El hombre está entre las grietas de la moral y la satisfacción. Al parecer la felicidad es lo que resulta de la infalible dinámica del deseo y su inmediata consumación. También la tranquilidad parece involucrarse en la consecución del equilibrio, el ser humano solo necesitó tener conciencia para entender que el sentido de la vida iba más allá de la consumación de las necesidades.
La no satisfacción de estas y su inmediato conducto, el deseo, se revela en los más oscuras pulsiones del instinto. En los animales se manifiestan a través de impulsos agresivos. El ataque violento es la reacción indefectible de la no suplencia de una necesidad.
En el ser humano estas manifestaciones se tornan complejas, porque su satisfacción viene de incontables factores, la mente humana no es nada simple, el hombre debe competir en la vida para lograr alcanzar la satisfacción y debido a que sus deseos van mucho más allá de la simple necesidad de supervivencia, lograr culminar sus impulsos emocionales ciertamente no es tarea fácil.
Entre la dimensión lineal de pulsión, acción y satisfacción, la contemplación, virtud exclusivamente de los seres racionales, se encuentra el espacio en que la conciencia realiza un seguimiento de la acción y sus consecuencias. Cuando esta virtud de contemplar cada una de las acciones que ejecutamos y sus correspondientes reacciones se hace de manera meticulosa, la ineluctable y enfermiza sensación de espera conocida como ansiedad, conmociona el equilibrio de cada ser, alejándolo prácticamente del estado exógeno entre la pulsión y la satisfacción, inmediato a esta última: el sosiego.
Conforme el hombre avanza más hacia el terreno de la experiencia mundana y menos hacia el conocimiento verdadero, (el de sí mismo), la necesidad de adquisición, muy por encima de la simple satisfacción convierte el proceso entre deseo y satisfacción en un verdadero campo de batalla donde la ignorancia solo garantizará una cosa, la derrota traducida en una constante infelicidad. El budismo enseña que el Duhkha o estado de sufrimiento se origina por las tres raíces del mal o Klesa que bien podríamos comparar con la naturaleza pobre de nuestros deseos. La primer raíz, Lobha o avaricia es equiparable con la obsesión o el deseo fuera de control. Moha, raíz de la ignorancia o también ilusión con la contemplación sin el debido conocimiento, representa al "no saber" que puede obstaculizar nuestras acciones y por último Dvesa o también odio se traduce en sus diversas manifestaciones como resultado de no lograr la satisfacción. A sabiendas de que constantemente tratamos de eludir la cruda realidad con nuestras ilusiones ¿No estaremos viviendo en un interminable estado virtual, lejos de considerarse como algo verdadero?