"He visto los cercados medio calcinados, los limites perdidos entre la pradera, y un acaparador mundano vigilando sus lindes con un agrimensor, mientras el cielo acontecía a su alrededor y él no veía a los ángeles ir y venir, sino que buscaba el viejo hoyo de un poste en medio del paraíso" HENRY DAVID TOREAU
Si el gran fracaso social y cultural del capitalismo se ha debido a la acumulación de capitales, - el principal argumento de la teoría marxista para contradecir la economía del libre mercado -, la liberación de los capitales debería ser la solución. Liberar capitales en tiempos de crisis podría ayudar a que la economía no colapse, evitar que todo quede en manos del estado ayudaría mucho al desarrollo de la sociedad. Las grandes crisis humanas siempre han generado exorbitantes fortunas a costa del sacrificio humano, los desastres causados por las guerras debido a su alto coste y el negocio de la especulación financiera, han procurado enormes ganancias a los financieros, como es el caso de Natham Mayer Rothschild, quien ganó una fortuna al generar incertidumbre en el mercado financiero durante la guerra de Napoleón contra los ingleses.
Existen pocas pero ejemplares historias a lo largo de los años que muestran,
como una “liberación de capitales”, en el sentido en el que los grandes dueños,
los mega-empresarios, terratenientes e incluso los más modestos comerciantes,
comparten sus utilidades con sus empleados. En 1914, el empresario
estadunidense de los automóviles Henry Ford, anunció que doblaría el salario de
sus empleados además de que reduciría las horas laborales de 9 a 8 diarias. Recientemente
tenemos el caso del fundador de la financiera Gravity Payment, Dan Price, quien
se bajó su sueldo de un millón de dólares a $70.000 para repartirlo entre sus
trabajadores y así ninguno de ellos ganará menos que él. Esto es una propuesta
interesante que se ha planteado en empresas del famoso Silicón Valley que
muchos ven como una especie de “comunismo”, que, por cierto, para nuestra
sociedad actual es sinónimo de “amenaza”, siendo esto una tergiversación, una
mala interpretación a lo que constituía la primitiva forma de relación entre la
fuerza de trabajo y la distribución de la utilidad, producto de una narrativa
que busca ante todo la supresión del poder estatal.
Recientemente se conoció el caso de una empresa de pequeños supermercados
en Colombia que quebró dejando deudas millonarias, entre las múltiple malas
prácticas que llevaron a su liquidación, encontramos una en la que sus
ejecutivos, recibían sueldos alrededor de 40 millones de pesos mensuales (Algo
más de $8000 dólares en el cambio a la fecha que se escribe este artículo), lo
que representa casi 40 veces el salario de un trabajador regular como una cajera,
un bodeguero o un guarda de seguridad. Como estos podríamos encontrar tal vez
cientos o miles de ejemplos, siendo tan absurda inequidad en el pago de
salarios, una de las principales causas de por qué hoy en el mundo y
principalmente en Colombia, exista una de las brechas sociales más pronunciadas.
La escuela económica austriaca nos enseña sobre la subjetividad del valor,
que significa a grandes rasgos, que el valor de las cosas, (más exactamente los
productos de comercio) es subjetivo, lo que quiere decir que dicho valor no está
ligado necesariamente al “valor agregado”, (al coste de los recursos como materias
primas y fuerza de trabajo), o a un bien inherente a este (Como los títulos de
renta), sino al valor que cada persona coloca en él. Esto sin duda alguna es
parte del espíritu del libre mercado que nos rige en esta posmodernidad,
haciendo parte ineludible de lo que significa la libertad individual, de la que
a su vez se desprende el libre mercado.
El valor subjetivo ha sido a lo largo de las últimas décadas, uno de los
motores, no solo para generar grandes capitales, sino para dar origen a grandes
ideas, aunque en la práctica, realmente son pocas aquellas que representen una
verdadera eficiencia, ya que esta desmesurada “subjetividad” que como ya se
dijo, es una característica esencial en la libertad individual, también nos ha
conducido hacia el “libertinaje” del libre mercado. Dicho libertinaje es una de
las causas de las dos consecuencias que por años se le ha criticado al
capitalismo, que son, por un lado, la acumulación del capital, y por otro el
consumismo, que, como bien lo dice su nombre, es la adquisición y producción de
bienes, productos o servicios no esenciales, (aunque si quisiéramos ampliar el
término, podríamos decir que es la excesiva “subjetivación” del producto en el
comercio.) Podemos entonces ver un mercado donde abundan miles de productos,
muchos de estos que apenas obedecen a una necesidad subjetiva, y que si bien,
son motores de empleo y capital, generalmente se ligan a un híper producción, generadora
del alto coste ambiental y donde muchas veces se sacrifica el recurso humano,
ya sea mediante la explotación laboral o su contrario, la automatización. A
estas consecuencias debemos agregar que muchos de estos productos, pueden
resultar dañinos para la mente y el cuerpo del ser humano.
El libertinaje del libre mercado nos ha llevado también a beneficiarnos de
las crisis, donde en muchos casos no existe ni existirá una reparación en el
medio, es decir, que la utilidad siempre estará por encima de los recursos que
la genera, en el caso de la extracción de recursos naturales, (Como por ejemplo
la madera de las selvas ocasiona daños irreparables en sus ecosistemas), la
destrucción de hábitats para crear plantaciones o pastizales para ganado etc.
El caso más dramático de este “coste/beneficio”, es el que ocasiona las guerras
en la que el daño involucrará desde la muerte de miles de civiles (y sus
devastadoras secuelas que van desde lo psicológico hasta los social), hasta la
destrucción de la infraestructura política y económica de las naciones.
Durante las guerras napoleónicas, el banquero alemán Nathan Mayer
Rothschild, aprovechando la crisis económica que estaba generando la confrontación
entre Napoleón y el imperio británico, se deshizo deliberadamente de sus bonos
para generar incertidumbre en los mercados financieros, así logró que muchos
financistas vendieran sus títulos de valor que el astuto banquero terminaría
comprando por muy bajos precios. Este tipo de especulación en el mercado
financiero también fue en gran parte responsable de la gran depresión económica
de los años 30 en Estados Unidos. La especulación que hace parte de este
libertinaje codicioso, ha sido a través de la historia humana la práctica más
recurrente del libre mercado, siendo a grandes rasgos un efecto pernicioso
dentro de la acumulación de capital (Contraria a la liberación de capitales).
Actualmente esta práctica sigue siendo una de las principales manobras que desalmados
plutócratas siguen ejerciendo para obtener réditos o causar deliberadamente
crisis en los países. y que las personas se encuentran en el mercado de la
especulación financiera, citando para este referente la actual crisis que ha
producido la histórica suba del dólar que como todos sabemos, es la moneda estándar
de la economía global.
La redistribución de la riqueza, que sería administrada primordialmente por
el estado busca la transferencia de riqueza hacia los sectores vulnerables de
la sociedad, siendo esto el pilar tanto para el socialismo como para la
implantación del modelo comunista, se vale de un conjunto de mecanismos
sociales para lograr esta redistribución, siendo el más común aquel que se hace
por medio de los impuestos, que cada vez a medida que aumenta el gasto público
deben seguir siendo aumentados lo cual no resulta beneficioso, por lo menos en
teoría, para el crecimiento económico, generando esto un malestar entre las
personas más adineradas. La caridad, por ejemplo, considerado como uno de los
mecanismos de la redistribución, y que solemos ver especialmente en la filantropía
de los grandes empresarios, siempre estará sujeto a la voluntad de muy pocas
personas y nunca será suficiente, además de que esta, casi siempre, se hará motivado
por intereses particulares, ya sea para obtener ayudas del gobierno o por
simple lobbismo.
El politólogo estadunidense Jacob Hacker acuñó el término
“predistribución”, que se diferencia de la distribución en que esta no buscaría
la simple distribución de la riqueza para paliar la desigualdad, sino que
buscaría una bienestar más integral y duradero, y para ello Hacker, a grandes
rasgos propone que el estado procure los mecanismos para que la economía marche
favorablemente para el bienestar común, obviamente sin afectar la libertad
económica.
Como bien hemos visto en los ejemplos citados, se dependería del estado
para la redistribución de la riqueza y la disminución de las brechas sociales,
so pena de que, una dependencia total del estado no es saludable para ninguna
“democracia”, como tampoco se puede depender de la “simple caridad de los
grandes capitalistas, para lograr avances en la disminución de la desigualdad,
especialmente cuando contamos con muy pocos filántropos, y en muchos casos
estas personas consideran por varias razones mantener las brechas sociales para
su propio beneficio. La predistribución demandaría el uso de las dos fuerzas
centrales del poder (Estado y sector privado), notablemente opuestas pero que
con buena voluntad lograría su objetivo, complementado mecanismos para lograr
el bienestar común, y uno de estos mecanismos sin duda alguna sería la
liberación de capitales, que es el que se propone en este ensayo.
La liberación de capitales tendría como ventaja la No intervención del
estado, y obedecería estrictamente a la buena voluntad de salvaguardar el
estado de bienestar de todos los ciudadanos. Vemos por ejemplo como durante la
pandemia del 2020, muchas grandes empresas y particulares engrosaron sus
fortunas con las necesidades que surgieron de la misma, mientras otras empresas
y personas fueron arruinadas económicamente lo que generó casi 30 millones de
personas pobres solo en Latinoamérica, según CEPAL.
La liberación de capitales en tiempos de crisis no solo ayudaría a que la
economía se mantenga a flote, sino que nos llevaría hacia un nuevo orden social
donde primará por encima el bienestar común, el mutualismo social, el
cooperativismo, etc. Siendo esto un punto de convergencia para soslayar
cualquier tipo de polarización, de división ideológica y cultural, el “divide et impera” al que nos llevó el “laissez faire” en la economía, debería
cambiar a “unitum regnabimus”, es
decir que unidos todos ganaremos.
¿Pero bajo qué dinámica lograr efectivamente dicha liberación de capitales
en épocas de crisis? Aunque no necesariamente tiene que ser durante las mismas,
se puede hacer a manera preventiva como cuando la economía comienza a dar
síntomas de desaceleración, los grandes empresarios que estén dispuestos y
puedan dar más de sus ingresos, o repartir parte de sus bienes y fortunas,
deben aumentar temporal o permanentemente los salarios de sus empleados, en el
caso de crisis agravadas como el cierre de las economías a causa de la pandemia
del año 2020, muchos empresarios de manera responsable mantuvieron los
contratos y evitaron despidos, aún incluso sin que sus empleados estuvieran
trabajando. Los grandes empresarios también pueden otorgar becas e incentivos
para que los trabajadores e incluso personas que no necesariamente pertenezcan
a su planta, puedan costearse una carrera en la educación superior, asimismo,
pueden ayudar a que estas personas adquieran vivienda propia. Todo esto
dependerá de la conciencia y el espíritu altruista que tengan las personas más
adineradas para propender una cultura económica, que vaya más allá de la simple
filantropía, entiéndase esta como la costumbre del donativo, que resulta contar
aunque no bajo las mismas condiciones, con la misma dinámica del desgastado
asistencialismo que ofrece el estado como herramienta paliativa, citando el ejemplo
del accionar político que hacen muchas naciones especialmente las
latinoamericanas, que es la de dar subsidios a los campesinos para sus cultivos,
pero no invertir en la construcción de vías terciarias, tan necesarias para que
estos puedan trasladar sus cosechas. Es así que la liberación de capitales se
traduce en una dinámica de flujo de fortunas, para que la economía se mantenga
a flote. El buen viento y la buena marea dependerá de qué tanto están
dispuestos los dueños del capital en liberar sus fortunas durante las crisis.