Antes que nada, debemos conceptualizar el significado de “teorías de conspiración”, comprendiendo que, en principio, se trata de un término peyorativo, y que cuando comenzó a usarse, hace más de un siglo, la teoría conspirativa era estrictamente política y se refería a todas aquellas cosas que se hacen o deshacen dentro de la política para cometer un ilícito. Con los años el término ha ido ampliándose a otros aspectos sociales como la economía, especialmente la financiera, la industria, la ciencia (como sucede en el caso de la llegada del hombre a la luna), y más recientemente en la cultura popular. Incluso estas premisas suelen vincularse entre sí cuando la supuesta conspiración abarca o se vale de varios de estos elementos, como es el caso de la teoría de la programación predictiva, en la que se afirma que el cine de Hollywood tiene en parte una finalidad “lobista”, por así decirlo, de subrepticio pero fuerte impacto dentro del pensamiento de los norteamericanos.
Para lograrlo la ciencia oficial se ha encargado de utilizar los mismos
preceptos que rigen el método científico, de manera que para la comunidad
científica, la única vía para llegar a la verdad es mediante la ciencia. Dentro
de la teoría de la lógica y la argumentación existe una falacia conocida como argumento
de autoridad o argumentum ad verecundiam,
el cual implica que una cosa es cierta porque quien la afirma tiene “autoridad”
en dicha materia (Un médico, por ejemplo). Todos sabemos que los científicos,
doctores, especialistas y demás representan la autoridad en el conocimiento,
pero por más versados que sean siguen siendo humanos, es decir, están sujetos a
equivocarse, al ensayo- error y en muchos casos, dichos extravíos no son
producto de la ignorancia sino de algo netamente arbitrario.
La ciencia, o mejor dicho, los científicos (patrocinada desde luego por la “Big
Pharma”) se han encargado de desacreditar la medicina ancestral, colocando a
muchos de estos tratamientos dentro del rango de pseudociencia, y para ello,
partiendo de no contar con estudios rigurosos acerca de dichos tratamientos,
(Estudios que por obvias razones no están dispuesto a hacer) y lográndolos empalmar
con medicinas que no cuentan con ningún tipo de sustentación, ni siquiera
práctica que de muestren su efectividad. Esto desde luego ha sido algo
deliberado para lograr crear una especie de establecimiento científico, que con
los años ha ido haciéndose cada vez más poderoso y como tal, incuestionable.
Esto también se ha intentado hacer con el actual periodismo, el que se conoce
como periodismo orgánico y que pertenece a la rama de la investigación no
editorial, es decir el periodismo “independiente”. Y ya que mencionamos la
palabra “editorial” en un interesante artículo de Miguel Martínez Delgadillo de
la universidad Javeriana, se habla de cómo este sector del mercado ha tomado el
control de la divulgación científica solo por lucro.
El golpe final que trata de dar este establecimiento en contra de la teoría
conspirativa es con el bien elucubrado plan del terraplanismo, una teoría que
hasta el día de hoy se llegó a convertir en fenómeno cultural, un movimiento el
cual representaría el “culmen de todas las teorías conspirativas”. La teoría de
la tierra plana (Que según lo establecido es anacrónica y está ampliamente
refutada) ha vuelto a resurgir valiéndose en principio de la observación, que
desde luego, no se necesita ser científico para poder realizarla, y a su vez,
utilizando supuestas evidencias científicas para comprobarla (Como la inexistencia
de la fuerza gravitatoria demostrada con la fórmula de aceleración). Bajo esta
teoría no solo están personas que no pasan de ser más que avezados
investigadores, sino también personas con estudios, logrando convencer y bajo
el eficiente uso de las redes sociales, a una gran cantidad de personas en todo
el mundo. Justamente cuando casi nadie se interesaba por estas teorías y la mayoría
de nosotros nos costaba creer en algo como que estamos encerrados bajo un domo,
salió la “comunidad científica”, especialmente divulgadores y cientificistas a
desmentir esta teoría, algo que no me hace más que sospechar que todo estaba
planeado desde un principio: Primero, para desprestigiar a la teoría
conspirativa en sí y segundo para prepararnos para un eventual escenario global
en el que no convenía para nada llenar de incógnitas y dudas (El que es sin
duda el principal precepto de todas las ciencia y cualquier cosa que tenga que
ver con el pensamiento) a las personas. Y pues ¿Qué ha sucedido?, se ha
cancelado o se procura cancelar toda información, toda cuenta, toda página que
divulgue la teoría del terraplanismo. En YouTube por ejemplo se dieron de baja
videos que hablaban en favor de esta teoría y la comunidad de divulgadores de
ciencia formalizada en esta red de contenidos, se han encargado no solo de refutar
el terraplanismo, sino que también de ridiculizarlo tanto sus argumentos como a
sus divulgadores, acrecentando el actual estatus peyorativo que tienen las teorías
de conspiración en general. Además, este accionar deliberado propio de las
grandes redes sociales se han encargado de crear un nuevo movimiento, el cientificismo,
que es la antesala a lo que podría reemplazar para siempre a las religiones y
llevarnos a un potencial transhumanismo.
Pero ¿en qué me baso para afirmar que esto del terraplanismo ha sido un
plan para destronar a las teorías de conspiración? (que como su nombre lo indica,
no dejan de ser teorías, como también existen teorías acerca de la materia
oscura, el campo unificado, el efecto placebo, la interacción genómica del ADN
humano etc.) Justo cuando los cientificistas y demás ganaban la batalla en las
poderosas redes al “falso” terraplanismo, vino la pandemia del COVID-19, que
sin duda alguna sería detonante para que se destara un alud de teorías acerca
de este brote viral. Durante la pandemia no solamente vivimos bajo un panorama
de muerte y desolación en donde la economía del mundo iba a colapsarse,
teniendo como principales víctimas a la sociedad más vulnerable (Como siempre)
sino que también experimentamos amargamente, una especie de oscurantismo en el
que predominó la censura y la persecución de todo aquel que se atreviera a manifestarse
en contra de las fuertes restricciones, que a su vez de evitar millones de
muertes, ha producido un daño irreparable en la economía y como tal vida de la mayoría
de seres humanos. La campaña en contra
de cualquier manifestación contra el encierro y posteriormente el de la
vacunación cuasi obligatoria fue tan exitosa, que hasta el día de hoy cualquier
contenido que cuestione la pandemia del 2020 es perseguida por los algoritmos de
la internet e inmediatamente censurado (Yo mismo sospecho de ser objeto de shadow banning acá en mis redes, porque
no me explico cómo generando tanto contenido nunca logro ser visualizado), pero
por sobre todo, parece que ya nadie recuerda lo que pasó, hemos pasado esta
gran crisis como si nunca hubiera sucedido, pareciera que fuimos víctimas de un
borrado en masa, ya casi nadie se interesa por cuestionarse o investigar lo que
pasó realmente en la pandemia del 2020 ¿Era necesario el encierro masivo? ¿Nos
enfermamos o nos enfermaron a propósito? ¿Salió el sars cov2 de un laboratorio?
¿Realmente fuimos vacunados contra esta infección? ¿Cuántas personas murieron
realmente por este virus y cuántas por las malas prácticas y pésima
infraestructura médica? Preguntas que aún no obtienen respuesta porque de repente,
a los investigadores les da miedo adentrarse en este terreno o simplemente son
silenciados, baneados.
Ya se ha comprobado que muchas de las llamadas teorías conspirativas que
tanto atacan los científicos, las instituciones del estado, los sociólogos etc.
resultaron ser ciertas y es porque como se dijo anteriormente, son teorías,
paralelas a las teorías que nos proporciona la ciencia misma y que también se
desarrollan bajo las mismas dinámicas. Cualquier teoría de conspiración por absurda que sea, siempre nos hará dudar de la realidad misma, la duda es el principal motor que construye la realidad, es decir, la generadora de la verdad.
Si una teoría de lo que sea, es un constructo mental de nuestra percepción de la realidad, debería ser también una construcción de la realidad misma, ¿No es acaso la realidad lo que percibimos de ella? ¿Y si no lo es, deberíamos entonces negarla? Si nuestra mente está condicionada para percibir esta realidad en cierto grado, ¿Es tan válido negar que existe una realidad invisible o alterna como aceptar que la única realidad que existe es la que podemos percibir? Si esto último es afirmativo ¿Qué sentido tiene perseguir las teorías de conspiración en nombre del rigor científico? Para esto diría que la realidad la negamos con argumentos, no negándola.