Un enorme letrero con unas simples letras negras sobre un fondo blanco, es
visto por el personaje principal de la película de 1988 “Están vivos” de John
Carpenter, en donde se puede leer la palabra “OBEY” y delante del mismo, a un ser
de rostro horripilante perorando un discurso. Lo interesante del asunto es que
solo el protagonista puede verlo, gracias a unas gafas especiales que encontró
en un callejón. Para todos los demás, para aquellos que no tienen dichas lentes,
este ser es tan solo un político en campaña que “quiere y promete” un mejor
país para sus votantes, cuando en realidad, su mensaje dice otra cosa:
“OBEDECE”.
En el caso de la religión judeocristiana, la biblia cita constantemente que
el acto de obedecer a Dios, es una forma de demostrar AMOR hacia este, pero al
mismo tiempo, bajo múltiples relatos se demuestra que la desobediencia a Dios
es castigada a veces con CRUELDAD. Cuando la iglesia católica toma el antiguo
poder del imperio romano para someter a muchos de los reinos en la edad media, ésta
obediencia pasó a convertirse en un acto coercitivo y de sumisión. A su vez,
los reinados de muchos déspotas, algunos que incluso fungieron ser representantes
de las divinidades en la tierra (Como en el antiguo Egipto) exigían a sus
súbditos lealtad, que más allá de la simple fidelidad, ésta se centraba
principalmente en obedecer sin ningún tipo de cuestionamiento.
La esclavitud tan normalizada en los tiempos antiguos de la humanidad,
exigía esa obediencia a las personas sometidas, las cuales carecían de muchos
de los derechos que gozarían para entonces ciudadanos del común. El concepto de AMO Y ESCLAVO hizo que
perdurara la obediencia como la forma en que, hasta nuestra era posmoderna,
concebimos el cumplimiento hacia una orden mayor (leyes estatales, compromisos
y deberes tanto institucionales como morales etc.) El “saber escuchar” es
comprender que si se incumple la ley, que si incurrimos en la desobediencia
moral o civil, que si no atendemos la solicitud de nuestros superiores, esto constituirá
una falta y como consecuencia será castigada. De manera que el “saber escuchar”
del cual viene el latín oboedientia,
está evidentemente sujeto al libre albedrío de cada persona, no obstante, bajo
las leyes mismas, se concibe el atributo de obedecer coercitivamente al
mandato.
¿Pero qué sucede cuando el mandato judicial constituye una injusticia? cuando
las órdenes de un superior pueden desencadenar en la muerte de inocentes, cuando
algunas leyes constituyen la violación de un derecho humano, cuando las órdenes
de gerencia pueden desatar pérdidas a la empresa. En este caso si atendemos a
la etimología del “saber escuchar”, comprendería una situación de desobediencia
atender la razón y la proporción (En libre albedrío) bajo determinadas
decisiones o mandatos que resultan contraproducentes. Esta situación nos lleva
a pensar que la obediencia siempre es y ha sido lo mismo, la acción de cumplir
de manera coercitiva, sin derecho a una apelación, o como se diría antiguamente,
a “rajatabla”. Esto sin duda alguna nos lleva a pensar en qué casos la
obediencia puede resultar lesiva para el ser humano.
El objetivo de este ensayo, es cuestionarnos si realmente está bien
obedecer, que consecuencias trae una conducta obediente y sumisa para la
sociedad y por qué deberíamos considerar la obediencia como un concepto
alienante o no para la educación.
El concepto de Tabula rasa (O Tabla rasa) se aplica en la pedagogía, para
comprender que los niños dentro del proceso de educación y aprendizaje son como
una pizarra en blanco, en los que la educación misma escribe sus enseñanzas y
conceptos. Sabemos que, dentro de la enseñanza impartimos a los niños
conocimientos que son necesarios para su camino dentro del aprendizaje y la
formación profesional, y que la educación es su complemento porque en esta se
enseñan valores, es decir, se moldea la conducta del niño, de ahí que se
considere como una tabula rasa, en la que nuestro papel activo como maestros y
tutores, los niños se forman como individuos aptos para la sociedad y
autosuficientes para alcanzar sus propias metas y bienestar. Entre las múltiples ideas, conceptos y valores que se inculcan a los
niños en el proceso educativo, encontramos a la obediencia, es decir, enseñamos
a los niños a ser obedientes a sus padres y a sus profesores, siendo esto un
arraigo tanto a las tradiciones moralistas (Ligadas a las religiones), como al
mismo entorno educativo.
Cuando por muchos años se ha criticado el modelo tradicional de muchos
países (especialmente latinoamericanos) por pretender ser estrictos y empeñarse
en crear ciudadanos que al final van a trabajar para las empresas, es
inevitable pensar que uno de los principales valores de dicho modelo es la OBEDIENCIA,
ligada intrínsecamente a la DISCIPLINA, esta que si bien es una cualidad propia
del individuo y de gran relevancia para lograr metas, la disciplina impartida
en escuelas y colegios tiene que ver más con la obediencia frente a un
paradigma de jerarquías. Cuando dentro de
las actividades curriculares encontrábamos la enseñanza de la historia patria,
ligada directamente a los eventos considerados más importantes para
Latinoamérica (el descubrimiento del continente americano, la conquista y
posteriormente la independencia etc.), se incentivaba a su vez la veneración hacia
los símbolos patrios. Esto sin duda
alguna estaba orientado hacia el PATRIOTISMO y como dicha concepción, es en la
mayoría de casos tergiversada bajo sesgos ideológicos confundiéndose con NACIONALISMO,
(La misma tendencia política que conlleva en muchos casos hacia las dictaduras)
es decir, patriotismo y nacionalismo que si bien son dos cosas distintas, ambas
buscan la forma de generar UNIDAD dentro de una identidad fragmentada (que a
menudo se desconoce o menosprecia), basándose únicamente en símbolos o eventos
considerados como liberadores, empero que bajo el más riguroso escrutinio descubriremos
que detrás de su historia, no hay más que un horror justificado.
Para ejemplificar esta idea, tomemos la situación de muchas personas en
redes sociales que se autoproclaman “patriotas”, generalmente encontramos a
estos individuos o colectivos dentro del espectro de derecha, incluso algunos
en el lado más radical y podemos ver que estas personas suelen estar en contra
del socialismo y por lo general, apoyan más la doctrina del libre mercado y la
no intervención del estado, pero tal vez la característica más común de estas
personas es, su conducta beligerante e incondicional apoyo al uso de la fuerza
por parte de las instituciones militares y policiales. El presidente de Estados Unidos Donald Trump,
a menudo se le ve como un patriota, por mostrar un gran afecto para su país y
por sus ideas encaminadas a recuperar la “grandeza de Estados Unidos” (De ahí
el slogan MAGA o “Make America Great
Again”) prometiendo mantener la hegemonía internacional del dólar,
políticas proteccionistas más fuertes, leyes anti migratorias más rigurosas
etc. Iniciativas que tarde o temprano terminarán chocando tanto con el órgano
legislativo de ese país, como con muchos de sus habitantes y que podría
constituirse una tendencia nacionalista radical por parte de sus electores, algo
que podría acaecer en cierto autoritarismo.
Incentivar el patriotismo en la escuela vendría a ser una forma de ADOCTRINAMIENTO,
de la misma manera que muchas instituciones inculcan la religión a sus
estudiantes, algo que sin duda muchos contradecirán porque consideran que el
respeto y amor por la patria es una parte fundamental en la formación de
ciudadanos libres y conscientes. Sin embargo, en nuestros países donde la desigualdad predomina y los poderes
fácticos pretenden mantener exclusivamente las riendas de la institucionalidad,
dicho patriotismo solo busca tener a una población conformista que apoyen su
forma de gobernar sin cuestionar sus decisiones. Para comprender lo errado
que está el adoctrinamiento del patriotismo, es necesario entender lo conceptos
de identidad y sentido de pertenencia. Generalmente cuando las personas de otra
región o país vienen a vivir a una ciudad que se podría decir “no les pertenece”,
puede suceder dos cosas: que estas personas adopten la “normalidad” de una
ciudadanía dentro de la misma (adaptación) o tomen actitudes hostiles hacia la ciudad
y sus habitantes, esto dependerá del “sentido de pertenencia” que se forme en
cada quien, y esto nada tiene que ver con patriotismo, nacionalismo etc. tiene
que ver más con el BIENESTAR que puede ofrecer el estado (considerando a su vez
que dentro de este bienestar se encuentre la educación). Generalmente cuando
los migrantes llegan a un lugar que les ofrece el bienestar, podrán desarrollar
un mayor sentido de pertenencia, aunque desde luego se debe entender este bienestar
como un proceso integral donde además de buenas condiciones de vida se les
acepte y respete. Es así que el “amor y respeto” hacia la patria, es inherente
al bienestar que esta le ofrezca. Un
estado incapaz de generar mejores condiciones de vida para sus ciudadanos no
puede convocar a una identidad ni mucho menos generar un sentido de pertenencia.
A su vez, exigir o inculcar la
veneración a la historia y los símbolos patrios en un país cuyo gobierno no
ofrece bienestar a sus ciudadanos, es algo que se aleja del patriotismo yendo
más hacia el nacionalismo según los conceptos que definen a cada uno.
La identidad es otra cosa que choca con el patriotismo, porque
evidentemente el culto a la historia y los símbolos patrios, excluye de muchas
formas a los diversos grupos étnicos que componen a una nación. El concepto de
identidad, (o por lo menos “el ideal de identidad”) está alejado del concepto
de patria, porque si bien esta define nuestra condición de ciudadanos
pertenecientes a un país que le acoge y le protege, la identidad de las personas se encuentra dentro de las capacidades de
las mismas para realizar actos que beneficien de manera integral a su comunidad.
Aunque esto pareciera ser premisa del utilitarismo, lo cierto es que
discriminar entre buenas y malas acciones es esencial para construir identidad,
ya que dentro de toda sociedad hay elementos COGNOSCIBLES E IDENTIFICABLES. Los
elementos identificables suelen estar atados a PREJUICIOS, mientras que los
cognoscibles suelen pasar desapercibidos. En base a lo que expondría en su
trabajo la Dra. Hanna Arendt acerca de que el mal es banal en contraposición
del bien que representa la verdadera radicalidad, el bien suele pasarse por
alto, y esto es fácil de comprender porque el ser humano está más adaptado para
discriminar lo negativo. De esta manera la identidad se constituye en torno a
lo mejor que podemos dar de nosotros mismos, de aquello que posee “profundidad”
y es germen de toda idea revolucionaria. La
identidad así pues debe basarse en la comprensión de un estado plural, con
diferencias que deben comprenderse y valorarse, jamás discriminarse, y solo
cuando comprendemos lo que es o debería ser la identidad (Nada que ver con las
metáforas patrias) llegaremos a esa comprensión, a esa “profundidad y
radicalidad” de la que hablaba Arendt.
Volviendo a la idea de “rajatabla vs tabla rasa”, considero que exigir
obediencia a los niños y jóvenes es un recurso pedagógico anticuado e
innecesario. Toda doctrina que se
imparte en una institución educativa, en un destacamento, en un templo etc.
busca en principio legitimar y normalizar la obediencia, lo que no es más que
otra forma que alienar. En su reemplazo debería inculcárseles a los niños
empatía, consideración, respeto, enseñarles a que la vida se construye dentro
de un entorno comunitario y ambiental, hacerles comprender que, a pesar de las
diferencias, como sociedad siempre buscamos el mismo fin y que la consideración
y el trabajo son medios preponderantes para alcanzarlo, que no es otra cosa
que el bienestar, la felicidad.
Frente a este punto, muchos pensadores, especialmente aquellos que
defienden el libertarismo, afirman que es más importante considerar a la
LIBERTAD como meta final de un sistema y no la FELICIDAD (o bienestar), como
propone el socialismo, puesto que ven a esta como un fin meramente subjetivo.
Hay que comprender que la libertad ya la ganamos, o estamos en curso de
hacerlo, la felicidad aún sigue siendo una meta lejana, especialmente cuando el
ser humano es encapsulado dentro de un sistema, incluso aquel que parece ser el
más libre. Hay muchas personas que con uñas y dientes defienden el capitalismo,
perro lo que en el fondo hacen es defender a la libertad que permite este
sistema (no es el capitalismo quien permite esta libertad, es más bien lo
contrario) y no se equivocan al hacerlo, la libertad nos ha permitido cosas
inimaginables, cosas que ni en la era antigua, ni en la moderna bajo regímenes
autoritarios podríamos siquiera imaginar, no obstantes la libertad por sí sola
no basta, la felicidad es un fin que contiene más profundidad epistemológica y
abarca todos los ámbitos de la condición humana. Se supone que la libertad nos
debe llevar a este fin y siempre resulta más fácil defenderla por considerarse
algo que se ganó bajo luchas onerosas que costaron sangre y lágrimas a la
humanidad, pero la felicidad, aunque en efecto, es un bien subjetivo, la misma
nos lleva a pensar en todo lo que necesitamos para poder alcanzarla.
Está claro que con las reflexiones que se han hecho en este ensayo, tanto la libertad y la felicidad, son dos
fines muy distantes a lo que propone la obediencia, debemos ver más allá de
esta porque bajo la misma siempre estaremos cautivos, el ser humano es prueba
indiscutible de ello, quebrar constantemente las leyes del universo bajo su
única forma de resistencia, lo ha llevado hasta la cúspide donde se encuentra
hoy.