jueves, 22 de septiembre de 2022

¿SOMOS O HEMOS SIDO INDULGENTES CON LA GUERRILLA DESMOVILIZADA?

 

Recuerdo que en el año 2005, trabajaba yo cerca de la Defensoría del Pueblo de Bogotá, para ese entonces, este organismo de alguna manera, estaba gestionando parte de la desmovilización de los paramilitares, en el proceso que con buena voluntad, se hizo en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez entre el año 2003 y 2006. Sucedió una mañana, recién abría el negocio, en este había entrado un hombre de edad mediana, alto y barbado, con rasgos antioqueños, es decir, de tez blanca y ojos claros, estaba muy enojado por algo, con él iban varios jóvenes de tez morena, que no pasarían de los 22 años, parecían ser de la costa y no fue hasta que le escuché decir algo a este hombre, evidentemente irritado, para saber frente a qué escena estaba, en ese tipo de momentos que solo podemos vivir una vez para contarlo, en uno de los países más violentos del mundo; en mi negocio había entrado un jefe paramilitar y algunos de sus subordinados,  las palabras que le escuché decir con aireada indignación fueron las siguientes: “Si no nos van a resolver esto, me devuelvo para el monte con mis muchachos”.

Recuerdo también que por esa época en la localidad dónde vivía, varias casas comenzaron a ser ocupadas por extraños, se trataba de jóvenes que parecía venir del pacífico y la costa norte colombiana, ellos pasaban casi todo el día deambulando cerca a la casa, se sentaban frente a la acera, fumaban o bebía cerveza, no tenían nada que hacer, supimos entonces que estas personas era desmovilizados de las autodefensas, a muchos residentes del barrio no le gustó esto, el rechazo no se hizo esperar y la situación empeoró cuando el gobierno les cortó el presupuesto. Las casas entonces cerraron, en unos pocos meses ya teníamos un problema mayor en las localidades, la inseguridad había aumentado, las llamadas ollas (Lugares destinados para la venta de drogas ilícitas) comenzaron a aparecer en un barrio antiguo, cuyos propietarios ya no habitaban en él y solían arrendar sus casas.

Años después, la oposición de Álvaro Uribe ha afirmado, que muchos de sus desmovilizados siguieron el camino de violencia e ilegalidad, conformando lo que se llamó BACRIM (Abreviatura de “Bandas Criminales”), las cuales más adelante, - en un estado donde reina la impunidad, la ineficacia judicial y la corrupción -, terminaría por convertirse en auténticos emporios criminales.

Y volviendo un poco más atrás, es inolvidable uno de los actos más notables y con mayor narrativa en la historia de Colombia: el abrazo entre el expresidente Andrés Pastrana y el comandante supremo de las FARC “Tirofijo”, y esta imagen se queda allí, en los libros, gacetas y en nuestras mentes, porque este fue quizás el intento de “buena voluntad” más fallido en la historia para el proceso de paz, algo que generó en la conciencia del pueblo colombiano una gran derrota para el gobierno, y para las mentes más suspicaces, la sensación de que más allá de ser un acto de buena voluntad, fue una solapada estrategia para entregar el país a la guerrilla y despojar abrupta pero sigilosamente al campesinado de sus tierras, el campesinado que hoy por hoy sigue despareciendo, las mujeres y hombres que levantaron con la rudeza de sus manos y el sudor de su frente, este país que por años fue potencia agrícola.


"esta imagen se queda allí, en los libros, gacetas y en nuestras mentes, porque este fue quizás el intento de “buena voluntad” más fallido en la historia para el proceso de paz, algo que generó en la conciencia del pueblo colombiano una gran derrota para el gobierno, y para las mentes más suspicaces, la sensación de que más allá de ser un acto de buena voluntad, fue una solapada estrategia para entregar el país a la guerrilla y despojar abrupta pero sigilosamente al campesinado de sus tierras"

Más atrás, nos vamos a 1984, año que el gobierno de Belisario Betancourt y las FARC-EP, firman el acuerdo de la Uribe, en el cuál uno de las principales concesiones era permitir que miembros de esta guerrilla participaran de la vida política, y así fue que nació el movimiento UP (Unión Patriótica), del que posteriormente sería asesinados y desaparecidos de 4000 a 5000 de sus integrantes, por parte de paramilitares y miembros de la fuerza pública, lo que casi acaba para siempre, la ilusión de desmovilizar a la guerrilla más violenta y antigua del mundo. No obstante, vendrían los años más oscuros para esta etapa del conflicto y todo por cuenta de los “procesos de paz”, acuerdos que por entonces, se quedaban en el tintero, pero con sangre en vez de tinta.

Debo decirles que me llenó de gran esperanza la iniciativa del ex-presidente Juan Manuel Santos, iniciativa que no ha sido ajena, ya que incluso su mayor opositor, el expresidente Álvaro Uribe también se sentó a dialogar con el ELN en el 2002 y envío cartas, según los comandantes de las FARC, para iniciar un proceso con ellos. Debo decirles que mi voto en segunda vuelta no fue por Santos, allegado de Uribe sino por la paz. Debo decirles que esta esperanza de desarme por parte de la guerrilla, nació más por la empatía que debemos sentir por el campesinado, las personas de las regiones más recónditas de Colombia, huérfanas por décadas de los programas sociales y proyectos de infraestructura, en otras palabras, abandonadas por el gobierno. Mi deber como colombiano era entonces votar por la persona que nos llevara a este proceso, y sigo creyendo que el plebiscito de la paz, debió ser votado por las víctimas del ahora y del ayer del conflicto y no por nosotros, las personas que no dejamos de ser más que simples espectadores de esta tragedia, para muchos oculta porque aún no dimensionamos el horror que lleva en sí.

Fue así que la paz se dio con una zancadilla, con un acto de mezquindad con prorroga hasta el año en que se escribe esta reflexión 2022. Es así como la ahora oposición al primer gobierno de centro-izquierda que tiene Colombia, pretenden procurar la caída, sembrar en nuestra conciencia de los que votamos por la paz y en la de los demás colombianos, la idea de que nos hemos equivocado, de que dar indulgencia a los crueles cabecillas de la guerrilla, nos rebaja a su condición, que de alguna manera, por seguir eligiendo este camino de desarme nos hace cómplices de la barbarie,  que hemos sido injustos al acusar a un hombre que combatió a la guerrilla y trajo algo de seguridad al territorio nacional, pero indulgentes con el grupo armado que cometió cientos de atrocidades durante décadas, y esto no obedece más que a su retórica política, anacrónica y desviada, infestada de solapados intereses, casi siempre ocultos, que de no ser por la inmensa labor investigativa de valerosos periodistas, serían un secreto más de los muchos que se guardan en la nación. Nosotros hemos elegido otro camino, uno con menos sangre y lágrimas, que no representan ninguna retribución para muchos de nosotros, no siendo actores de esta barbarie que parece nunca tener fin. Tenemos todo el derecho como ciudadanos de un estado democrático y constituyente de elegir los destinos de nuestro país, especialmente cuando la lucha armada ha traído más muerte y deshonra para los soldados y policías de la fuerza pública, pero que ha castigado con especial brutalidad a los sectores más marginados por el estado, que en otras palabras, ha sido un fracaso.

Es así como la ahora oposición al primer gobierno de centro-izquierda que tiene Colombia, pretenden procurar la caída, sembrar en nuestra conciencia de los que votamos por la paz y en la de los demás colombianos, la idea de que nos hemos equivocado, de que dar indulgencia a los crueles cabecillas de la guerrilla, nos rebaja a su condición, que de alguna manera, por seguir eligiendo este camino de desarme nos hace cómplices de la barbarie

El principal argumento de la oposición en contra del proceso de desmovilización de las FARC, es que no se están castigando los crímenes de lesa humanidad cometidos por la guerrilla y por lo tanto no hay reparación. De esta forma, están ignorando y como tal, contribuyendo a que muchos colombianos lo ignoren, los puntos de intersección, es decir, los acuerdos que afloran siempre dentro de estos procesos, uno de los cuales, que es el principal desde los acuerdos de la Uribe, es la participación política de sus cabecillas, para esto tiene que haber un indulto,  (la creación de la JEP y el informe de la Comisión de la Verdad no han sido creados en vano, tienen que ser instituciones consagradas para hacer cumplir dichos acuerdos y para que se reparen a la víctimas), primero vino lo mas importante que fue el desarme y desmovilización, el cese de sus actividades, segundo, el compromiso político de representar los intereses del pueblo marginado por el estado durante décadas. El tercero el más controvertido, el perdón que lleva al indulto. Por último, se debía destinar un presupuesto para proyectos de infraestructura y programas sociales en las regiones azotadas por el conflicto, cosa que como ya sabemos, la oposición se embelesó en no cumplir. En cuanto al tercer punto, el perdón, es obligatorio para mi hacer esta reflexión, que se sale un poco del contexto político que he venid tratando. Una de las cosas más difíciles de hacer en la vida a parte de perdonar a alguien, es pedir ese perdón, especialmente cuando se reconoce a conciencia la falta. Es por eso que mucha gente opta por no pedir perdón, y prefieren resguardarse en el silencio, en la huida, y en muchos casos, en el cinismo más visceral. Los jefes de las FARC ya pasaron por estos procesos y están en el camino de hacer avances en lo político, desde luego bajo una oposición que es mayoría y el rechazo y marginación de algunos sectores de la sociedad y el pueblo colombiano. PERDONAR Y PEDIR PERDÓN ES MUY DIFÍCIL, PERO NO IMPOSIBLE, Y POR ESTA NATURALEZA QUE REPRESENTA EN SÍ UNA GRAN CARGA PARA NUESTRAS CONCIENCIAS, PARA NUESTRAS VIDAS, PRACTICAR LAS DOS COSAS, NOS LIBERAN DE ELLA. ESTO SOLO LO PUEDEN ENTENDER QUIENES CON LA MAYOR SINCERIDAD EN SU CORAZÓN HAN PERDONADO Y HAN PEDIDO QUE LES PERDONEN.

No permitamos que por el pensamiento delirante de unos pocos, se nos arrebate este nuevo camino que busca la paz, mucho menos cuando estas personas que aún deambulan en el camino de seguir equivocándonos, por el sendero del error que seguirá colocando muertos y huérfanos en este conflicto, menos cuando estas mismas personas han sido partícipes de los despojos de tierras, las masacres y especialmente, a que se le oculte la realidad de lo que sucede al país, a punta de mentiras y de distraer la atención pública hacia asuntos que no tienen la menor importancia.  El informe de la comisión de Verdad y la enseñanza de este en las instituciones educativas, es apenas un primer paso para hacer que todos los colombianos, dimensionemos la magnitud que ha tenido el conflicto armado donde todos, tanto los grupos armados como el estado, han sido actores y responsables. Haber votado por la paz y elegir un camino de dialogo, es el primer paso para construir una verdad, la verdad es indispensable para construir un país justo y en paz, la verdad como episteme es el principio máximo de la justicia, no vamos hacia una nación de riqueza y tranquilidad mientras la injusticia e inequidad sea su principal estadística. Por eso debemos exigir también, la verdad que se está escondiendo al país sobre el proceso de acaparamiento de tierra, que es como lo dijo hace unas décadas un reconocido periodista, la verdadera causa del conflicto armado en Colombia.

"El nuevo gobierno, no ha propuesto un cambio insustancial en la manera de dirigir al país, el cambio no es una simple palabra, es un llamado a proponer nuevas estrategias para los procesos fallidos y las instituciones que los sustentan, apoyemos los cambios con oposición, pero más con proposición. Es el momento para salir del círculo vicioso en el que nos ha sumergido el poder, en las últimas 3 décadas."

 

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