jueves, 9 de abril de 2020

Guerras ideológicas, el "divide et impera" de las redes sociales


Gracias a la tecnología y la enorme demanda en el uso de las redes sociales hoy en día ha cambiado radicalmente la manera como obtenemos información, pudiendo acceder a ella de una forma más fácil y menos “controlada”, como no ocurría antes cuando los únicos medios eran de radiodifusión o impresos.


Las redes sociales han permitidos no solo recibir esa información sino también la posibilidad de cuestionarla y debatirla, es por eso que hasta el día de hoy, internet ha revolucionado la forma en que la sociedad construye su pensamiento.
Esto en principio parece muy positivo pero también puede resultar bastante contraproducente, teniendo en cuenta que estas redes sociales pueden ser, al mismo tiempo, vulneradas sometiéndose a una vigilancia sin rostro, que es prácticamente imperceptible.



El monopolio que tienen las empresas de internet respecto a las redes sociales ya representa un peligro como ya lo ha advertido el ingeniero informático Jaron Lanier y es que dentro de uno de sus diez argumentos para dejar de usar las redes sociales, resalta el primero que asevera; “Las redes sociales están haciendo perder el libre albedrío”
El filósofo coreano Byung Chul-Han que ha logrado conceptualizar de forma magistral lo que es la sociedad posmoderna,  -la de las redes sociales -  en su libro “La sociedad de la transparencia”, nos habla de cómo el ser humano ha pasado de ser superficial a un individuo transparente donde lo único que le importa es “exhibirse”, citando una brillante analogía de “peces en una pecera” en donde estamos confinados dentro de una “temporalidad transparente” y un sinsentido donde nos llevan a hacer lo mismo cada día mientras somos observados.



Cabe añadir que dentro de toda esta exposición casi sinsentido e irresponsable, que como el mismo Han lo afirma en donde sentimos placer tanto por vigilar como por ser vigilados (Vigilancia recíproca) y donde comenzamos a perder de apoco nuestro “libre albedrío”, las redes sociales nos están convirtiendo en presa fácil de la “cooptación”, la misma que nos lleva al absurdo del fanatismo.



Antes  que nada debemos entender que como nunca antes en la historia, estamos expuestos a un enorme flujo informativo que ya muchos filósofos e informáticos han anunciado, hace parte de la trampa en la que cae el cerebro para bloquear su capacidad de raciocinio. Este exceso de información nos lleva a creer que el saber es lo absoluto, colocándose por encima del razonamiento, las objeciones, la crítica etc.
La práctica conocida como “zombie scrolling” es básicamente un auto bombardeo de información e imágenes que son propiamente de las redes sociales en donde siempre buscamos alguna cosa de interés.



Cuando una persona comienza a deslizar todo el contenido que le ofrece las redes sociales, varias sustancias relacionadas con la adicción, fluyen dentro de su cerebro sin que ella lo note, de manera que las redes sociales tienen primordialmente un efecto similar a una droga psicoactiva. Y cuando el cerebro se expone a miles de imágenes a través de estas plataformas, es posible que a ciertos intervalos de tiempo, el cerebro tenga la imperiosa necesidad de “descargarse” de dicho contenido para evitar un colapso, por eso es que estas prácticas nos convierten en personas mucho más distraídas, incapaces de conectarnos a un solo objeto. De aquí parte la razón de por qué las redes sociales sesgan nuestra capacidad de raciocinio.
El mismo Aldous Huxley ya vaticinaba que un exceso de información – como la que hoy se está viviendo -  Acaecería en la pasividad.



Desde luego, todo esto ha influido enormemente en la forma de que se hace política hoy en día, de hecho el mismo Lanier asevera que las redes sociales “no permiten hacer política”, precisamente por esa pasividad, hemos anulado parcialmente las fuerzas que mueven la política de estado y es aquí donde encontramos uno de los mayores peligros para la sociedad actual. La política solo ha convertido en un asunto de discusión, de debate, se ha enredado dentro del discurso ideológico y ha dejado parcialmente de fungir su verdadera utilidad.




Se puede decir que muchas de las personas que no vivimos este “boom informático” cuando éramos niños, tenemos una ventaja en cuanto a razón frente a los jóvenes que han sido absorbidos por el encanto de las redes sociales, por páginas y aplicativos que ofrecen contenido multimedia. Es poco alentador ver que los niños de ahora se están convirtiendo en consumidores del potente contenido audiovisual que invade las redes y demás plataformas, están a merced de un nuevo control de orden mediático similar al que se vivió con la “omnisciente” televisión hace unas décadas.




Las redes sociales se han convertido  por excelencia en la plataforma ideal para ejercer  proselitismo, sobre todas aquellas personas que tengamos acceso a la misma, pero a diferencia de la antigua “propaganda”  política, existe la posibilidad de conocer más a fondo los intereses de cada individuo, de manera que resulta mucho más fácil cooptarlo. Todo esto se debe al gran avance en procesamiento de los equipos y los algoritmos informáticos.



Los botones de “me gusta” tienen una doble función: una tiene que ver con el “conductismo” y la otra con el envío información personal a la poderosa máquina computacional de las redes sociales. De manera que si reiteradamente damos “like” a determinado contenido, los algoritmos informáticos van a traducir dichos impulsos en información que a su vez enviará de vuelta información relacionada con su previo análisis.
Por ejemplo, cuando damos like a cierto contenido en Twitter (La plataforma política por excelencia,) inmediatamente este a través de su algoritmo nos enviará un conjunto tanto de información como de personas, empresas o instituciones que se relacionen con dicho contenido. Hasta este punto muchos se preguntarán ¿Qué tiene de malo esto si se tratan de cosas de nuestro interés? El problema está primero en la sobrecarga de información antes mencionada y segundo en la imposibilidad a las que quedamos maniatados a dicha información, sin posibilidad de confrontarla, de esta manera vamos perdiendo el libre albedrío porque de apoco vamos siendo cooptados dentro de una corriente (La corriente del algoritmo,) como la hoja de un árbol cayendo sobre el río.



Cuando Twitter o Facebook logra emparejar sus algoritmos dentro de una misma corriente sin darnos cuenta ya estamos encerrados dentro de su burbuja, recibiendo a diario solo la información que nos interesa, la comunidad nos ha encerrado dentro de la unidad, la misma que  Byung Chul-Han relaciona con su sociedad “pornográfica”, a la que solo le interesa el “placer inmediato y cercano”, que nos bombardea con solo las cosas que nos gusta convirtiéndonos en seres iguales y repetitivos.



Si solo se trataran de gustos, afinidades o hobbies tal vez no habría mucho problema, el gran peligro está cuando esa corriente es política.
Gracias a la magia de estos algoritmos, los políticos se han aprovechado para crear unidad y convertirla en algo divisible y manipulable. Una unidad que es tan fácil de quebrantar porque sobre la misma cae una lluvia de información día tras día y porque, como muchos críticos de la redes sociales han apuntado, una sociedad de opinión no hace más que perder su potencial creativo y productivo, un individuo al que se la acostumbra solo a opinar o en su defecto a informar a otros, está al mismo tiempo convirtiéndose en un ser pasivo al que solo le queda reaccionar mediante la interacción con el algoritmo.
Además de esto aquellos que están detrás de la política han sabido muy bien manipular estas debilidades, haciéndose de aliados estratégico en las redes, ya sea en grupos conocidos como como “bodegas” o individuos a los que llaman “influencers”, estas personas no solo se encargan de crear o impulsar tendencias sino que en muchas ocasiones no hacen más que difamar o generar información falsa o sin argumentos. Esto último hace parte de lo que se conoce como “propaganda negra”.



Cuando nos sometemos al inmediato y respectivo bombardeo de información por parte de estas bodegas o influencers, y cuando a su vez y casi sin premeditarlo nos hacemos cómplices de su propaganda al dar el “me gusta” y compartirlo, no solo estamos prolongando la cadena si no que estamos abarrotando la jaula, confinándonos a un encierro pasivo donde solo existe la individualidad disfrazada de “paradigma social”, donde gozamos de la falsa ilusión de que formamos parte de un colectivo solo por compartir ciertas ideas e intereses (Cuando la realidad es que somos el colectivo por lo que “somos” y por lo que hacemos no por lo que pensamos.) Es así como nos hemos negado a la realidad extrínseca del mundo, como hemos fallado a la verdad al no aceptar que son cadenas las que nos atan y es una jaula la que nos encierra, la misma que nos separa de la verdad universal, la que es de todos.
A parte de esto, los temas polémicos nos inmersa en un campo de batalla con enemigos invisibles, que hacen parte de una entidad impalpable, aquella que se identifica dentro de nosotros como imágenes, que no son más que “comparaciones”, las cuales para el filósofo Soren Kierkegaard no son más que “preocupaciones”, las mismas que arrebatan la espontaneidad al sujeto palpable.



Y es así que creamos guerras dentro de este campo de batalla político, ideológico y religioso, es así que nos dividimos como sujetos de toda la objetividad del ser humano. Los políticos y quienes están detrás de ellos saben que llevarnos a una guerra, a una constante divergencia, una incesante auto rebelión en la que cada individuo pugna por sostener su realidad, su forma de pensar, sus creencias ante los demás, es la mejor forma de mantener al sujeto aislado, porque todo esto está disfrazado de actos, el calor del debate es tan cálido y revitalizante como el calor que proporciona el movimiento, el ejercicio, el trabajo. Todo esto está sumergido en una falsa inquietud que se traduce como un verdadero acto, que se disfraza de accionar.
Pero no es más que un sujeto pasivo, alebrestado por las maquinarias políticas que ríen mientras se estrella contra los demás y se da golpes en los barrotes mientras son observados por estas personas, estas asociaciones quienes en verdad son los que llevan a cabo las empresas, los que ejecutan los planes, los que ponen el dedo en el gatillo.



El gran problema de ser conducidos como un hato de ovejas a través de la manipulación mediática de las redes sociales, es que tarde o temprano terminaremos negando la realidad, porque el fanatismo al que nos conducen se encuentra bien mimetizado. Nos hemos convertido en fanáticos porque los investigadores, los influencer, las bodegas etc. nos han inundado con su contenido y lo hacen de una manera tan convincente y aparentemente transparente que es difícil ya no creer en otra cosa, el sesgo nos ha negado la verdad, la verdad como dije, producto de la humanidad entera. Este “libre albedrío” ya no es libre, porque nos han confinado dentro de dos, tres o quizás más corriente, somos conducidos por un solo camino, el que hemos elegido seguir, solo escuchamos la verdad que queremos escuchar (Que nos quieren hacer escuchar.)
 Seguir a tientas a los líderes políticos es dar un paso hacia la nada, la nada del fanatismo que conduce al absolutismo.



El fanatismo niega la realidad y convierte a la verdad en dogmatismo, donde el fuero se transforma en prejuicio y la crítica destruye la identidad, ambos son factores en la construcción de falacias, ambos son raíces de tiempo tiránicos.
El absolutismo ideológico centra todas sus fuerzas en un solo partido o un líder llevando al desastre político. La libertad, los derechos civiles y el bienestar humanos tendrán nuevas cadenas. Las cadenas tejidas de redes negarán la existencia del ser humano.

viernes, 4 de octubre de 2019

VOLVER AL HOMBRE A TRAVÉS DEL NIÑO


Yo te he mirado con desprecio, te he acusado, te he juzgado y al final te he condenado. Me he burlado de ti en tus narices, he hecho lo posible para poner la gente en contra tuya. Te he ignorado, te he dado la espalda, trato de mirar hacia otro lado porque no haces más que causarme repugnancia. He desatado mi odio hacia ti, tu rostro para mi es la de un monstruo que no merece compasión.

Esa es la mirada que tengo de ti hombre, es la imagen que se queda en mi retina, no puedo ver más allá de ti, ni de tus actos, ni de sus consecuencias, yo siento tu hedor, me repugnan tus ropas harapientas, me aterroriza tu cuerpo demacrado, tu deformidad, las llagas que cubren todo tu cuerpo me hacen huir despavorido. Sea el mendigo más despreciable hasta el más poderoso de los reyes, no puedo ver más allá de este hombre hirsuto y displicente.

Pero en medio de estos prejuicios, en medio de estas olas que yo agito con mi repudio o mi indiferencia, también deseo ver al humano, deseo ver por mucho que me cueste a esa persona que tanto se parece a mí, a ese ser que lejos de todo es mi hermano, con el mismo que comparto la humana sangre, ¡Ahí está el hombre! Desdibujado por su desdicha, por su malevolencia y arrogancia, solo tuve que ver un poco más allá de él, solo tuve que mirar hacia su pasado, porque la única manera de entender las cosas es comprendiendo su origen.

Entonces he tenido una maravillosa visión, he podido ver al ser que hay dentro de lo innombrable, la flor es hermosa por su conjunto pero en la semilla hay una gracia metafísica, y es ahí cuando veo al niño, lo puedo ver en cada persona, sin importar quien, porque es fácil imaginarlo, ver al hombre transformado en el infante que alguna vez fue, con toda su inocencia y ternura, aquel niño que solo anhelaba jugar, aquel niño sonriente al cual el mal aún no había tocado, ese niño que fui alguna vez, que fuimos todos y que hemos olvidado, ya no está el hombre sino el niño, haciendo sus cosas de hombre, incluso las más burdas y despreciables, solo así puedo entenderlo, solo puedo así aceptarlo, incluso podría abrazarlo. Ahí está ese niñito llevando en sus costales la pesada carga del adulto, llevando sus tribulaciones, sus penas, solitario, ajeno a la mirada de los demás, nadie se apresura a ayudarlo, nadie se indigna, a nadie le importa. Pero veo al niño y me olvido del hombre, de su pecado.

Ahora mírame tú, ¿Qué ves? ¿Ves al niño o al hombre?, si ves al hombre no ves nada, pero si ves al niño lo contemplas todo, es como ver a todo el universo en una noche estrellada, es como poder ver a todos los valles de la  tierra desde una montaña. Esto es lo que soy, es lo que somos, el niño que llevamos dentro, al que renunciamos desde hace poco o mucho, el mismo que extinguió la sociedad desde siempre, el que debería perdurar de la misma manera, así podríamos ser más indulgentes, mas amorosos y nobles, de esta forma volveremos al hombre a través del niño.



viernes, 30 de agosto de 2019

ESA ENFERMEDAD LLAMADA VIDA





La vida es una enfermedad cuya cura es la muerte, es una enfermedad crónica que padecemos desde nuestro nacimiento hasta el fin, cargamos con esta dolencia a lo largo de este pasar por el mundo, para la cual tenemos toda clase de paliativos dentro de un tratamiento al que llamamos "felicidad".
- Buscamos la dosis diaria -
Porque sentimos en el estómago la punzada del hambre, nos hiere el sol con su luz resplandeciente, la gravedad atenaza nuestras vértebras, el aire frío parece abrasar nuestros pulmones.
Afuera  el "gran desierto" nos muestra que para este la vida no vale nada, no somos el fin mayor, no somos el más alto grado en la evolución de la materia, fuimos simplemente un accidente, una rama que quebró el viento llevándosela consigo, una partícula de polvo como cualquier otra viajando a través del infinito.
El universo  afuera es terriblemente hostil, nadie soportaría ni un segundo flotando en su inquietante vacío, es así que la tierra logró convertirse en un escudo para la vida,  igual que una costra seca en el tejido del tiempo, ocultándose de las mareas de  energía que chocan, el caos de millones de explosiones termonucleares, el frío del vacío absoluto, la nada.
Esta es la primera evidencia de que la vida es como una enfermedad,  una infección, algo que se coló dentro del gigantesco cuerpo de la  amorfa materia, el caos absoluto, cuando menos lo pensábamos aparecieron sus síntomas, cuando menos lo esperábamos yacíamos vivos, cuando el diagnóstico dictamina que tenemos la enfermedad comenzaron las preguntas ¿Cómo llegó allí?... ¿está para quedarse o simplemente hacernos desaparecer?
Nos parecerá de repente un milagro, una rareza, un fenómeno trascendente dentro de eso que llamamos evolución, pero no es más que una enfermedad llena de dolor, dolor que se manifiesta desde el principio en el momento de nacer, está en las lágrimas de la madre que da luz a su hijo,  reflejado en el llanto del infante herido por la intensa luz del día, el cortante frío y el oxígeno que parece quemar sus pulmones, dolor que llevamos mientras crecemos es ente mundo de crueles leyes y graves imposiciones, dolor que se manifiesta con los años cuando envejecemos, dolor que nos persigue hasta la muerte porque por mucho que lo ignoremos o no lo queramos aceptar la vida es nuestra enfermedad.
- Buscamos la inyección diaria -
Porque nos duele la soledad, nos hiere la angustia de los años que pasan, nos duele el temor hacia lo incierto, hacia el futuro, nos hieren los recuerdos, lo que hicimos y lo que no pudimos hacer, nos destroza la ansiedad a cada momento, cada segundo que vivimos, el deseo nos colma de dolor, la espera alarga la noche tan gélida, tan oscura y solitaria, nos duele existir, nos duele ser y no ser...el peso, la levedad, todo.
A todos nos atenaza la angustia del diario vivir, nos carcome la propia existencia, todos desde que comienza el día, necesitamos esa dosis, esa inyección,  la píldora de muchos colores, la aguja que entra por la piel de nuestros sentidos y el líquido irriga el tejido del alma, aquellas drogas que están por todos lados y que vemos a través de coloridas pantallas, narcóticos llegados en notas musicales, anfetaminas que inundan nuestro paladar deleitado de dulzura aceitosa, con nuestro sexo que nos satura de catárticas sensaciones, va sobre ruedas a toda velocidad o por lo contrario va muy lento hacia el camino donde nos espera el remedio mayor, ese que llamamos felicidad y creemos como lo más sublime. No son más que parte del tratamiento, con esta enfermedad lo único que nos queda es tratar de eludir el dolor que nos produce. A eso llamamos "Sentido de la vida" a la terapia prescrita por el médico que procuramos ser.
Tal vez nosotros no teníamos que existir, eso tiene sentido si nos damos cuenta que el universo nos consumirá en una fracción de segundo sin que nos demos cuenta, fulminados en el espacio en un corpúsculo del tiempo, disuelto en trillones de átomos que se unirán en una danza de fuego, será como el humo negro ascendiendo a la noche más oscura, fuimos como la enfermedad, el producto de un lamentable accidente o la más grande maravilla evolutiva del cosmos, ninguna de las dos si consideramos que pronto todo dejaría de existir, toda esta magnificencia borrada de la historia plasmada en la memoria de lo que ya no existe, será como arrojar cristal a un volcán, así el disco dorado se escape a toda esta inevitable hecatombe nadie estará allí para escucharlo.
Como seres vivos padecemos el dolor del vivir y el trauma del existir, agonizamos en un mar de pensamientos, flotamos en un océano de soledad, así mismo dentro de este vasto universo navegamos como el más solitario de los navíos, nuestras soledades se conjugan, así tan solos como la muerte misma, así mismo flotamos en esta inmensidad como un cadáver viviente, sin ningún rumbo y so pena de creer estar vivos.
Y dentro de este frenesí de vida, esta alegría, esta satisfacción que siempre nos procuramos, olvidamos todo el tiempo como si dentro de nuestro cerebro anestesiado no hubiera un espacio para ello. Cómo el dolor y el sufrimiento de otros nos sustenta, nos olvidamos el depredador que somos, los voraces carnívoros que a diario dentellamos con crueldad la piel de la presa, nuestro trofeo es la felicidad, la cabeza de un cervatillo con la mirada perdida sobre los anaqueles, del cual vestimos su piel y comemos su carne, pero olvidamos su corazón, es la dinámica de esta enfermedad, que nosotros nos convertimos en un mal dentro de la misma, es como el parásito habitando dentro del parásito.
Incluso aquellas personas que se dicen felices, aquellas que con gran resiliencia parecen no ver más allá del dolor, no pueden pasar desapercibidas, ajenas a tan mísera existencia a la que nos relega esta enfermedad que nos destruye de a poco, así pues estamos dentro de una burbuja del infinito, construyendo esta sociedad la cual no tiene reparo, aquella misma que por un lado renace y por otro muere, aquella que por un lado agoniza y en su contra trata de sortear este desastroso sufrimiento ¿Quién es capaz de vivir ajeno a tanto dolor y sufrimiento? ¿Quién en la tierra puede ser tan insensible o tan tercamente comprensivo?
Y la cura a esta enfermedad indolente, podría ser que pudiéramos dentro de nuestra existencia encajar todas aquellas cosas que nos hacen felices, pues no sería más que el triunfo de un tratamiento paliativo sobre el propio dolor, no sería más que el éxito de lograr las dosis instantáneas para sobreponerse al dolor que supone existir y que es más doloroso en los seres humanos solo por tener conciencia de brutalidad semejante, o también podría curarnos la mansedumbre,  el afrontar todo este dolor con  gran estoicismo o ser masoquistas y disfrutar del sangriento espectáculo, del alma herida, los sentimientos que se derraman.
Entiendo a los adictos porque ellos más que nadie perciben esta realidad purulenta, entiendo porque son vidas perdidas, ¡La vida ya estaba perdida desde que surgió! Entiendo porque quieren escapar de sí mismos todo el tiempo.
Porque la vida es dolor,  es el sufrimiento materializado y el goce no es más que la cáscara que envuelve esta amarga fruta, los cuerpos que habitan acá no están para el placer, están hechos para el dolor de este padecimiento, esta enfermedad, este germen que se reproduce  sin control, que debe engañarnos a cada momento para procurar su mefítica hegemonía, su desesperado éxodo hacia la infinitud.
El dolor viene de mirar más allá de los límites, el ancho espacio del sufrimiento es la senda por donde se camina.



jueves, 23 de mayo de 2019

EL ABANICO DE ALICIA: LA TENDENCIA A CREAR ENEMIGOS INVISIBLES


En la obra del escritor Lewis Carroll, “las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, la joven personaje al verse reducida de tamaño, situación que le impide tomar una llave para abrir cierta puerta, se come una tarta haciéndola crecer desmedidamente, esto paradójicamente ahora le impide ingresar por aquella puerta,  en su frustración Alicia llora y es cuando gracias a un abanico que usa para airearse, vuelve a ser pequeña lo que por poco le hace ahogar en sus propias lágrimas.



La obra fantástica de Lewis Carroll ha sido todo un referente a lo largo de la historia literaria, particularmente del cine y la televisión y sus personajes ya de por sí son icónicos, incluso Alicia se ha usado en la ciencia médica para referenciar a un síndrome que distorsiona la visión, especialmente la de los niños haciendoles percibir los objetos más grandes (Macropsia) o pequeños (Micropsia.)
En esta ocasión vamos a utilizar la referencia de la singular mitología creada por Carroll para explicar cómo solemos agrandar ciertos eventos o manifestaciones, llámese realidad, como una cualidad especifica de nuestros cerebros.
Producto de la cognición en base al sentimiento, dependiendo con la intensidad en el que se produzca principalmente el segundo, la tendencia del cerebro es magnificar las cosas, en casos donde nos encontremos ad portas de un choque o una crisis física o emocional, el cerebro dispone de mecanismos para anular el impacto, lo que implica el suceso de lo contrario: una disminución en la percepción del problema. La magnificación de algunos eventos considerados como problemáticos puede esbozarse gracias al siguiente texto del poeta Pablo Neruda:

“No hay espacio más ancho que el dolor, no hay universo como aquel que sangra.”

En efecto, muchos de nuestros sentimientos pueden verse magnificados según la susceptibilidad de cada quien, por ejemplo, algunas personas se van a sentir más motivadas con un día soleado mientras que otras no. Los sentimientos tienen que ver mucho con la experiencia que hemos tenido, hay objetos o eventos simples que para nosotros pueden tener un gran valor o significado, hay sucesos que en segundo plano son insignificantes pero si nos suceden a nosotros podemos experimentarlo como todo una tragedia. En eso consiste la magnificación de los eventos, en su contraparte podemos ver las cosas más reducidas como por ejemplo que para una persona que esté sola, no sea tan importante el evento de San Valentín como para una que tenga pareja.



Esa es una de las cualidades de la mente humana, el hecho de que pueda magnificar o minimizar su realidad, las personas más sensibles e imaginativas suelen hacer esto con más o mayor frecuencia que aquellas que poseen una cognición no tan alta. Esta es la razón de porqué muchos de los grandes personajes de la historia han sido personas melancólicas o depresivas.

“El dolor y el sufrimiento son siempre inevitables para una gran inteligencia y un corazón profundo. Los hombres realmente grandes, creo, tienen una gran tristeza en la tierra.” Fiodor Dostoievski

La tendencia de usar el abanico de Alicia en los temas políticos es de lo que trata este ejercicio abstractivo, aunque puede aplicarse a otros campos. Las personas como Alicia quieren abrir la puerta y para eso requieren de una llave a la que no pueden acceder, deben “crecer “entonces para poder conseguirla, crecer de muchas formas, aquel crecimiento puede ser confundido con una malformación en su cognición, pero lo importante es crecer, llenarse de argumentos, a veces de argumentos falsos o simplemente inexistentes dejando no más las razones propias, los prejuicios, es como ver crecer la nube de una tormenta. Cuando estas personas que generalmente vemos por las redes sociales están allí dando sus argumentos en contra de algún movimiento, algún estatuto, alguna opinión, alguna persona en especial etc.,  están como Alicia, ostentando su gran tamaño, pero cuando ven que por más que hayan tomado en sus manos la llave no podrán acceder a la puerta, vienen las lágrimas, traducidas en el conflicto que hay en su mente respecto a su contrario, su némesis dentro de esta pugna ideológica. Entonces al suceso más simple, el movimiento más insospechado, cualquier cosa que haga su enemigo, esta persona que usó el abanico sufriendo una especie de dismegalopsia argumental, va a magnificarlo y lo va a plantear como una amenaza para todo el orbe, como si de la caja de Pandora se tratara. Uno de los ejemplos más clásicos de esto tiene que ver con los inmigrantes, cuando un país comienza a sufrir dicho fenómeno no tarda en aparecer estas personas con su “macropsia mental” para verlo como una amenaza, muchas veces obviando que gran parte de los problemas internos del país lo causan sus propios ciudadanos. En el caso de los políticos vemos como ellos magnifican el problema de las drogas ilegales para dirigir toda una onerosa contienda en contra de dicha problemática que si se analiza, no es tan grave como el consumo del alcohol ya legalizado.



Las razones de por qué muchas personas sean tan ágiles para crear estos “enemigos invisibles”, cuya raíz es la magnificación, se producen por varios motivos: por un lado pueden estar los intereses de dicha persona que es consciente de la importancia de influir acerca de ciertos temas o problemáticas, por otro lado tenemos lo que en psicología se conoce como disonancia cognitiva, producto de un conflicto ideológico interno. Sea cual fueren sus motivos, las personas que “agitan el abanico”, para luego hondear “las banderas de la discordia” suelen estar dentro de su propia burbuja o en nuestro caso, dentro de sus “pantallas”, batallando como soldados de las redes sociales.



La invitación mediante este escrito al público en general es, a que evitemos ahogarnos en un océano de lágrimas con problemas que no están ahí o que realmente no son tan graves como pretendemos interpretarlos o hacerles creer a la gente. Nuestro crecimiento personal y comunitario no debe ser tomado a la ligera, es un proceso que debemos estar observando detenidamente y que puede tomar años de nuestras vidas. A sí como nuestro cerebro está hecho para magnificar o peyorar las cosas, también es susceptible a creer a tientas en lo “insignificantemente grande” y lo “infinitamente pequeño”. También es importante entender que para lograr una “revolución social”, es decir un gran cambio en el caudal de nuestra sociedad, esto no dependerá solo de una mente o un pequeño colectivo, es una transformación que requiere de todos nosotros, sin excepción alguna. No lograr este consenso es como intentar abrir aquella puerta estrecha donde la grandeza humana no puede caber.



miércoles, 6 de febrero de 2019

EL PODER DE LAS PALABRAS - LA ESTUPIDEZ HUMANA NO EXISTE

Hasta hace poco no sabía la diferencia que hay entre entender y comprender, de hecho básicamente estos dos conceptos son lo mismo pero cuando miramos la etimología de cada uno de ellos nos damos cuenta que difieren en su grado. El entender es apenas un acercamiento a lo que tratamos de comprender, la comprensión viene a ser el objeto de ese entendimiento. El entendimiento puede llevarnos a interpretar una frase abstracta como esta de un poema de Jesús Lizano “A mí me gustan las personas curvas”, de la cual podemos sacar muchas interpretaciones pero solo la comprensión, (El objeto del entendimiento) nos llevará al objeto de la frase, la razón de su existir, su verdadera interpretación.



Nosotros como seres humanos nos podemos definir utilizando muchas referencias, si una persona no entiende o no comprende podemos calificar su inteligencia, la podemos tildar de “estúpida”, pero así como existen muchas maneras de identificarnos como seres humanos, también existen formas de “descalificarnos”. Por ejemplo solemos referirnos a una persona de poca inteligencia como “bruta”, “tonta” a una persona que hace “tonterías”, “idiota” a alguien que es desmedidamente ignorante etc. etc. Lo cierto es que esto, no son más que frases peyorativas, que existen de tiempos inmemoriales para insultar la inteligencia de cada uno de nosotros. NO existen personas brutas, estúpidas, idiotas o imbéciles, todos los seres humanos gozamos de inteligencia, existen otros elementos que pueden confundirnos y llevarnos equívocamente a emplearnos en dichos términos, situaciones o características dentro de la inteligencia de cada quien que generan un conflicto en el pensamiento, es decir cualquier cosa que pueda coartar el juicio lógico, una interpretación correcta, cualquier cosa que nos lleve a ejecutar un acto equivocado, en otras palabras la comprensión que tanto necesitamos.


Hasta hace unas décadas, pensábamos que la inteligencia humana era una sola, Charles Spearman postuló un factor bifactorial donde el predominante sería el conocido como “factor G”. La psicometría (ciencia que se encarga de medir la inteligencia) daría origen a los test de evaluación  siendo el principal aquel que determina el llamado IQ o coeficiente intelectual, el cual a lo largo de los años ha sido en muchos aspectos objeto de debates. Hoy en día con el surgimiento de la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner y la inteligencia emocional de Daniel Goleman se intenta ampliar el concepto que tenemos de la inteligencia, que como ya se mencionó antes se consideraba prácticamente única.  Hasta entonces e incluso aún muchas personas pensarán que “inteligencia solo hay una” pero lo cierto es que toda esta grandiosa estructura que compone el pensar está compuesta por muchos factores, eso lo podemos deducir si juntamos las dos teorías que han tomado gran auge en la psicología las últimas décadas.


Tanto los seres humanos como la gran mayoría de las especies animales poseemos la capacidad innata de aprender, el desarrollo de nuestras capacidades a través del aprendizaje, la abstracción y la experiencia es lo que conlleva a nuestra inteligencia, todos desarrollamos múltiples inteligencias a lo largo de nuestras vidas y el hecho de que no exista una proporcionalidad entre ellas es lo que nosotros percibimos como estupidez, ignorancia, retraso mental etc. Todos los descalificativos que imaginemos para ofender a una persona o burlarnos de ella.


Aunque ya se hayan definido modelos y existan algunos parámetros para medir la estupidez, (incluso para predecirla) podemos decir que la estupidez es la consecuencia de no tener la inteligencia necesaria para resolver cierto problemas o desenvolvernos en determinadas circunstancias. Aunque estos estudios como el del psicólogo Klaus Fiedler acerca de la “miopía metacognitiva” son bastante interesantes y bien fundamentados sería bueno como un ejercicio de respeto y comprensión recordar que todos los calificativos que derivan de la estupidez no hacen más que crear sesgos en nuestras relaciones, y como en esta caso estamos tratando de comprender el inmenso poder que tienen las palabras, la gran fortaleza que supone nuestro lenguaje, existe una noble intención de explicar porque no existe gente bruta, tonta, idiota, estúpida, bestia etc. Todos hemos desarrollado alguna de nuestras tantas inteligencia de una manera superior, todos tenemos la capacidad de desarrollarlas y en muchos casos ni siquiera sabemos que esto es una realidad, desconocemos nuestras capacidades, nuestros talentos simplemente porque no estamos por encima de un estándar cualitativo o por que no tengamos un P.D.H, así mismo incluso las personas más inteligentes nunca están exentas a cometer errores, a pasar de ser genios a “estúpidos” de momento. Esto se debe a la extraordinaria complejidad de nuestro cerebro humano y sus caídas estructurales. No porque nuestro cerebro posea más de un cuatrillón de conexiones sinápticas  esto signifique que sea perfecto.


Es fácil comprender el poema de Jesús Lizano, las personas curvas de las que el habla se refiere a la liberta del ser humano, la que tanto anhelamos alcanzar, solo si aprendemos a valorar el poder de nuestras palabras y la nobleza de nuestras acciones podremos acercarnos a esta percepción de la existencia.

viernes, 12 de octubre de 2018

VITARSIS, LA VIOLENTA PURIFICACIÓN DEL ALMA


 Escena de la película gore "Braindead" 

Para explicar que los contenidos violentos dentro del cine, la televisión, los libros etc. -entre un amplio espectro de tópicos- tiene una finalidad similar a lo que era la “purificación” en la tragedia aristotélica, se ha creado la llamada “teoría de la catarsis”, la que ha generado diversos debates dentro de los estudiosos de la psicología social, ya que algunos consideran que la violencia dentro del marco del deseo mimético (Aquel que compartimos todos por objetividad) media como una liberadora de impulsos agresivos.
Para comprender más este fenómeno de la psicología y que hace parte de la trama de la sociedad de ficción que vivimos, me he atrevido a encontrar un término que defina este tipo de “catarsis violenta”. Para eso he utilizado el prefijo que compone la palabra violencia, la cual viene del latín violentia, (vis=fuerza y olentus=abundante.) Entonces conformé el término vi-tarsis, que es una composición entre violencia y catarsis. Me parece adecuado, si se me permite, dar una identidad única y ponderable a esta “purificación violenta” dado que ella opera en nuestra mente de una manera especial y objetiva (Algo que se explicará más adelante), a su vez que mediante esta denominación podríamos explicarnos, porque la mayoría de las temáticas de ficción en todos sus géneros giran en torno a la muerte y los acontecimientos violentos.
Muchos podrían pensar que el proceso de apropiar un concepto mediante la creación de una palabra inexistente es algo superficial y casual, que solo obedece a la intelectualidad personal y su deseo de reconocimiento, no obstante, aclaro a continuación que haber llegado a este neologismo es el resultado de un proceso mental que lleva años, de una idea que se ha ido construyendo tras horas de pensar, de hacer constantes lecturas al hombre y su papel en la nueva sociedad, también es producto de las vivencias personales y sus conflictos.
Todo comienza dentro del proceso creativo. Sin la experiencia respecto al mismo habría sido difícil llegar a esta razón, porque, una cosa es interpretar y otra muy distinta crear. Es interesante ver todo este cruce de palabras, cuando uno “cree”, interpreta el mundo a su manera en base a lo que conoce y desconoce, se llega a la incertidumbre,  cuando uno “crea” es casi inevitable entrar en conflicto con uno mismo, porque ya no es la duda sino las ideas las que chocan unas con otras, se puede alcanzar la verdad. Un ejemplo de esto lo dan los mismos estudiosos de Carlos Marx, que dentro de su análisis se dan cuenta que a través de los años las ideas de este pensador fueron evolucionando, es decir estuvieron sujetas a cambios que muy poco tenían que ver con sus lineamientos iniciales. Esto sucede porque el ejercicio de creer, pensar, crear y dialogar es un ejercicio mental donde constantemente se están generando ideas, ejemplo, muchas personas podrían creer que una conversación simplemente es un intercambio de experiencias o información, pero lo que sucede es que por cada dialogo que tenemos (Sea este interno o externo) nuestro pensamiento se va edificando a sí mismo. En este momento es cuando yo debería citar algún autor que se especialice en este tema, pero dado que no tengo mucho conocimiento, simplemente me limitaré a no desviar más la atención del asunto y centrarme de cómo el conflicto dentro del proceso creativo me conlleva a crear este neologismo: VITARSIS.


Resulta que como estos años he estado ejerciendo el oficio de escritor de ficción, llegué a ver que la temática de mi obra era recurrente en el tema de la violencia y los asuntos degradantes en el ser humano, algo así como lo que por hoy se conoce como “literatura de explotación”. Entonces llega el conflicto, pero no solo cuando me he dado cuenta que lo que escribo es casi una apología a la muerte y la violencia, sino cuando observo que en el mundo de la ficción literaria, la temática principal es lo malo del ser humano, y pues lo malo del ser humano es la violencia, que es el “efecto de sus defectos”, la obertura y el final de las más bajas pasiones, parece que todo dentro de esta ficción tiende a comenzar con un crimen, un asesinato para ser exactos y al final todo termina en una situación cómica donde los héroes triunfan y los malvados son castigados (Catarsis)
Verme en todo este material explicito, violento, hiriente, macabro y perverso me ha hecho abrir los ojos ante la realidad del mundo, que, como una película del género splatter, está saturado de contenidos violentos casi sin sentido y esto me lleva a reflexionar no solo acerca de por qué abundan dentro de la ficción y sus géneros, sino cuáles son sus posibles efectos y si acaso tienen alguna finalidad más allá de “entretener”.
Para comenzar haré simplemente un ejercicio gramatical. Antes de ver una película, una serie etc. solíamos encontrar el aviso de advertencia de “Contenido violento o explícito”, si nos remitimos nuevamente a la etimología de la palabra violencia, vemos que realmente todo aquello que tienda a ser violento, no necesariamente tiene que ver con la agresividad de un acto malévolo, puesto que violencia significa “abundancia de fuerza” esto es notable porque podemos decir que una “tormenta es violenta”, o sea que viene con mucha fuerza, o podemos determinar un “violento despertar” que no necesariamente tiene que ver con una revuelta sangrienta, sino, que ha venido con mucha fuerza o ímpetu. No obstante aquí encontramos la primer señal de cómo la violencia del cine, la televisión, los videojuegos vienen de antemano con una máscara, porque realmente no se trata de un contenido violento (De abundante fuerza) sino más bien un contenido malvado, perverso, degradante etc. desde luego que los productores de esta ficción, no les convendría de a mucho colocar en la advertencia “Contenido perverso y malvado que puede herir su sensibilidad”, nos damos cuenta aquí de como nuestro concepto de violencia comienza a ser enrarecido de manera arbitraria.

Es importante separar lo que es un acto violento y un acto agresivo, lo que representa la fuerza y la maldad, la violencia hace un uso excesivo de la fuerza pero sin distingo de sus agentes, todos los actos violentos a lo largo de la historia humana (Guerras, hambrunas, colonización, revueltas etc.) han tenido siempre como imperativo la naturaleza humana del pensamiento, (deseo, moral y ética,) de ahí el problema de que al hablar de un acto violento o de violencia, omitamos la naturaleza del mismo, por ende no deberíamos tratar a todos los géneros y sub géneros de la ficción en relación, desde la simple perspectiva de la fuerza sino de la maldad pura bajo todos sus conceptos.

Aunque bien esto es apenas el comienzo de un ejercicio semántico, es importante comprenderlo porque de aquí se despliega todo el proceso de permeabilización de la violencia-maldad a través de la vitarsis, la única forma de ocultar una cosa efectivamente es hacer que pase desapercibida y entonces nos encontramos dentro de la cartelera comercial con el mal llamado, “cine de acción”, digo mal llamado porque su trama gira en torno a la violencia-maldad y generalmente no hay trasfondo más que el de la eterna confrontación entre los ejes del bien y del mal, justificada en actos de extrema violencia. Entonces se hace necesario hablar un poco de lo que representa la ficción de explotación, porque esta enmarca dentro de sus contenidos temas relacionados con lo decadente en el ser humano, como tal la violencia hace parte de sus tramas, la guerra y el crimen es un tema recurrente en este tipo de ficción, entonces ¿Por qué no enmarcar el cine de acción dentro de este género? Es muy simple, la formula se repite una y otra vez, permear la violencia es el objeto de toda esta falsa gramática, si llamáramos a las “películas de acción” “películas de explotación” es probable que el público no las acogiera de la misma manera como lo suelen hacer, porque explotación es sinónimo de todo lo degradante en el ser humano, en cambio el concepto de violencia es más aceptable.
Con esto no pretendo hacer que los que generadores de dichos contenidos en el cine, la televisión, los libros etc., cambien la manera de definir sus creaciones o productos, sino mostrarles como media la “ingeniería del consentimiento” al entregarnos estos contenidos. Esta ingeniería base de las relaciones públicas es capaz de vendernos un producto nocivo como algo totalmente inocuo, incluso algo tan inherente a la cultura y el arte como lo es la ficción.

JUSTIFICACIÓN CIENTÍFICA DEL CONTENIDO VIOLENTO

Escena de la película gore "Hostal"

Muchas personas se ha preguntado acerca de por qué nos atrae los contenidos relacionados con la violencia, el terror, la sangre etc. Los científicos parecen tener la respuesta. El profesor de psicología de la Universidad de Florida Dr. Andreas Keil explica la función cerebral de la corteza visual y su importancia a la hora de advertirnos acerca del peligro: "Cuando se percibe una amenaza, la corteza cerebral produce neurotransmisores energizantes, como glutamato, dopamina y serotonina para alertar al organismo y hacer que se mantenga fuera de peligro". Sin embargo existe otro proceso paralelo dentro de esta percepción hostil de la realidad, el cerebro ordena a la glándula renal a producir adrenalina, hormona encargada de producir opioides y endorfinas, sustancias que producen en el cuerpo una sensación de placer como respuesta ante el estrés o el dolor.  Hasta aquí hablamos de un proceso normal dentro del cerebro, lo curioso es lo que sucede cuando estamos frente a una amenaza que no es real, un peligro ficticio, una situación violenta o terrorífica dentro de un escenario virtual, como sucedería en una película de terror o un videojuego. Cuando estamos frente a una amenaza “no real” el cerebro libera un neurotransmisor conocido como GABA (ácido gama-aminobutírico) que inhibe la respuesta al miedo, al mismo tiempo que reduce el estrés. Esta sensación persistirá tal como lo explica la profesora de neurología del MIT, Ki Ann Goosens "Se puede ser adicto a esa sensación y a la liberación de adrenalina y endorfina que se produce". En pocas palabras los contenidos violentos, terroríficos o gráficos paradójicamente nos pueden producir sensaciones placenteras.

Pero un estudio hecho por las investigadoras Anne Bartsch y Louis Mares de las universidades de Augsburg y Wisconsin respectivamente, contemplan una explicación psicológica para la pregunta de por qué los seres humanos nos interesamos en la violencia dentro de la ficción:  “Algunas representaciones de violencia se perciben como algo significativo, emocionante y estimulante que puede fomentar la empatía con las víctimas, la admiración por los actos de valor y la belleza moral de cara a la violencia, o la auto-reflexión con respecto a los impulsos violentos”, explica Bartsch.


Su estudio consiste en mostrar a varios voluntarios de diversas edades los tráiler de diversas películas de géneros violentos, para luego hacer un análisis de qué películas según su contenido generaría más interés en estos espectadores. Se llegó a la conclusión de que existe una motivación relacionada con la búsqueda de respuestas y significados acerca de ciertas condiciones humanas, (como los instintos básicos,) hay un interés acerca de los mismos porque representan al ser humano en su naturaleza más primitiva. Esto genera pensamientos e inquietudes en las personas, de ahí que busquen las respuestas en este tipo de contenidos. Paralelamente se han encontrado otros motivos del por qué nos atraen la violencia-maldad en la ficción y tiene que ver mucho con el suspenso, más exactamente con la forma de cómo se desenvuelven los personajes dentro de estas tramas. Este último podría explicar por qué muchas personas se sienten atraídas por los videos de alto contenido gráfico, donde están implicados el daño y terror de personas o animales (Material conocido como “snuff”.) Ver estos videos o imágenes aparte de generar un torrente de sensaciones impelidas por neurotransmisores, pueden también preparar la mente de las personas que sienten de algún modo amenazadas, no necesariamente de violencia, sino aquella que se enmarque dentro de una situación que le genere estrés y desasosiego. Sería entonces esto, lo más parecido a lo que en la psicología se conoce como estrategia de afrontamiento.
A lo largo de la historia humana, hemos visto que la violencia se ha convertido prácticamente en un ritual dentro de muchas culturas, incluso hasta nuestros días. El sacrificio ha sido por excelencia el máximo ritual de consagración presente en gran parte de las culturas antiguas. En torno a estas matanzas humanas había una intención de apaciguar la ira de los dioses o buscar su favor. De esta manera es como el sacrificio se estableció dentro del inconsciente colectivo como un arquetipo íntimamente ligado a lo trascendental, formando parte dentro de nuestro inconsciente personal y por lo tanto permanecerá de manera indefinida hasta llegar a nuestra conciencia. Esto podría explicar por qué nos sentimos atraídos hacia eventos o rituales enmarcados en la sangre, la muerte y la violencia donde el sacrificio humano hace solo parte del sustrato. Mientras que en Grecia florecía el teatro, en el Imperio Romano y también dentro de los pueblos bárbaros, los espectáculos sangrientos comenzaban a establecer un arquetipo donde el mal (Arquetipo de la sombra según Carl G. Jung) desencadena la consumación de un acto violento. Al final, dicho acto terminará por ser liberador ya que representa el triunfo del héroe (Otro de los arquetipos de Jung)




Es así como nace la catarsis violenta, la misma que hemos experimentado desde el Circo Romano, hasta los ahorcamientos públicos en los Estados Unidos, la misma que prevalece en nuestro días con espectáculos violentos como la Tauromaquia o el sangriento festival de Gadhimai en Nepal, eventos a los que acudimos en masa por considerar “ecuánimes” y que no son no son otra cosa más que un burdo espectáculo de entretenimiento, visceral y macabro. Sin embargo al final, terminaron por implantar en nuestra psique la justificación para cometer atrocidades, actos de maldad indescriptible como un ritual necesario y liberador.



El hecho de que ahora vivamos en un mundo más “vigilante” por así decirlo, ha reducido en parte estos espectáculos, pero la pregunta es ¿Por qué predomina la violencia-maldad en la cultura y el entretenimiento? ¿Acaso es algo que obedece solo a nuestra implícita naturaleza o realmente existe un interés en recrear esta maldad a través de los contenidos violentos?



Podemos usar como referente al cine para obtener una respuesta. Los géneros que más audiencia reúne son justamente acción y terror, las personas nos sentimos más a traídas hacia estos por razones que ya hemos explicado, bien podríamos deducir que en principio solo se trata de una estrategia de marketing para vendernos un “sangriento  enlatado”, no obstante, citando al historiador italiano Giaime Pala quien hace una crítica acerca del cine que derivó del llamado “Sindrome de Vietnam”,  nos damos cuenta que los contenidos violentos se han enfocado en dar una visión política, -de los Estados Unidos más exactamente -, cuyo sentido siempre se ha endilgado hacia la supremacía de ese país. No fue un fenómeno nuevo, es algo que venía de antes con películas como “El Nacimiento de una Nación” de David W. Griffith relacionadas con el racismo, las películas western que justificaban de alguna manera la matanza de los nativos y películas patriotas como “1776” de Peter Hunt referentes a la independencia de los Estados Unidos, este cine tenía como finalidad moldear el pensamiento político de los estadounidenses desde comienzos del siglo pasado. Tras la derrota de este país en la guerra de Vietnam, surgió un cine que trataba de hacer sinopsis de aquella bajo el argumento del conflicto de los veteranos de guerra. Películas como “Apocalypse Now” de Francis F. Coppola tenían un sentido mucho más crítico mostrando por ejemplo la locura en torno a una guerra que se había perdido, “La chaqueta metálica” de Stanley Kubrick hace un crudo retrato de la degradación militar y como ellas nos encontramos con muchos más títulos. En respuesta a este naciente inconformismo a finales de los 70 comenzaron a producirse películas que buscaron reconciliar a los estadounidenses con esa derrota, es decir a devolverles de alguna manera el patriotismo perdido a través de un nuevo personaje que Pala llama “El Veterano vengador”. La creación de este nuevo cine tenía una finalidad netamente política y no podríamos tener una mejor referencia para encuadrar aquí lo que llamo vitarsis. Mediante un contenido altamente violento y belicista se le hacía creer a los estadunidenses que sin importar la derrota siempre iban a estar por encima de sus enemigos. Este nuevo cine a su vez, abrió las puertas no solo al llamado cine de acción sino que impulsó todo un fenómeno literario con libros como los de Tom Clancy, donde comenzaba a imperar la hegemonía militar de los Estados Unidos.

"— Napalm, hijo; nada del mundo huele así. Me gusta el olor del napalm por la mañana."

A través de todas las etapas del “séptimo arte” especialmente el norteamericano, podemos contemplar que el cine no ha estado allí exclusivamente con el objeto de entretener o contar una historia, a lo largo de su evolución y a la par con la literatura siempre ha procurado generar un ideal dentro de la mente de las personas, como una conmoción del “súper yo” tocando las fibras más frágiles de las emociones y los deseos inconscientes, es gracias al cine que hoy tenemos una amplia aceptación del cigarrillo, es gracias al cine de terror y explotación que permeamos la violencia hacia la mujer (Simplemente hagan el ejercicio de ver posters de cine de terror en todas sus épocas) es gracias al cine de acción que nos convertimos en un tamiz para los conflictos bélicos, esto último no sería posible sin la vitarsis, la purificación violenta del espíritu que nos convierte en un canal de agresiones justificadas, en una época que el hombre debería ya estar en aras de pacificarse y mostrar que por encima de todo la racionalidad va más allá del uso de la fuerza, esta es una época en que todos anhelamos paz y tranquilidad, no obstante, estamos ansiosos por ver a los héroes de Marvel luchar contra enemigos invisibles, fascistas imaginarios y falsos colonizadores cuando los verdaderos enemigos están arriba no con el poder sino las leyes, nos encanta ver al hombre que empuña su arma al prójimo, como un juez que con tan solo el accionar del gatillo soluciona las problemáticas sociales, estamos en tiempos que anhelamos la justicia pero no vemos más que la violencia como respuesta a la misma, queremos justificar las guerra y la muerte desconociendo totalmente su dramático contexto. Eso significa viatrsis.

EL ANTIHÉROE, COMODÍN DE LA VIOLENCIA JUSTIFICADA

"El castigador" y "Deadpool" don anti-héroes reconocidos de los comics

La máxima obra de la literatura en la lengua española es sin duda “El Quijote de la Mancha”, también,  uno de los más grandes antihéroes que han sido creados. Este personaje opuesto al héroe “helénico”, se ha ido transformando en nuestra evolución cultural. Hay cierta predilección de un público culto hacia el antihéroe por tratarse de un personaje real y no meramente fantasioso como el tradicional superhéroe que brilló en su esplendor gracias a los comics de los años dorados de este género (A mediados del siglo XX)
El antihéroe se desmarca descaradamente del tradicional héroe helénico con grandes atributos de fuerza y belleza y el posmoderno superhéroe, representando al ser humano con virtudes y defectos, más defectos que virtudes y decisiones tanto actos heroicos bastante cuestionables. El cowboy solitario del espagueti western galopa bajo las penumbras del mal blandiendo su revolver  para liquidar a los malvados, paralelamente al samurái japonés conocido como ronin, “rebana” a sus enemigos del feudo y la mafia yakuza, el “veterano vengador” héroe de guerra olvidado que ahora lucha por sobrevivir usando lo único que aprendió en la vida, y la mayor fábrica de antihéroes en la serie “The Walking dead” en la que un mundo invadido por una plaga zombi convierte a gran parte de la humanidad en héroes de actos réprobos,  ha convertido a un personaje de ficción en una justificación para la violencia. El mensaje que nos da el anti héroe es una referencia al daño colateral, la doble moral, la justificación del “problema-reacción-solución”, la legítima defensa, el concepto de “si vis pacem, para bellum”, todo esto lo puede justificar en su influjo, cualquiera que sea humano es libre de cometer una acto de maldad o violencia indescriptible, es por eso que el antihéroe se ha convertido en el personaje por excelencia para provocar la vitarsis, pues justifica toda esa maldad a través de la violencia, la literatura que gira en torno a él nos ayuda no solo a liberar nuestros impulsos agresivos y a distorsionar la realidad mediante mecanismos narcisistas (Evasión de la realidad) sino también a permear la violencia que nos rodea y sus principales agentes.
No pretendo despejar el mundo de la ficción que nos rodea de sus habituales héroes, ni de sus tramas que se devanan entre los pasillos oscuros de la mente humana, ni de los actos donde la supremacía de la fuerza se alza sobre todas las luchas, ni mucho menos el constante ejercicio de examinar nuestras conductas y mostrar al ser humano como una plaga que azota nuestro mundo, la crítica a la vitarsis no es más que un análisis del contenido de la ficción que inunda a nuestra cultura, en un mundo donde prevalece la violencia y el mal también se encuentran las virtudes y el deseo común de paz y bienestar, podemos hacer una nueva ficción dónde en vez de resaltar nuestras más primitivas pulsiones y defectos, ensalcemos nuestras virtudes y valores, es un gran desafío para todo escritor, para todo artista, lograr ese interés en un contenido más positivo, sin caer dentro del conflicto y la complejidad de nuestra conducta.

El Factor Cero (Tx0)

  “La vida no tiene sentido, pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido” Albert Camus Los seres humanos no lo sabe...