Aunque la palabra comunión se asocia inmediatamente a un sacramento religioso, el rescate de la misma implica que la comunicación no es suficiente cuando sabemos que los intereses personales desoyen y tergiversan creando una brecha en algo tan importante para la humanidad como lo es comunicarse.
La comunión es la acción de juntar, de unirse, de empatizar con el otro y generar afecto y comprensión de forma desinteresada. La comunicación es algo muy importante pero es una palabra carente de profundidad y significación y ya de por sí, se cuenta con ella para resolver cualquier asunto, algo que no es suficiente porque la comunicación se sujeta a muchas “interferencias” y está sustentada en la información y el medio. La “comunión” resuelve esta problemática, una cosa es decir “Voy a comunicarme contigo” y otra muy distinta sería decir “Voy a hacer comunión contigo”, algo que de plano podría desconcertar al interlocutor, pero esos pequeños cambios nos demuestran lo grande que es el poder de las palabras y su virtud de cambiarlo todo.
En vez de comunión, -infalible efecto una buena comunicación-, utilizamos referentes como “Enlazar”, “Estrechar los lazos”, o “Lazos afectivos” refiriéndonos a la empatía que nos genera comunicarnos con otros, sin darnos cuenta que la palabra “lazo” (Del indoeuropeo –lek- o “trampa”) se refiere al objeto que se usa para atrapar, atar o someter, y nada tiene que ver con generar dicha empatía. También solemos utilizar la palabra “vínculo”, asociada a “vinculación” que hoy en día es casi sinónimo de “cooptación”, en frases como “Las naciones deben fortalecer sus vínculos” cuando sabemos que “vincular” viene del latín “vinculare” significando “Atar a otra cosa” o “Atar por medio de un instrumento”. Como podemos observar las palabras que representan nuestra comunión con los demás se refieren intrínsecamente a una “atadura” cosa que no es razonable para un buen efecto de la comunicación humana.
La comunicación no debe surtir ataduras ni mucho menos “trampas”, la comunicación debe ser libre y honesta, debe generar comunión entre quienes la comparten y orientarse hacia un beneficio común sin convertirse en un obstáculo para la comunión de otras personas. A su vez, la comunión siendo más fuerte que los llamados “lazos” y más libre que la “vinculación” misma, nos debe unir en un justo propósito pero mucho más que eso, la comunión debe hacer que nosotros recuperemos el verdadero sentido de la vida, aquel que hace florecer el afecto y nos hace sentir felices.
Y es así que como hemos estado “haciendo comunión” entre el escritor y usted el lector oyente, tratando de juntar nuestras ideas y empatizarlas sin someternos exclusivamente a compartir un comunicado, es acá donde nos damos cuenta que tanto el poder de las palabras y la revelación de las ideas logran realizar esta comunión tan necesaria hoy en día y que desafortunadamente por la manipulación de la información y los medios, el control del conocimiento junto a la superficialidad del mundo entre otras cosas, nos han arrebatado.