En la obra del escritor Lewis Carroll, “las aventuras de Alicia en el
país de las maravillas”, la joven personaje al verse reducida de tamaño, situación
que le impide tomar una llave para abrir cierta puerta, se come una tarta
haciéndola crecer desmedidamente, esto paradójicamente ahora le impide ingresar
por aquella puerta, en su frustración
Alicia llora y es cuando gracias a un abanico que usa para airearse, vuelve a ser
pequeña lo que por poco le hace ahogar en sus propias lágrimas.
La obra fantástica de Lewis Carroll ha sido todo un referente a lo
largo de la historia literaria, particularmente del cine y la televisión y sus
personajes ya de por sí son icónicos, incluso Alicia se ha usado en la ciencia
médica para referenciar a un síndrome que distorsiona la visión, especialmente
la de los niños haciendoles percibir los objetos más grandes (Macropsia) o
pequeños (Micropsia.)
En esta ocasión vamos a utilizar la referencia de la singular
mitología creada por Carroll para explicar cómo solemos agrandar ciertos
eventos o manifestaciones, llámese realidad, como una cualidad especifica de
nuestros cerebros.
Producto de la cognición en base al sentimiento, dependiendo con la
intensidad en el que se produzca principalmente el segundo, la tendencia del
cerebro es magnificar las cosas, en casos donde nos encontremos ad portas de un choque o una crisis
física o emocional, el cerebro dispone de mecanismos para anular el impacto, lo
que implica el suceso de lo contrario: una disminución en la percepción del
problema. La magnificación de algunos eventos considerados como problemáticos
puede esbozarse gracias al siguiente texto del poeta Pablo Neruda:
“No hay espacio más ancho que el
dolor, no hay universo como aquel que sangra.”
En efecto, muchos de nuestros sentimientos pueden verse magnificados
según la susceptibilidad de cada quien, por ejemplo, algunas personas se van a
sentir más motivadas con un día soleado mientras que otras no. Los sentimientos tienen
que ver mucho con la experiencia que hemos tenido, hay objetos o eventos
simples que para nosotros pueden tener un gran valor o significado, hay sucesos
que en segundo plano son insignificantes pero si nos suceden a nosotros podemos
experimentarlo como todo una tragedia. En eso consiste la magnificación de los
eventos, en su contraparte podemos ver las cosas más reducidas como por ejemplo
que para una persona que esté sola, no sea tan importante el evento de San
Valentín como para una que tenga pareja.
Esa es una de las cualidades de la mente humana, el hecho de que pueda
magnificar o minimizar su realidad, las personas más sensibles e imaginativas
suelen hacer esto con más o mayor frecuencia que aquellas que poseen una
cognición no tan alta. Esta es la razón de porqué muchos de los grandes
personajes de la historia han sido personas melancólicas o depresivas.
“El dolor y el sufrimiento son
siempre inevitables para una gran inteligencia y un corazón profundo. Los
hombres realmente grandes, creo, tienen una gran tristeza en la tierra.” Fiodor
Dostoievski
La tendencia de usar el abanico de Alicia en los temas políticos es de
lo que trata este ejercicio abstractivo, aunque puede aplicarse a otros campos.
Las personas como Alicia quieren abrir la puerta y para eso requieren de una
llave a la que no pueden acceder, deben “crecer “entonces para poder conseguirla,
crecer de muchas formas, aquel crecimiento puede ser confundido con una
malformación en su cognición, pero lo importante es crecer, llenarse de
argumentos, a veces de argumentos falsos o simplemente inexistentes dejando no
más las razones propias, los prejuicios, es como ver crecer la nube de una tormenta.
Cuando estas personas que generalmente vemos por las redes sociales están allí
dando sus argumentos en contra de algún movimiento, algún estatuto, alguna
opinión, alguna persona en especial etc.,
están como Alicia, ostentando su gran tamaño, pero cuando ven que por
más que hayan tomado en sus manos la llave no podrán acceder a la puerta,
vienen las lágrimas, traducidas en el conflicto que hay en su mente respecto a
su contrario, su némesis dentro de esta pugna ideológica. Entonces al suceso
más simple, el movimiento más insospechado, cualquier cosa que haga su enemigo,
esta persona que usó el abanico sufriendo una especie de dismegalopsia argumental, va a magnificarlo y lo va a plantear como
una amenaza para todo el orbe, como si de la caja de Pandora se tratara. Uno de
los ejemplos más clásicos de esto tiene que ver con los inmigrantes, cuando un
país comienza a sufrir dicho fenómeno no tarda en aparecer estas personas con
su “macropsia mental” para verlo como una amenaza, muchas veces obviando que
gran parte de los problemas internos del país lo causan sus propios ciudadanos.
En el caso de los políticos vemos como ellos magnifican el problema de las
drogas ilegales para dirigir toda una onerosa contienda en contra de dicha
problemática que si se analiza, no es tan grave como el consumo del alcohol ya
legalizado.
Las razones de por qué muchas personas sean tan ágiles para crear
estos “enemigos invisibles”, cuya raíz es la magnificación, se producen por
varios motivos: por un lado pueden estar los intereses de dicha persona que es
consciente de la importancia de influir acerca de ciertos temas o problemáticas,
por otro lado tenemos lo que en psicología se conoce como disonancia cognitiva,
producto de un conflicto ideológico interno. Sea cual fueren sus motivos, las
personas que “agitan el abanico”, para luego hondear “las banderas de la
discordia” suelen estar dentro de su propia burbuja o en nuestro caso, dentro
de sus “pantallas”, batallando como soldados de las redes sociales.
La invitación mediante este escrito al público en general es, a que
evitemos ahogarnos en un océano de lágrimas con problemas que no están ahí o
que realmente no son tan graves como pretendemos interpretarlos o hacerles
creer a la gente. Nuestro crecimiento personal y comunitario no debe ser tomado
a la ligera, es un proceso que debemos estar observando detenidamente y que
puede tomar años de nuestras vidas. A sí como nuestro cerebro está hecho para
magnificar o peyorar las cosas, también es susceptible a creer a tientas en lo “insignificantemente
grande” y lo “infinitamente pequeño”. También es importante entender que para
lograr una “revolución social”, es decir un gran cambio en el caudal de nuestra
sociedad, esto no dependerá solo de una mente o un pequeño colectivo, es una transformación
que requiere de todos nosotros, sin excepción alguna. No lograr este consenso es
como intentar abrir aquella puerta estrecha donde la grandeza humana no puede
caber.
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