me llamaba sino porque esta se convertía en un vehículo inmediato de mis emociones. Dicha idea se me reveló cuando en ciertas temporadas me inclinaba a escuchar música pop que contuviera cierto aire oscuro, y en otras ocasiones quería escuchar canciones de salsa que se caracteriza por su matiz alegre. Desde muy joven aprecié el género conocido como heavy metal y a veces me aterraba el pensar que duraba mucho tiempo pasando de largo esa música, que incluso a veces me podría causar cierto desprecio. Es así como me di cuenta que una de las razones fundamentales por la que escuchamos música (Si acaso esta no será la principal) tiene que ver con la vivencia y sus dos factores recíprocos, experiencia y emociones, es lo que nos lleva a preferir ciertas canciones o géneros musicales. En efecto porque el hecho de que se aprecie solo una obra tan solemne y “clasificada” como la novena sinfonía de Beethoven no necesariamente nos dice que nos guste la música clásica, de la misma manera que una persona con “buen oído” podrá no gustarle cierto género musical (como el jazz por ejemplo) pero es plenamente consciente que se trata de un excelente género musical. Esto tipo de apreciación ambivalente y subjetiva que bien hace parte de todo este entramado por el gusto musical, tiene como origen los estados emocionales.


Volviendo a mi experiencia personal me he dado cuenta que las emociones responden a la música de una forma casi excepcional y es en la vivencia donde concretamos los géneros o composiciones que determinarán nuestro gusto musical por el resto de nuestras vidas. Esto a su vez explicaría porque existe tanta música “desclasificada”. Como lo dije anteriormente puedo apreciar cualquier tipo de música desde la más simple a la más colorida y compleja, pero será muy poca la música que logre quedarse en mi corazón, es decir, la que logre crear ese puente entre el medio y la existencia, aquel lazo íntimo germen de grandes emotividades, aquel que también constituye parte fundamental de nuestra identidad, de lo que somos tanto personal como culturalmente. Esto es lo que ha oscurecido un poco mi ambiente frente a la música porque siempre había creído que lo que amaba en verdad era la música tanto en su estructura como su composición literal, pero por mucho que encuentre música excepcional, creada con gran maestría y dotada de un mensaje muy poderosos esta música se quedará siempre relegada por la música “clasificada”, la que ya está tan dentro de mí que es muy difícil olvidar, porque representa esa parte de mí que era solo vacío, estas composiciones a lo largo de mis vivencias han logrado llenar para conformar el ser que soy ahora, mi existencia. Por eso es muy importante la música en los primeros años de nuestra vida, más exactamente desde los 7 años hasta finales de la adolescencia porque es en este periodo que se estructuran las bases cognitivas y emocionales que nos ligan a la música. Todo esto de mano de la vivencia, que no es otra cosa que las experiencias a través de las emociones y su inmediato vínculo con las obras artísticas (En especial el género que se trata en este ensayo) Se han marcado de tal forma en nuestras almas que es muy difícil prescindir de ellas, siempre querremos escucharlas, siempre anhelamos repetirlas y evocar las sensaciones que rodearon dichas obras con los parajes de nuestras experiencias, nuestras vivencia, nuestra vida.
Cuando escuchamos a una agrupación nueva, una obra o estilo musical nuevos etc., por muy buenos que sean, por muy complejos y profundos que sean, si no logran imbricar aquel lazo al que yo llamaría un “diálogo Apolonio entre el ser y la música”, podría condenarse a ser música desclasificada, para que esto se logre la música tiene que volverse vivencia, tiene que hacer parte de algún tipo de experiencia que haga trascender y así evocarla para siempre, que forme parte de nosotros, de nuestra nuestro pasado, presente y expectativa.



Todo lo mencionado en esta última parte del ensayo es el componente emocional ligado al gusto musical de cada ser, el que desde un principio he determinado como algo no tan aliciente, que raya dentro de la angustia misma, pero si bien para aquellos que apreciamos desde lo más ínfimo de este maravilloso arte que es la música puede parecer algo negativo, no olvidemos que independientemente del oyente que seamos, la música siempre va a formar parte de nuestras vidas, dándole el sentido y belleza que solo el universo puede proporcionar a la existencia misma.


jueves, 9 de abril de 2020

Guerras ideológicas, el "divide et impera" de las redes sociales


Gracias a la tecnología y la enorme demanda en el uso de las redes sociales hoy en día ha cambiado radicalmente la manera como obtenemos información, pudiendo acceder a ella de una forma más fácil y menos “controlada”, como no ocurría antes cuando los únicos medios eran de radiodifusión o impresos.


Las redes sociales han permitidos no solo recibir esa información sino también la posibilidad de cuestionarla y debatirla, es por eso que hasta el día de hoy, internet ha revolucionado la forma en que la sociedad construye su pensamiento.
Esto en principio parece muy positivo pero también puede resultar bastante contraproducente, teniendo en cuenta que estas redes sociales pueden ser, al mismo tiempo, vulneradas sometiéndose a una vigilancia sin rostro, que es prácticamente imperceptible.



El monopolio que tienen las empresas de internet respecto a las redes sociales ya representa un peligro como ya lo ha advertido el ingeniero informático Jaron Lanier y es que dentro de uno de sus diez argumentos para dejar de usar las redes sociales, resalta el primero que asevera; “Las redes sociales están haciendo perder el libre albedrío”
El filósofo coreano Byung Chul-Han que ha logrado conceptualizar de forma magistral lo que es la sociedad posmoderna,  -la de las redes sociales -  en su libro “La sociedad de la transparencia”, nos habla de cómo el ser humano ha pasado de ser superficial a un individuo transparente donde lo único que le importa es “exhibirse”, citando una brillante analogía de “peces en una pecera” en donde estamos confinados dentro de una “temporalidad transparente” y un sinsentido donde nos llevan a hacer lo mismo cada día mientras somos observados.



Cabe añadir que dentro de toda esta exposición casi sinsentido e irresponsable, que como el mismo Han lo afirma en donde sentimos placer tanto por vigilar como por ser vigilados (Vigilancia recíproca) y donde comenzamos a perder de apoco nuestro “libre albedrío”, las redes sociales nos están convirtiendo en presa fácil de la “cooptación”, la misma que nos lleva al absurdo del fanatismo.



Antes  que nada debemos entender que como nunca antes en la historia, estamos expuestos a un enorme flujo informativo que ya muchos filósofos e informáticos han anunciado, hace parte de la trampa en la que cae el cerebro para bloquear su capacidad de raciocinio. Este exceso de información nos lleva a creer que el saber es lo absoluto, colocándose por encima del razonamiento, las objeciones, la crítica etc.
La práctica conocida como “zombie scrolling” es básicamente un auto bombardeo de información e imágenes que son propiamente de las redes sociales en donde siempre buscamos alguna cosa de interés.



Cuando una persona comienza a deslizar todo el contenido que le ofrece las redes sociales, varias sustancias relacionadas con la adicción, fluyen dentro de su cerebro sin que ella lo note, de manera que las redes sociales tienen primordialmente un efecto similar a una droga psicoactiva. Y cuando el cerebro se expone a miles de imágenes a través de estas plataformas, es posible que a ciertos intervalos de tiempo, el cerebro tenga la imperiosa necesidad de “descargarse” de dicho contenido para evitar un colapso, por eso es que estas prácticas nos convierten en personas mucho más distraídas, incapaces de conectarnos a un solo objeto. De aquí parte la razón de por qué las redes sociales sesgan nuestra capacidad de raciocinio.
El mismo Aldous Huxley ya vaticinaba que un exceso de información – como la que hoy se está viviendo -  Acaecería en la pasividad.



Desde luego, todo esto ha influido enormemente en la forma de que se hace política hoy en día, de hecho el mismo Lanier asevera que las redes sociales “no permiten hacer política”, precisamente por esa pasividad, hemos anulado parcialmente las fuerzas que mueven la política de estado y es aquí donde encontramos uno de los mayores peligros para la sociedad actual. La política solo ha convertido en un asunto de discusión, de debate, se ha enredado dentro del discurso ideológico y ha dejado parcialmente de fungir su verdadera utilidad.




Se puede decir que muchas de las personas que no vivimos este “boom informático” cuando éramos niños, tenemos una ventaja en cuanto a razón frente a los jóvenes que han sido absorbidos por el encanto de las redes sociales, por páginas y aplicativos que ofrecen contenido multimedia. Es poco alentador ver que los niños de ahora se están convirtiendo en consumidores del potente contenido audiovisual que invade las redes y demás plataformas, están a merced de un nuevo control de orden mediático similar al que se vivió con la “omnisciente” televisión hace unas décadas.




Las redes sociales se han convertido  por excelencia en la plataforma ideal para ejercer  proselitismo, sobre todas aquellas personas que tengamos acceso a la misma, pero a diferencia de la antigua “propaganda”  política, existe la posibilidad de conocer más a fondo los intereses de cada individuo, de manera que resulta mucho más fácil cooptarlo. Todo esto se debe al gran avance en procesamiento de los equipos y los algoritmos informáticos.



Los botones de “me gusta” tienen una doble función: una tiene que ver con el “conductismo” y la otra con el envío información personal a la poderosa máquina computacional de las redes sociales. De manera que si reiteradamente damos “like” a determinado contenido, los algoritmos informáticos van a traducir dichos impulsos en información que a su vez enviará de vuelta información relacionada con su previo análisis.
Por ejemplo, cuando damos like a cierto contenido en Twitter (La plataforma política por excelencia,) inmediatamente este a través de su algoritmo nos enviará un conjunto tanto de información como de personas, empresas o instituciones que se relacionen con dicho contenido. Hasta este punto muchos se preguntarán ¿Qué tiene de malo esto si se tratan de cosas de nuestro interés? El problema está primero en la sobrecarga de información antes mencionada y segundo en la imposibilidad a las que quedamos maniatados a dicha información, sin posibilidad de confrontarla, de esta manera vamos perdiendo el libre albedrío porque de apoco vamos siendo cooptados dentro de una corriente (La corriente del algoritmo,) como la hoja de un árbol cayendo sobre el río.



Cuando Twitter o Facebook logra emparejar sus algoritmos dentro de una misma corriente sin darnos cuenta ya estamos encerrados dentro de su burbuja, recibiendo a diario solo la información que nos interesa, la comunidad nos ha encerrado dentro de la unidad, la misma que  Byung Chul-Han relaciona con su sociedad “pornográfica”, a la que solo le interesa el “placer inmediato y cercano”, que nos bombardea con solo las cosas que nos gusta convirtiéndonos en seres iguales y repetitivos.



Si solo se trataran de gustos, afinidades o hobbies tal vez no habría mucho problema, el gran peligro está cuando esa corriente es política.
Gracias a la magia de estos algoritmos, los políticos se han aprovechado para crear unidad y convertirla en algo divisible y manipulable. Una unidad que es tan fácil de quebrantar porque sobre la misma cae una lluvia de información día tras día y porque, como muchos críticos de la redes sociales han apuntado, una sociedad de opinión no hace más que perder su potencial creativo y productivo, un individuo al que se la acostumbra solo a opinar o en su defecto a informar a otros, está al mismo tiempo convirtiéndose en un ser pasivo al que solo le queda reaccionar mediante la interacción con el algoritmo.
Además de esto aquellos que están detrás de la política han sabido muy bien manipular estas debilidades, haciéndose de aliados estratégico en las redes, ya sea en grupos conocidos como como “bodegas” o individuos a los que llaman “influencers”, estas personas no solo se encargan de crear o impulsar tendencias sino que en muchas ocasiones no hacen más que difamar o generar información falsa o sin argumentos. Esto último hace parte de lo que se conoce como “propaganda negra”.



Cuando nos sometemos al inmediato y respectivo bombardeo de información por parte de estas bodegas o influencers, y cuando a su vez y casi sin premeditarlo nos hacemos cómplices de su propaganda al dar el “me gusta” y compartirlo, no solo estamos prolongando la cadena si no que estamos abarrotando la jaula, confinándonos a un encierro pasivo donde solo existe la individualidad disfrazada de “paradigma social”, donde gozamos de la falsa ilusión de que formamos parte de un colectivo solo por compartir ciertas ideas e intereses (Cuando la realidad es que somos el colectivo por lo que “somos” y por lo que hacemos no por lo que pensamos.) Es así como nos hemos negado a la realidad extrínseca del mundo, como hemos fallado a la verdad al no aceptar que son cadenas las que nos atan y es una jaula la que nos encierra, la misma que nos separa de la verdad universal, la que es de todos.
A parte de esto, los temas polémicos nos inmersa en un campo de batalla con enemigos invisibles, que hacen parte de una entidad impalpable, aquella que se identifica dentro de nosotros como imágenes, que no son más que “comparaciones”, las cuales para el filósofo Soren Kierkegaard no son más que “preocupaciones”, las mismas que arrebatan la espontaneidad al sujeto palpable.



Y es así que creamos guerras dentro de este campo de batalla político, ideológico y religioso, es así que nos dividimos como sujetos de toda la objetividad del ser humano. Los políticos y quienes están detrás de ellos saben que llevarnos a una guerra, a una constante divergencia, una incesante auto rebelión en la que cada individuo pugna por sostener su realidad, su forma de pensar, sus creencias ante los demás, es la mejor forma de mantener al sujeto aislado, porque todo esto está disfrazado de actos, el calor del debate es tan cálido y revitalizante como el calor que proporciona el movimiento, el ejercicio, el trabajo. Todo esto está sumergido en una falsa inquietud que se traduce como un verdadero acto, que se disfraza de accionar.
Pero no es más que un sujeto pasivo, alebrestado por las maquinarias políticas que ríen mientras se estrella contra los demás y se da golpes en los barrotes mientras son observados por estas personas, estas asociaciones quienes en verdad son los que llevan a cabo las empresas, los que ejecutan los planes, los que ponen el dedo en el gatillo.



El gran problema de ser conducidos como un hato de ovejas a través de la manipulación mediática de las redes sociales, es que tarde o temprano terminaremos negando la realidad, porque el fanatismo al que nos conducen se encuentra bien mimetizado. Nos hemos convertido en fanáticos porque los investigadores, los influencer, las bodegas etc. nos han inundado con su contenido y lo hacen de una manera tan convincente y aparentemente transparente que es difícil ya no creer en otra cosa, el sesgo nos ha negado la verdad, la verdad como dije, producto de la humanidad entera. Este “libre albedrío” ya no es libre, porque nos han confinado dentro de dos, tres o quizás más corriente, somos conducidos por un solo camino, el que hemos elegido seguir, solo escuchamos la verdad que queremos escuchar (Que nos quieren hacer escuchar.)
 Seguir a tientas a los líderes políticos es dar un paso hacia la nada, la nada del fanatismo que conduce al absolutismo.



El fanatismo niega la realidad y convierte a la verdad en dogmatismo, donde el fuero se transforma en prejuicio y la crítica destruye la identidad, ambos son factores en la construcción de falacias, ambos son raíces de tiempo tiránicos.
El absolutismo ideológico centra todas sus fuerzas en un solo partido o un líder llevando al desastre político. La libertad, los derechos civiles y el bienestar humanos tendrán nuevas cadenas. Las cadenas tejidas de redes negarán la existencia del ser humano.

viernes, 4 de octubre de 2019

VOLVER AL HOMBRE A TRAVÉS DEL NIÑO


Yo te he mirado con desprecio, te he acusado, te he juzgado y al final te he condenado. Me he burlado de ti en tus narices, he hecho lo posible para poner la gente en contra tuya. Te he ignorado, te he dado la espalda, trato de mirar hacia otro lado porque no haces más que causarme repugnancia. He desatado mi odio hacia ti, tu rostro para mi es la de un monstruo que no merece compasión.

Esa es la mirada que tengo de ti hombre, es la imagen que se queda en mi retina, no puedo ver más allá de ti, ni de tus actos, ni de sus consecuencias, yo siento tu hedor, me repugnan tus ropas harapientas, me aterroriza tu cuerpo demacrado, tu deformidad, las llagas que cubren todo tu cuerpo me hacen huir despavorido. Sea el mendigo más despreciable hasta el más poderoso de los reyes, no puedo ver más allá de este hombre hirsuto y displicente.

Pero en medio de estos prejuicios, en medio de estas olas que yo agito con mi repudio o mi indiferencia, también deseo ver al humano, deseo ver por mucho que me cueste a esa persona que tanto se parece a mí, a ese ser que lejos de todo es mi hermano, con el mismo que comparto la humana sangre, ¡Ahí está el hombre! Desdibujado por su desdicha, por su malevolencia y arrogancia, solo tuve que ver un poco más allá de él, solo tuve que mirar hacia su pasado, porque la única manera de entender las cosas es comprendiendo su origen.

Entonces he tenido una maravillosa visión, he podido ver al ser que hay dentro de lo innombrable, la flor es hermosa por su conjunto pero en la semilla hay una gracia metafísica, y es ahí cuando veo al niño, lo puedo ver en cada persona, sin importar quien, porque es fácil imaginarlo, ver al hombre transformado en el infante que alguna vez fue, con toda su inocencia y ternura, aquel niño que solo anhelaba jugar, aquel niño sonriente al cual el mal aún no había tocado, ese niño que fui alguna vez, que fuimos todos y que hemos olvidado, ya no está el hombre sino el niño, haciendo sus cosas de hombre, incluso las más burdas y despreciables, solo así puedo entenderlo, solo puedo así aceptarlo, incluso podría abrazarlo. Ahí está ese niñito llevando en sus costales la pesada carga del adulto, llevando sus tribulaciones, sus penas, solitario, ajeno a la mirada de los demás, nadie se apresura a ayudarlo, nadie se indigna, a nadie le importa. Pero veo al niño y me olvido del hombre, de su pecado.

Ahora mírame tú, ¿Qué ves? ¿Ves al niño o al hombre?, si ves al hombre no ves nada, pero si ves al niño lo contemplas todo, es como ver a todo el universo en una noche estrellada, es como poder ver a todos los valles de la  tierra desde una montaña. Esto es lo que soy, es lo que somos, el niño que llevamos dentro, al que renunciamos desde hace poco o mucho, el mismo que extinguió la sociedad desde siempre, el que debería perdurar de la misma manera, así podríamos ser más indulgentes, mas amorosos y nobles, de esta forma volveremos al hombre a través del niño.



viernes, 30 de agosto de 2019

ESA ENFERMEDAD LLAMADA VIDA





La vida es una enfermedad cuya cura es la muerte, es una enfermedad crónica que padecemos desde nuestro nacimiento hasta el fin, cargamos con esta dolencia a lo largo de este pasar por el mundo, para la cual tenemos toda clase de paliativos dentro de un tratamiento al que llamamos "felicidad".
- Buscamos la dosis diaria -
Porque sentimos en el estómago la punzada del hambre, nos hiere el sol con su luz resplandeciente, la gravedad atenaza nuestras vértebras, el aire frío parece abrasar nuestros pulmones.
Afuera  el "gran desierto" nos muestra que para este la vida no vale nada, no somos el fin mayor, no somos el más alto grado en la evolución de la materia, fuimos simplemente un accidente, una rama que quebró el viento llevándosela consigo, una partícula de polvo como cualquier otra viajando a través del infinito.
El universo  afuera es terriblemente hostil, nadie soportaría ni un segundo flotando en su inquietante vacío, es así que la tierra logró convertirse en un escudo para la vida,  igual que una costra seca en el tejido del tiempo, ocultándose de las mareas de  energía que chocan, el caos de millones de explosiones termonucleares, el frío del vacío absoluto, la nada.
Esta es la primera evidencia de que la vida es como una enfermedad,  una infección, algo que se coló dentro del gigantesco cuerpo de la  amorfa materia, el caos absoluto, cuando menos lo pensábamos aparecieron sus síntomas, cuando menos lo esperábamos yacíamos vivos, cuando el diagnóstico dictamina que tenemos la enfermedad comenzaron las preguntas ¿Cómo llegó allí?... ¿está para quedarse o simplemente hacernos desaparecer?
Nos parecerá de repente un milagro, una rareza, un fenómeno trascendente dentro de eso que llamamos evolución, pero no es más que una enfermedad llena de dolor, dolor que se manifiesta desde el principio en el momento de nacer, está en las lágrimas de la madre que da luz a su hijo,  reflejado en el llanto del infante herido por la intensa luz del día, el cortante frío y el oxígeno que parece quemar sus pulmones, dolor que llevamos mientras crecemos es ente mundo de crueles leyes y graves imposiciones, dolor que se manifiesta con los años cuando envejecemos, dolor que nos persigue hasta la muerte porque por mucho que lo ignoremos o no lo queramos aceptar la vida es nuestra enfermedad.
- Buscamos la inyección diaria -
Porque nos duele la soledad, nos hiere la angustia de los años que pasan, nos duele el temor hacia lo incierto, hacia el futuro, nos hieren los recuerdos, lo que hicimos y lo que no pudimos hacer, nos destroza la ansiedad a cada momento, cada segundo que vivimos, el deseo nos colma de dolor, la espera alarga la noche tan gélida, tan oscura y solitaria, nos duele existir, nos duele ser y no ser...el peso, la levedad, todo.
A todos nos atenaza la angustia del diario vivir, nos carcome la propia existencia, todos desde que comienza el día, necesitamos esa dosis, esa inyección,  la píldora de muchos colores, la aguja que entra por la piel de nuestros sentidos y el líquido irriga el tejido del alma, aquellas drogas que están por todos lados y que vemos a través de coloridas pantallas, narcóticos llegados en notas musicales, anfetaminas que inundan nuestro paladar deleitado de dulzura aceitosa, con nuestro sexo que nos satura de catárticas sensaciones, va sobre ruedas a toda velocidad o por lo contrario va muy lento hacia el camino donde nos espera el remedio mayor, ese que llamamos felicidad y creemos como lo más sublime. No son más que parte del tratamiento, con esta enfermedad lo único que nos queda es tratar de eludir el dolor que nos produce. A eso llamamos "Sentido de la vida" a la terapia prescrita por el médico que procuramos ser.
Tal vez nosotros no teníamos que existir, eso tiene sentido si nos damos cuenta que el universo nos consumirá en una fracción de segundo sin que nos demos cuenta, fulminados en el espacio en un corpúsculo del tiempo, disuelto en trillones de átomos que se unirán en una danza de fuego, será como el humo negro ascendiendo a la noche más oscura, fuimos como la enfermedad, el producto de un lamentable accidente o la más grande maravilla evolutiva del cosmos, ninguna de las dos si consideramos que pronto todo dejaría de existir, toda esta magnificencia borrada de la historia plasmada en la memoria de lo que ya no existe, será como arrojar cristal a un volcán, así el disco dorado se escape a toda esta inevitable hecatombe nadie estará allí para escucharlo.
Como seres vivos padecemos el dolor del vivir y el trauma del existir, agonizamos en un mar de pensamientos, flotamos en un océano de soledad, así mismo dentro de este vasto universo navegamos como el más solitario de los navíos, nuestras soledades se conjugan, así tan solos como la muerte misma, así mismo flotamos en esta inmensidad como un cadáver viviente, sin ningún rumbo y so pena de creer estar vivos.
Y dentro de este frenesí de vida, esta alegría, esta satisfacción que siempre nos procuramos, olvidamos todo el tiempo como si dentro de nuestro cerebro anestesiado no hubiera un espacio para ello. Cómo el dolor y el sufrimiento de otros nos sustenta, nos olvidamos el depredador que somos, los voraces carnívoros que a diario dentellamos con crueldad la piel de la presa, nuestro trofeo es la felicidad, la cabeza de un cervatillo con la mirada perdida sobre los anaqueles, del cual vestimos su piel y comemos su carne, pero olvidamos su corazón, es la dinámica de esta enfermedad, que nosotros nos convertimos en un mal dentro de la misma, es como el parásito habitando dentro del parásito.
Incluso aquellas personas que se dicen felices, aquellas que con gran resiliencia parecen no ver más allá del dolor, no pueden pasar desapercibidas, ajenas a tan mísera existencia a la que nos relega esta enfermedad que nos destruye de a poco, así pues estamos dentro de una burbuja del infinito, construyendo esta sociedad la cual no tiene reparo, aquella misma que por un lado renace y por otro muere, aquella que por un lado agoniza y en su contra trata de sortear este desastroso sufrimiento ¿Quién es capaz de vivir ajeno a tanto dolor y sufrimiento? ¿Quién en la tierra puede ser tan insensible o tan tercamente comprensivo?
Y la cura a esta enfermedad indolente, podría ser que pudiéramos dentro de nuestra existencia encajar todas aquellas cosas que nos hacen felices, pues no sería más que el triunfo de un tratamiento paliativo sobre el propio dolor, no sería más que el éxito de lograr las dosis instantáneas para sobreponerse al dolor que supone existir y que es más doloroso en los seres humanos solo por tener conciencia de brutalidad semejante, o también podría curarnos la mansedumbre,  el afrontar todo este dolor con  gran estoicismo o ser masoquistas y disfrutar del sangriento espectáculo, del alma herida, los sentimientos que se derraman.
Entiendo a los adictos porque ellos más que nadie perciben esta realidad purulenta, entiendo porque son vidas perdidas, ¡La vida ya estaba perdida desde que surgió! Entiendo porque quieren escapar de sí mismos todo el tiempo.
Porque la vida es dolor,  es el sufrimiento materializado y el goce no es más que la cáscara que envuelve esta amarga fruta, los cuerpos que habitan acá no están para el placer, están hechos para el dolor de este padecimiento, esta enfermedad, este germen que se reproduce  sin control, que debe engañarnos a cada momento para procurar su mefítica hegemonía, su desesperado éxodo hacia la infinitud.
El dolor viene de mirar más allá de los límites, el ancho espacio del sufrimiento es la senda por donde se camina.



jueves, 23 de mayo de 2019

EL ABANICO DE ALICIA: LA TENDENCIA A CREAR ENEMIGOS INVISIBLES


En la obra del escritor Lewis Carroll, “las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, la joven personaje al verse reducida de tamaño, situación que le impide tomar una llave para abrir cierta puerta, se come una tarta haciéndola crecer desmedidamente, esto paradójicamente ahora le impide ingresar por aquella puerta,  en su frustración Alicia llora y es cuando gracias a un abanico que usa para airearse, vuelve a ser pequeña lo que por poco le hace ahogar en sus propias lágrimas.



La obra fantástica de Lewis Carroll ha sido todo un referente a lo largo de la historia literaria, particularmente del cine y la televisión y sus personajes ya de por sí son icónicos, incluso Alicia se ha usado en la ciencia médica para referenciar a un síndrome que distorsiona la visión, especialmente la de los niños haciendoles percibir los objetos más grandes (Macropsia) o pequeños (Micropsia.)
En esta ocasión vamos a utilizar la referencia de la singular mitología creada por Carroll para explicar cómo solemos agrandar ciertos eventos o manifestaciones, llámese realidad, como una cualidad especifica de nuestros cerebros.
Producto de la cognición en base al sentimiento, dependiendo con la intensidad en el que se produzca principalmente el segundo, la tendencia del cerebro es magnificar las cosas, en casos donde nos encontremos ad portas de un choque o una crisis física o emocional, el cerebro dispone de mecanismos para anular el impacto, lo que implica el suceso de lo contrario: una disminución en la percepción del problema. La magnificación de algunos eventos considerados como problemáticos puede esbozarse gracias al siguiente texto del poeta Pablo Neruda:

“No hay espacio más ancho que el dolor, no hay universo como aquel que sangra.”

En efecto, muchos de nuestros sentimientos pueden verse magnificados según la susceptibilidad de cada quien, por ejemplo, algunas personas se van a sentir más motivadas con un día soleado mientras que otras no. Los sentimientos tienen que ver mucho con la experiencia que hemos tenido, hay objetos o eventos simples que para nosotros pueden tener un gran valor o significado, hay sucesos que en segundo plano son insignificantes pero si nos suceden a nosotros podemos experimentarlo como todo una tragedia. En eso consiste la magnificación de los eventos, en su contraparte podemos ver las cosas más reducidas como por ejemplo que para una persona que esté sola, no sea tan importante el evento de San Valentín como para una que tenga pareja.



Esa es una de las cualidades de la mente humana, el hecho de que pueda magnificar o minimizar su realidad, las personas más sensibles e imaginativas suelen hacer esto con más o mayor frecuencia que aquellas que poseen una cognición no tan alta. Esta es la razón de porqué muchos de los grandes personajes de la historia han sido personas melancólicas o depresivas.

“El dolor y el sufrimiento son siempre inevitables para una gran inteligencia y un corazón profundo. Los hombres realmente grandes, creo, tienen una gran tristeza en la tierra.” Fiodor Dostoievski

La tendencia de usar el abanico de Alicia en los temas políticos es de lo que trata este ejercicio abstractivo, aunque puede aplicarse a otros campos. Las personas como Alicia quieren abrir la puerta y para eso requieren de una llave a la que no pueden acceder, deben “crecer “entonces para poder conseguirla, crecer de muchas formas, aquel crecimiento puede ser confundido con una malformación en su cognición, pero lo importante es crecer, llenarse de argumentos, a veces de argumentos falsos o simplemente inexistentes dejando no más las razones propias, los prejuicios, es como ver crecer la nube de una tormenta. Cuando estas personas que generalmente vemos por las redes sociales están allí dando sus argumentos en contra de algún movimiento, algún estatuto, alguna opinión, alguna persona en especial etc.,  están como Alicia, ostentando su gran tamaño, pero cuando ven que por más que hayan tomado en sus manos la llave no podrán acceder a la puerta, vienen las lágrimas, traducidas en el conflicto que hay en su mente respecto a su contrario, su némesis dentro de esta pugna ideológica. Entonces al suceso más simple, el movimiento más insospechado, cualquier cosa que haga su enemigo, esta persona que usó el abanico sufriendo una especie de dismegalopsia argumental, va a magnificarlo y lo va a plantear como una amenaza para todo el orbe, como si de la caja de Pandora se tratara. Uno de los ejemplos más clásicos de esto tiene que ver con los inmigrantes, cuando un país comienza a sufrir dicho fenómeno no tarda en aparecer estas personas con su “macropsia mental” para verlo como una amenaza, muchas veces obviando que gran parte de los problemas internos del país lo causan sus propios ciudadanos. En el caso de los políticos vemos como ellos magnifican el problema de las drogas ilegales para dirigir toda una onerosa contienda en contra de dicha problemática que si se analiza, no es tan grave como el consumo del alcohol ya legalizado.



Las razones de por qué muchas personas sean tan ágiles para crear estos “enemigos invisibles”, cuya raíz es la magnificación, se producen por varios motivos: por un lado pueden estar los intereses de dicha persona que es consciente de la importancia de influir acerca de ciertos temas o problemáticas, por otro lado tenemos lo que en psicología se conoce como disonancia cognitiva, producto de un conflicto ideológico interno. Sea cual fueren sus motivos, las personas que “agitan el abanico”, para luego hondear “las banderas de la discordia” suelen estar dentro de su propia burbuja o en nuestro caso, dentro de sus “pantallas”, batallando como soldados de las redes sociales.



La invitación mediante este escrito al público en general es, a que evitemos ahogarnos en un océano de lágrimas con problemas que no están ahí o que realmente no son tan graves como pretendemos interpretarlos o hacerles creer a la gente. Nuestro crecimiento personal y comunitario no debe ser tomado a la ligera, es un proceso que debemos estar observando detenidamente y que puede tomar años de nuestras vidas. A sí como nuestro cerebro está hecho para magnificar o peyorar las cosas, también es susceptible a creer a tientas en lo “insignificantemente grande” y lo “infinitamente pequeño”. También es importante entender que para lograr una “revolución social”, es decir un gran cambio en el caudal de nuestra sociedad, esto no dependerá solo de una mente o un pequeño colectivo, es una transformación que requiere de todos nosotros, sin excepción alguna. No lograr este consenso es como intentar abrir aquella puerta estrecha donde la grandeza humana no puede caber.



miércoles, 6 de febrero de 2019

EL PODER DE LAS PALABRAS - LA ESTUPIDEZ HUMANA NO EXISTE

Hasta hace poco no sabía la diferencia que hay entre entender y comprender, de hecho básicamente estos dos conceptos son lo mismo pero cuando miramos la etimología de cada uno de ellos nos damos cuenta que difieren en su grado. El entender es apenas un acercamiento a lo que tratamos de comprender, la comprensión viene a ser el objeto de ese entendimiento. El entendimiento puede llevarnos a interpretar una frase abstracta como esta de un poema de Jesús Lizano “A mí me gustan las personas curvas”, de la cual podemos sacar muchas interpretaciones pero solo la comprensión, (El objeto del entendimiento) nos llevará al objeto de la frase, la razón de su existir, su verdadera interpretación.



Nosotros como seres humanos nos podemos definir utilizando muchas referencias, si una persona no entiende o no comprende podemos calificar su inteligencia, la podemos tildar de “estúpida”, pero así como existen muchas maneras de identificarnos como seres humanos, también existen formas de “descalificarnos”. Por ejemplo solemos referirnos a una persona de poca inteligencia como “bruta”, “tonta” a una persona que hace “tonterías”, “idiota” a alguien que es desmedidamente ignorante etc. etc. Lo cierto es que esto, no son más que frases peyorativas, que existen de tiempos inmemoriales para insultar la inteligencia de cada uno de nosotros. NO existen personas brutas, estúpidas, idiotas o imbéciles, todos los seres humanos gozamos de inteligencia, existen otros elementos que pueden confundirnos y llevarnos equívocamente a emplearnos en dichos términos, situaciones o características dentro de la inteligencia de cada quien que generan un conflicto en el pensamiento, es decir cualquier cosa que pueda coartar el juicio lógico, una interpretación correcta, cualquier cosa que nos lleve a ejecutar un acto equivocado, en otras palabras la comprensión que tanto necesitamos.


Hasta hace unas décadas, pensábamos que la inteligencia humana era una sola, Charles Spearman postuló un factor bifactorial donde el predominante sería el conocido como “factor G”. La psicometría (ciencia que se encarga de medir la inteligencia) daría origen a los test de evaluación  siendo el principal aquel que determina el llamado IQ o coeficiente intelectual, el cual a lo largo de los años ha sido en muchos aspectos objeto de debates. Hoy en día con el surgimiento de la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner y la inteligencia emocional de Daniel Goleman se intenta ampliar el concepto que tenemos de la inteligencia, que como ya se mencionó antes se consideraba prácticamente única.  Hasta entonces e incluso aún muchas personas pensarán que “inteligencia solo hay una” pero lo cierto es que toda esta grandiosa estructura que compone el pensar está compuesta por muchos factores, eso lo podemos deducir si juntamos las dos teorías que han tomado gran auge en la psicología las últimas décadas.


Tanto los seres humanos como la gran mayoría de las especies animales poseemos la capacidad innata de aprender, el desarrollo de nuestras capacidades a través del aprendizaje, la abstracción y la experiencia es lo que conlleva a nuestra inteligencia, todos desarrollamos múltiples inteligencias a lo largo de nuestras vidas y el hecho de que no exista una proporcionalidad entre ellas es lo que nosotros percibimos como estupidez, ignorancia, retraso mental etc. Todos los descalificativos que imaginemos para ofender a una persona o burlarnos de ella.


Aunque ya se hayan definido modelos y existan algunos parámetros para medir la estupidez, (incluso para predecirla) podemos decir que la estupidez es la consecuencia de no tener la inteligencia necesaria para resolver cierto problemas o desenvolvernos en determinadas circunstancias. Aunque estos estudios como el del psicólogo Klaus Fiedler acerca de la “miopía metacognitiva” son bastante interesantes y bien fundamentados sería bueno como un ejercicio de respeto y comprensión recordar que todos los calificativos que derivan de la estupidez no hacen más que crear sesgos en nuestras relaciones, y como en esta caso estamos tratando de comprender el inmenso poder que tienen las palabras, la gran fortaleza que supone nuestro lenguaje, existe una noble intención de explicar porque no existe gente bruta, tonta, idiota, estúpida, bestia etc. Todos hemos desarrollado alguna de nuestras tantas inteligencia de una manera superior, todos tenemos la capacidad de desarrollarlas y en muchos casos ni siquiera sabemos que esto es una realidad, desconocemos nuestras capacidades, nuestros talentos simplemente porque no estamos por encima de un estándar cualitativo o por que no tengamos un P.D.H, así mismo incluso las personas más inteligentes nunca están exentas a cometer errores, a pasar de ser genios a “estúpidos” de momento. Esto se debe a la extraordinaria complejidad de nuestro cerebro humano y sus caídas estructurales. No porque nuestro cerebro posea más de un cuatrillón de conexiones sinápticas  esto signifique que sea perfecto.


Es fácil comprender el poema de Jesús Lizano, las personas curvas de las que el habla se refiere a la liberta del ser humano, la que tanto anhelamos alcanzar, solo si aprendemos a valorar el poder de nuestras palabras y la nobleza de nuestras acciones podremos acercarnos a esta percepción de la existencia.

ENSAYO CONTRA LA OBEDIENCIA

  Un enorme letrero con unas simples letras negras sobre un fondo blanco, es visto por el personaje principal de la película de 1988 “Están ...